miércoles, 19 de abril de 2017

Marco su ropa

Marco su ropa. Para que no se pierda. La ropa. Él.
Marco su ropa y recuerdo el gozo de marcar la ropa de tu niño cuando salía de excursión o iba al cole.
La amargura de esta tinta no responde al contento de una excursión. Sello con su nombre la expulsión de su propia vida. Firmo su sentencia.

La vida me aplasta como su propia ley marca. 
Llega de improviso la losa que incrustada en mí, sepulta mi respiración, mi mente, mi corazón. Llega porque tiene que llegar. Siempre llega. Muy pocos logran esquivarla. Quizá los generosos saben vivirla sin esta angustia extrema.

La vida me aplasta y yo marco su ropa. Y apenas soporto pensar en lo que va a venir. 
Hay heridas peores que la muerte. Umbral intentó decir lo contrario con esta frase infinita. Inabarcable:
 "También el horror puede llegar a ser de alguna manera confortable"

Aplastada, me levanto.
 Camino, aplastada. 
Hablo, aplastada. 
Se puede vivir aplastada.
 Parece que no y tienes la tentación de buscar alguna salida fácil a esa brea por la que intentas desplazarte. 
Su peso y su oscuridad no te lo permiten. 
Levantas la cabeza. Intentas salir de ti. Un momento. Olvidarte de ti. De ese cansancio infinito que eres. De esa mezcla de emociones en las que se ha convertido  tu estómago y que eres incapaz de digerir.Miedo, tristeza, culpa, rabia, ternura, dudas, desvalidez,traición, cariño, angustia, más tristeza, más miedo....dolor.
 Quieres desenredarte un poco, poder mirar hacia fuera. Ver además de mirar. Desplazar tus párpados lejos de tu corazón y de tanta, tanta confusión. Y no puedes.

Sin embargo tres luces rojas cálidas, hermosas, sabias, atraviesan esas membranas y la brea y tu propia incapacidad de saber vivir. Y así, no sabes cómo, te hacen ver un destello. 
Tres luces rojas cargadas de vida y de heridas te sostienen y te acunan y te hacen querer aferrarte a todo lo que amas y que tienes y no puedes disfrutar. Todas esas pequeñas cosas que hacen de la vida un milagro y que tú, ahora, no puedes evitar perderte.

Esas tres luces vestidas de serenidad, de fuerza y de alegría logran que quieras quererte. Están ahí cada día para que no olvides que si ellas te quieren es que tú eres amable y puedes remontar.

La diferencia, a veces, entre estar viva y sentir que lo estás, es una cálida luz roja en tu camino. Yo he tenido tres. Las tengo. Soy afortunada.


Marco su ropa y tatúo una cicatriz en mi corazón. 




No sé qué haría sin Joaco y sin mi hijo en estos momentos. No sé qué haría sin saber que tengo a algunas personas cerca. Supongo que sobrevivir a la losa, con ella a cuesta. Vendrán y las hay, lo sé, otras peores.

No es lo mismo querer estar que estarlo. 
Sé que tengo a gente a mi lado. Aunque sólo sea para saber que están ahí.
Mis tres luces han estado y han sabido estarlo. 

Es algo por lo que siempre lucho. A veces no vale con un "no estás sola". "Si necesitas algo, aquí estoy". Nunca valen esas frases solas. Yo siempre intento llenarlas de recursos, de ayudas reales aunque solo sea una melodía o una recomendación de un libro o una película o un texto o una asociación. Quizá no llegue como una ayuda real pero yo así me esfuerzo en lanzarlas. No sé resignarme a las simples palabras.

No vale querer estar. Hay que saber abrir veredas cuando la otra persona no puede. No todo el mundo sabe hacerlo. Ni lo intenta.

2 comentarios:

  1. La primera parte muy triste, de hundir. Luego te encontrarás con esa ropa marcada y revirás histoeias. Tengo un pantalón de chandal mío, que lo lleve a la residencia para que se lo pusieran a mi madre, y ahora, cuando me lo pongo con su nombre marcado es sentir cerca su piel. También un cojín grande para sujetarle la cabeza cuando ya no estaba consciente. Ahí sigue en mi comedor con su nombre marcado y lo utilizo yo todos los días. La segunda parte me gusta por el halo de esperanza que parecen desprender tus palabras. A ese halo habrá ue aferrarse.

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Gracias por acompañarme.