martes, 9 de agosto de 2016

Un día perfecto

Un día donde el tiempo no importa y estás donde quieres estar, es un día perfecto. 
Aunque la banda sonora de ese día sean los pitidos que regulan las máquinas que durante horas retienen a muchas personas en los sillones de una sala de hospital.
Oncología. Sobres de plástico ondeando en mástiles de esperanza. Venas abiertas luchando a brazo partido sin perder la sonrisa a pesar del miedo y el cansancio que se asoma en algunas miradas.

Un día donde nada importa salvo el mástil que se ha prendido en el catéter de mi amiga. 

Un día donde estar con ella es donde quiero estar. 
Un día donde todo lo demás, lo que me inquieta, me perturba, me preocupa, se queda a las puertas de la verdad y la auténtica vida.
 Y así pasa este día con el insobornable alivio de verla bien, llena de vida, de paciencia y de energía. Siempre sonriendo, sin ningún malestar y con una vitalidad desbordante. 
Se acurruca y se deja vencer por el sueño que le hará todo un poco más llevadero.
Me siento a su lado. Velo su sueño y también el goteo transparente y mágico que la está apartando, poco a poco, de un mal trago, de ese bache en el camino. 


Y a mí casi se me olvida por qué estamos allí y qué viaje no deseado están realizando todas las personas, de todas las edades, que nos acompañan en esa sala. Y casi me alboroza poder compartir con ella tanto tiempo y tantas cosas.Ahora, precisamente ahora.
Así son las cosas. Y me enfada que sea así. Pero siempre lo es y tal vez tenga que serlo. 

Hoy ha sido un día perfecto porque he estado donde quería estar con mis cinco sentidos. Al lado de mi amiga que cada día me da una lección de vida de la que yo soy mala aprendiz pero que siempre estará ahí, mostrándome otros caminos siempre iluminados por su sonrisa.




Conozco varias salas de Oncología de diferentes hospitales. La del Ramón y Cajal es, con mucho, la más agradable. Salas de 5 o 6 personas con televisión sin volumen y con subtítulos. Le da un carácter más humano e íntimo a cada escalón de esa escalada. 
En lo que no he visto diferencia es en el trabajo de los profesionales sanitarios que cuidan de los pacientes. 
Si no cuidamos este sistema de salud público y dejamos que muera, estaremos muriendo un poco todos. 
También por eso me sentí protegida y esperanzada rodeada de esos pitos y esos uniforme verdes que lo hacen todo más fácil a pesar de las deficiencias del propio sistema.