miércoles, 29 de mayo de 2013

Mi padre


Son las 23:20 de un jueves de mayo. Como cada jueves, acabo de dejar a mi padre en el metro de La Moraleja. Mi padre va cada jueves a ver a Raúl entrenar a waterpolo. Llueva, nieve, haga calor. Nunca falla. Mi padre es feliz si está bajo el mismo techo que mi hijo. No pide más.
Hoy al despedirme de él, he visto su cara envejecida, su mirada algo perdida por su enfermedad, su sonrisa casi permanente ahora, pero inalterable si está cerca de mi hijo.

Yo recuperé a mi padre cuando tuve a mi hijo. Sabía que un bebé haría muy feliz a mi madre, que sería una gran ilusión para ella. Nunca imaginé que para mi padre fuera tan importante.Desde que nació. Le daba miedo cogerle, tan pequeño. Mi padre es de su generación: no sabe lo que es un pañal. Raúl tenía cólicos y lloraba continuamente. Casi no nos permitía hacer nada que no fuera mecerle para tranquilizarle y mitigar su malestar. 
Un día en medio de las faenas de casa, Raúl lloraba con fuerza y , de repente, mi padre apareció con él en brazos, como si llevara lo más hermoso y valioso del mundo.
Desde entonces no se ha despegado de él. No pasaba un solo día sin que viniera a pasearle. Raúl cuando le veía, sabía que iba de paseo. Han hecho muchos kilómetros juntos. Nada es más importante para mi padre que estar con Raúl. Le quiere como es. Confía en él y se siente orgulloso de él. 

Mi padre está sordo, cada vez más. Tiene parkinson también y por todo ello está como ausente, ralentizado, sin capacidad de reacción y le cuesta integrarse en las conversaciones. Raúl puede hablar en cualquier tono, mi padre le escucha siempre. No importa qué diga o haga Raúl. MI padre le sonríe, le entiende, le apoya.

Mi padre no se pierde un partido de Raúl  o una actuación o una competición.Madruga o trasnocha lo que sea necesario sólo para verle. Se va en metro donde haga falta, le lleva un bocata que le ha preparado mi madre, le lleva un acuarius para después.Si no ha habido tiempo para prepararlo, busca dónde comprarle un refrigerio. Después de cada partido, le analiza las jugadas, le hace la crónica y siempre termina con la misma frase: "Es un luchador nato". Le llamamos el "manager" pronunciado en español.

Curiosamente, mi padre con su enfermedad, sonríe mucho últimamente. No se queja nunca, vive en su mundo un poco aislado, pero está de buen humor. Nunca pide nada. Nunca impone nada. Tampoco tiene mucha iniciativa, pero atiende y hace lo que digas que haga sin replicar.En su mundo, sonríe y está agradecido, como si no fuera consciente de sus limitaciones o la propia enfermedad le protegiera de la realidad.
Afortunadamente mi madre le mantiene activo con mil actividades y bailes que le vienen mucho mejor de lo que él cree.

Aquí está MI padre después de una actuación de Raúl, practicando una actuación suya e imitando a un director de orquesta en una actuación surrealista que presenciamos. Nos reímos mucho y quiero guardarlo en mi rincón.


Le veo envejecer con mi hijo reflejado en sus ojos y casi no me creo que ese abuelito, divertido, pero ya muy mermado, sea mi padre. Me enternece ver cómo quiere a Raúl y cómo la vida es simple para él. La vida es vivir; y ser feliz, estar con mi hijo.