miércoles, 4 de febrero de 2015

DOS MUJERES EXCEPCIONALES


Persigo a Pepa desde que empezó su programa "No es un día cualquiera" en RNE. Coincido con ella en todo excepto en que ella prefiere lo salado y yo lo dulce. En todo lo demás, es como si me viera por dentro. Son dieciseis años sorprendiéndome cada fin de semana con algún guiño o alguna sorpresa. Sus entrevistas son únicas. Son las entrevistas que a mí me gustaría saber hacer. Admiro a Pepa y no he podido evitar decírselo, atreverme a molestarla desde el principio con mis emails, contándole mis emociones y reflexiones al hilo de las suyas. Son muchos años de comunicación epistolar y en las ondas. Es inevitable que yo sienta un vínculo muy especial con ella. Tan lejos pero tan cerca. Como a una hermana (que no tengo) o a una buena amiga le he contado mis impresiones, mis dudas, mis inquietudes... Necesito contrastarlas con ella y no me corto: la invado de vez en cuando abusando de ese vínculo que, de manera generosa, me ha permitido disfrutar.
Por supuesto cuando algo me entusiasma lo comparto con ella. También cuando algo me cala hondo y me habita. Ella siempre me responde. Y siempre me sorprende. No me atrevo a decir lo que siento porque suena exagerado y sensiblero, pero Pepa es alguien muy importante para mí. Es una parte vital de mi paisaje emocional.


Hace ya tiempo descubrí un tesoro, un manantial de energía y fuerza que quiere transformar el dolor, el miedo y la desazón de los hospitales en luz y esperanza. Música en Vena. Y lo consigue. Me entusiasma y me habita por lo mucho que me enseña, por lo que crea, por lo produce en las emociones, por lo que hace cada día. Virginia me abrió las puertas de este prodigio con todo su calor y su entusiasmo y me ha hecho muy feliz dejándome ser parte de él.



Necesitaba compartir con Pepa esta nueva ilusión y así lo hice, sabiendo que a ella también le gustaría.

Nunca me imaginé que iba a llamar a Virginia para hacerle una entrevista y nunca me hubiera atrevido a soñar que me mencionara en ese encuentro, mucho menos que me hiciera participar en él.

Pepa y Virginia, dando alas a MeV. El estómago me hacía hipar de la emoción. No me lo podía creer.

El domingo, 1 de febrero, tuvo lugar ese encuentro. Con la dulzura de Virginia presentando su proyecto y las preguntas generosas y certeras de Pepa dándole el lugar que se merece y destacando sus aspectos más interesantes. Tratándolo con el mismo cariño que nosotras le tenemos. 



Música en Vena en el programa de Pepa, "en mi programa". 

Virginia y Pepa dos de las mujeres que más admiro por cómo son y por lo que hacen y me regalan. 

El abrazo de Pepa que tanto tiempo estaba necesitando darle. 

El equipazo de ese programa que es indescriptiblemente cercano y cariñoso.


Hacía tiempo que no me sentía tan feliz y tan afortunada.



 No hay manera de darles las gracias por tanto a ambas.

Entrevista de Pepa a Virginia  a partir del minuto 16









Tu mano en mi mano (Dedicado a Pepa Fernández)

El domingo , 1 de febrero, no fue "un domingo cualquiera" para mí. Por muchos motivos. Todos hermosos. Pero sobre todo lo fue por el resplandor de tu mano en mi mano.

Hay sueños que pueblan nuestra ilusión y que nosotros, a veces, no nos atrevemos a soñar. Están acurrucados en el filo de nuestra intención, como gorriones que aún no saben volar. Y un día, casi inopinadamente, nos sorprende el aleteo de su voluntariosa urgencia. Y nos hacen un regalo que ilumina nuestra vida y convierten un páramo monocorde y yermo en una vega cuajada de futuro.
Porque la ilusión y la alegría son ya el futuro.

Hay gente que sueña con tener. Yo solo sueño con vivir emociones y compartirlas. Crecer en ellas y construir desde ellas.
Me pregunto si será infantil sentirse dichosa por dar un abrazo a alguien a quien admiras y quieres en la distancia. Si lo será sentirme feliz por poder acompañar  a  una labor que ayuda a tanta gente.

Me pregunto si no es infantil sentir una emoción que me desmadeja al ver como, en la mitad de tu trabajo, en medio de la tensión de una entrevista, concentrada en tu quehacer, extiendes tu mano buscando la mía y la aprietas fuerte; como si hubieses adivinado mi necesidad de abrazarte, de agradecerte tanto a lo largo de tantos años.

Tu mano en mi mano y mi emoción galopando a lomos de mi corazón desbocado, con el temor a que su tamborileo frenético se escapara por los micrófonos y  nos delatara a mí y a mi felicidad al sentir que alguien tan especial como tú me abría su casa y su corazón.

Tu mano en mi mano y para siempre ya, el estremecimiento de la alegría. La de tenerte tan cerca, Pepa.Tan lejos pero tan, tan cerca.

Gracias por todo.