miércoles, 26 de abril de 2017

Sin descanso

Son las cuatro de la madrugada no puedo dormir sé que no podré si no distraigo de algún modo la angustia que galopa en el traqueteo de mi corazón enciendo la radio casi no tiene pilas la oigo mal
busco un programa donde la gente habla cuenta sus cosas "Hablar por hablar" de pronto una señora comenta que está en contra de las residencias que todos sabemos lo que son pero que claro ella tuvo la suerte de poder dejar de trabajar y poder ocuparse de su padre con Parkinson avanzado me lanzo como un resorte al baño quiero vomitar

sábado, 22 de abril de 2017

Un regalo

Ayer me regalaron un cuaderno precioso. Y bolis.
 Y me regalaron mucho más sin saberlo. 

Ellas me empujan a escribir. Como si fuera su necesidad y no la mía la razón de hacerlo. 

Me empujan al mundo en el que logro respirar. 
Me empujan a vivir a letras llenas.
Me empujan a realizar lo único hermoso de lo que me veo capaz. Lo único con sentido.
Me empujan a ese universo en el que mi corazón deja de doler para ser y encontrarse con su verdadero latido.
Me empujan y miman mi yo más auténtico y vulnerable.

Las palabras a veces se me atragantan. De pura angustia e impotencia. Hay muchos agujeros con los que no pueden las palabras. Se arremolinan a su alrededor y se agarrotan aterradas ante ese precipicio.

Otras veces me salvan. De mi misma, sobre todo. Y por ello, frecuentemente, son un espejo dolorosísimo. Cuánta emoción encapsulada en palabras cuando en la vida soy incapaz de demostrar cuánto siento y cuánto quiero. 

A veces las palabras me señalan como una impostora de la vida o al menos así me siento.

Mis fieles compañeras, las palabras....

Ayer dos personas me hicieron un regalo. Enorme. Me empujaron.


Gracias Boli e Inma por creer en lo único bueno que descubro en mí. Con enormes dudas de que sea realmente bueno.

Gracias Rosa y Viquilandia por empujarme también.

miércoles, 19 de abril de 2017

Marco su ropa

Marco su ropa. Para que no se pierda. La ropa. Él.
Marco su ropa y recuerdo el gozo de marcar la ropa de tu niño cuando salía de excursión o iba al cole.
La amargura de esta tinta no responde al contento de una excursión. Sello con su nombre la expulsión de su propia vida. Firmo su sentencia.

La vida me aplasta como su propia ley marca. 
Llega de improviso la losa que incrustada en mí, sepulta mi respiración, mi mente, mi corazón. Llega porque tiene que llegar. Siempre llega. Muy pocos logran esquivarla. Quizá los generosos saben vivirla sin esta angustia extrema.

La vida me aplasta y yo marco su ropa. Y apenas soporto pensar en lo que va a venir. 
Hay heridas peores que la muerte. Umbral intentó decir lo contrario con esta frase infinita. Inabarcable:
 "También el horror puede llegar a ser de alguna manera confortable"

Aplastada, me levanto.
 Camino, aplastada. 
Hablo, aplastada. 
Se puede vivir aplastada.
 Parece que no y tienes la tentación de buscar alguna salida fácil a esa brea por la que intentas desplazarte. 
Su peso y su oscuridad no te lo permiten. 
Levantas la cabeza. Intentas salir de ti. Un momento. Olvidarte de ti. De ese cansancio infinito que eres. De esa mezcla de emociones en las que se ha convertido  tu estómago y que eres incapaz de digerir.Miedo, tristeza, culpa, rabia, ternura, dudas, desvalidez,traición, cariño, angustia, más tristeza, más miedo....dolor.
 Quieres desenredarte un poco, poder mirar hacia fuera. Ver además de mirar. Desplazar tus párpados lejos de tu corazón y de tanta, tanta confusión. Y no puedes.

Sin embargo tres luces rojas cálidas, hermosas, sabias, atraviesan esas membranas y la brea y tu propia incapacidad de saber vivir. Y así, no sabes cómo, te hacen ver un destello. 
Tres luces rojas cargadas de vida y de heridas te sostienen y te acunan y te hacen querer aferrarte a todo lo que amas y que tienes y no puedes disfrutar. Todas esas pequeñas cosas que hacen de la vida un milagro y que tú, ahora, no puedes evitar perderte.

Esas tres luces vestidas de serenidad, de fuerza y de alegría logran que quieras quererte. Están ahí cada día para que no olvides que si ellas te quieren es que tú eres amable y puedes remontar.

La diferencia, a veces, entre estar viva y sentir que lo estás, es una cálida luz roja en tu camino. Yo he tenido tres. Las tengo. Soy afortunada.


Marco su ropa y tatúo una cicatriz en mi corazón. 




No sé qué haría sin Joaco y sin mi hijo en estos momentos. No sé qué haría sin saber que tengo a algunas personas cerca. Supongo que sobrevivir a la losa, con ella a cuesta. Vendrán y las hay, lo sé, otras peores.

No es lo mismo querer estar que estarlo. 
Sé que tengo a gente a mi lado. Aunque sólo sea para saber que están ahí.
Mis tres luces han estado y han sabido estarlo. 

Es algo por lo que siempre lucho. A veces no vale con un "no estás sola". "Si necesitas algo, aquí estoy". Nunca valen esas frases solas. Yo siempre intento llenarlas de recursos, de ayudas reales aunque solo sea una melodía o una recomendación de un libro o una película o un texto o una asociación. Quizá no llegue como una ayuda real pero yo así me esfuerzo en lanzarlas. No sé resignarme a las simples palabras.

No vale querer estar. Hay que saber abrir veredas cuando la otra persona no puede. No todo el mundo sabe hacerlo. Ni lo intenta.

La residencia

Imagínate que un día no puedes andar. Te levantas y tus piernas se doblan como un trapo.

Nada de lo que quieres hacer depende de ti. Todo depende de quien quiera ayudarte a moverte. No puedes hacer casi nada solo.


Imagínate que te dicen que has dicho que dijiste...y nada tiene sentido para ti. Lo recuerdas pero no lo entiendes. Aparecen fragmentos de objetos arrojados por ti que no recuerdas haber visto ni tocado.
Sabes quien eres, quienes son los que te rodean pero no entiendes nada. El mundo se ha puesto patas arriba y no logras aferrarte a él. Vives en mundos paralelos que se cruzan y que no sabes por qué ni entiendes a quien intenta explicártelos.

Estás perdido. Sólo. En una soledad sideral. Sin poder moverte y sin entender quién eres ni en qué se ha convertido tu vida.

Imagínate que las personas que más te quieren y a quien más necesitas, te llevan de refilón a un sitio nuevo donde desaparecen todas tus cosas, tu vida se trasplanta a un mundo nuevo lleno de gente desconocida de la que dependes y donde pasas las horas rodeado de impedidos como tú. Rodeado de desconocidos herméticamente instalados en su ruinera. Islas a la deriva. Alaridos mudos de soledad y dolor.  Seres frágiles, necesitados de cariño y calor, solos, abandonados a su desgracia , con cuidados profesionales, eso sí. Recibes visitas diarias de tus seres queridos pero cada  noche te quedas allí, rodeado de olores y sonidos ajenos, como un sudario. 

Imagínatelo...¿Puedes?

Gregorio Samsa sin futuro y con la única  pavorosa compañía de decenas de Gregorios Samsas que te repugnan como tu propia vida.

In memoriam

"Emito mis alaridos por los techos de este mundo"

No te detengas

   No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
   No te dejes vencer por el desaliento.

   No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.


   No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.

   No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.


   Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.

   Somos seres llenos de pasión.
   La vida es desierto y oasis.

   Nos derriba, nos lastima,

nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
   Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
   Tu puedes aportar una estrofa.
   No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.

   No caigas en el peor de los errores:
el silencio.

   La mayoría vive en un silencio espantoso.
   No te resignes.
   Huye.
   “Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.


   Valora la belleza de las cosas simples.

   Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
   Eso transforma la vida en un infierno.

   Disfruta del pánico que te provoca

tener la vida por delante.
   Vívela intensamente,
sin mediocridad.
   Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.

   Aprende de quienes puedan enseñarte.

   Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
   La sociedad de hoy somos nosotros:
   Los “poetas vivos”.

   No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas …


WALT WHITMAN (1819-1892)



Emito mis alaridos y encuentro mi propio eco. 

Un eco aterrador que es más silencio que el propio silencio.

Dejo de creer en las palabras. 


Y caigo en el peor de los errores. Y no le digo a mi padre lo que él no quiere saber ni entender.

Y no le digo a mi madre el dolor que me ha pillado a traspie.
Y no le muestro a nadie la carcasa de despojos en la que me he convertido. A nadie le puedo explicar la losa que llevo dentro y sepulta todo lo que puedo ser o ya fui. Porque las palabras no pueden gritar todo ese lamento.

Mis palabras se agazapan, se encogen. Porque son ingenuas y esperan. Yo trato de convencerlas de que no podemos permitirnos la esperanza. Pero ellas que son bastones poderosos no entienden la vida sin esperanza y a ella se lanzan. Al vacío casi siempre. Y se pierden.

NO hay nada más doloroso que una palabra cargada de esperanza, perdida. Nada que cave más profundo la tumba de los sentimientos y las relaciones.

Por eso son tan peligrosas las palabras que esperan. Por eso duelen y se agazapan y van perdiendo la fe.