domingo, 11 de septiembre de 2016

El camino

Paseas por un lugar maravilloso. Un sitio en el que, hacía mucho tiempo, te querías instalar y que te parecía inalcanzable, fuera de tus posibilidades. 
Es un lugar esponjoso y cálido, con unos parajes únicos que inundan tu pecho de amor y bienestar y que deseabas tanto recuperar...

No sabes bien por qué te desviaste tanto de esa frescura, de ese impulso vital cambiante, único. Te fuiste lejos,sin querer-crees- olvidando lo importante; y eso nunca te lo perdonarás. Por eso, también, pensabas que nunca podrías recuperar el rumbo. Y sabes que, de algún modo, nunca lo harás del todo. 

Sin embargo, ahora estás ahí. De vuelta.

Respiras a pleno pulmón mientras avanzas por ese camino que no te pertenecía y que has recuperado.Con gran dolor. No ha sido fácil. No lo es.
 Es un camino hermoso que te embriaga, del que nunca quisieras desviarte.
Lo recorres a ojos llenos, húmedos, incrédulos.¡Estás ahí! ¡De nuevo!

Pero vas con mucho cuidado. 
Es hermoso, no lo cambias por nada de este mundo. Quieres estar sólo ahí. Pero el terreno es peligroso. Caminas sobre cristales rotos

y has de ir con mucho tiento. 
Es un terreno minado y si te equivocas, no hay vuelta atrás. 
Es un camino definitivo. Lo sabías y lo has iniciado. Debes continuar, es lo único que quieres hacer, pero con mucho tiento. Tanto que a veces no puedes disfrutar de todo lo que te da. 
Pero no importa. Es ahí donde quieres estar. Sintiendo más cerca su corazón.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Ramas

Te caes. Por mucho que sepas que puede pasar porque vagabas bordeando el abismo, te precipitas desprevenido.
Caes. 
Perplejo.
Casi como si no fueras tú. 
Pero lo eres. La sangre que te bombea el estómago, el cráneo, los ojos, te dice que eres tú. El aliento que te abandona, también. 
Te despeñas. 
Tu reacción , confundida por tu estupor, es lenta. Te abandonas al horror casi como un espectador. 
Pero el dolor te devuelve a la realidad e intentas sostenerte. 
Logras atajar el miedo al recordar que en ese precipicio hay ramas a las que asirte. 
A tu esperanzada desesperanza, le da una tregua el terror que alcanza a intuir que las ramas- que saben que estás ahí, cayendo- te van a sostener, van a  mitigar esos golpes aunque tú no puedas pensar, ni verlas, ni agarrarlas. Ellas lo harán por ti. Porque están ahí también para eso. 
Y solo puedes escuchar el latido loco de tu corazón y el crujido de las pocas ramas que continúan ahí y no han sabido sostenerte. No son adivinas, te dirán. Son solo ramas o espejismos.

Caes sabiendo ya que el golpe es solo tuyo.
Te quedará el aliciente de levantarte. Cuando puedas. 
Sanar las heridas y recomponer las fracturas.
 Al daño se sumaran el desconsuelo y la decepción. 
Y un silencio hermoso que te acompañará con la fortaleza de los que ya nada esperan ni son esperados.