miércoles, 7 de agosto de 2013

Auschwitz I tiene escalones

Quizá era eso: no entendían nada, había tanta gente a la que seguían sin saber bien dónde iban, que no daba tiempo a reaccionar, a pensar, a sentir nada más que confusión e irrealidad.

En un momento, sentí que no tenía sentido esa visita que tanto había esperado y temido: parecía un parque temático en el que te cruzabas con riadas de personas sin poder interiorizar ni digerir dónde estabas. 




Estabas en Auschwitz I.

Atravesé la famosa puerta que en mi imaginario era una enorme boca antesala del infierno

y resultó ser una verja pequeña, con la leyenda ofensiva casi desdibujada que apenas podía leer entre las cabezas que se interponían.




 Estaba en Auschwitz y he pasado tantas horas en este nombre, he sentido tanto horror en ese nombre tantas horas de mi vida, que de repente sentí que estaba traicionando todo eso al no poder sentir más que confusión y necesidad de sentir algo más.Ante esa imposibilidad quise capturarlo todo lo que no podía asimilar
para poder analizarlo después. Y tengo que reconocer, que en la soledad de la noche, horas después, sentí más compasión y piedad viendo esas fotos, que en toda la visita a este primer campo.

Auschwitz es barbarie, brutalidad, crueldad, deshumanización, terror..... y yo me encontré con miles de turistas y con escalones. Auschwitz tenía escalones. Nunca leí nada sobre esos escalones y recorrerlos, subirlos y bajarlos me dio una dimensión diferente. Quizá porque los escalones establecen un orden que es la antítesis del caos de Auschwitz. En el campo no  se sabía a qué normas atenerse, no había normas, ni reglas, ni forma de zafarse de ellas que no existían pero que se imponían cada segundo. Y los escalones establecían una estructura en esa amalgama sin sentido. Quizá los escalones les devolvía a los presos su categoría de humanos que tan eficazmente los nazis se imponían eliminar. Rompían la horizontalidad que los animalizaba. Se cruzaban con otros cuando subían o bajaban. Buscaban una dirección.

Auschwitz tiene escalones




y a mí me desarmaron dentro de la confusión que supuso esa visita "turística" en medio de un bosque precioso,
                                              un 6 de agosto, calurosísimo.

Sólo pude intuir el terror cuando entré en la cámara de gas,
agolpada entre otras muchas personas y pude medio entrever el pavor y la falta de posibilidad de reacción que debían sentir esas miles de personas que en la oscuridad no sabían lo que les esperaba. Ahí, sí me pitaron los oídos al galope de mi corazón. 


Ni siquiera la vista de los hornos crematorios,asépticos, fríos y silenciosos, me hizo estremecerme.












Aliviada salgo al exterior soleado sin poder entender cómo una maquinaria perversa y de dimensiones monstruosas podía consistir en algo tan básico y primitivo.

Reseca, casi enfadada me dirigí a Auschwitz-Birkenau