jueves, 25 de julio de 2013

AUSCHWITZ II

¿POR QUÉ?  
Mucha gente se pregunta - es una pregunta que está en el aire- cómo fue posible que un pueblo tan cultivado como el alemán,
fuera capaz de algo así. Creo que la pregunta es una escudo defensivo, es un intento de tirar balones fuera. Al plantear esta cuestión, ¿queremos proponer que los demás, siendo menos elaborados que los alemanes, no seríamos capaces de tal monstruosidad? 

           Falso. Lo que pasó en Alemania en aquel momento, podría haber pasado en cualquier parte del mundo y por supuesto, pasó, en toda Europa (Nosotros tuvimos una versión no sé si descafeinada de este rodillo exterminador). La barbarie se instaló en Francia, en Bélgica, en Holanda, en Italia...con la absoluta colaboración de los ciudadanos de esos países. No hablo de no querer ver, de mirar hacia otro lado;de  aprovecharse pasivamente de las ventajas que la nueva situación les proporcionaba sin hacerse más preguntas.
Que también. Hablo de formar parte de la maquinaria de matar, de la participación activa en la que se afanaban los que podían ejercer algún tipo de poder o autoridad contra otras personas. La crueldad y el envilecimiento con el que trataban a los caídos en desgracia. Sin preguntarse por qué aunque sabiendo bien para qué.  La connivencia justificada con la repetida frase "yo sólo cumplía órdenes". La obedencia debida que se interpone entre lo que somos y lo que hacemos y que difumina los límites del MAL. 
               No se trata de un ser maligno que nos somete a su voluntad todopoderosa. Todos somos parte de ese mal, el mal es posible porque no sabemos (o no queremos) anteponer nuestra conciencia de lo que es incorrecto a nuestro cumplimiento del deber. Por cobardía o por simple responsabilidad mal entendida,
callamos ante la injusticia y la aceptamos o colaboramos con ellas. Todos somos el mal y el mal es posible porque colaboramos con él. 
Hanna Arendt así nos lo recuerda:"Todos podemos ser Eichmann".
               Esto se entiende de maravilla, se siente en los huesos, con un librito que a mí me hizo vivir la tortura de la protagonista de manera directa y con el que pude entender muchas, muchas cosas sobre esto que intento dilucidar.La llave de Sarah.También hay una película pero el libro es mucho mejor.

 
REBELARSE
Estoy completamente convencida de que yo moriría pronto en las condiciones de una campo de trabajo como los campos nazis.Y me pregunto qué impele al hombre a soportar tanto. La respuesta es triste y amarga: la esperanza. Así nos lo explicaba el grupo de teatro Konkret en su obra Matadero Occidental.

   
Muchos ahora nos preguntamos por qué los sometidos no se rebelaron y aceptaron morir matando frente a ese infierno de muerte en el que los alojaron. Esa es la respuesta:
 Nos aferramos a la esperanza de no perder lo poco que tenemos y esperamos que el rodillo pase y podamos esquivarlo.Y lo aceptamos sin rebelarnos. Como ahora, en 2013.  Con la esperanza de que un día acabará y la vida volverá a ser lo que era otra vez.
           
Sin embargo, después de la esperanza, la vida  no vuelve, la vida se ha convertido ya en otra cosa.


SOBREVIVIR
Siempre me he preguntado cómo podía soportar un superviviente, el recuerdo del infierno. Cómo se podía vivir después de haber sobrevivido a Auschwitz.Tanto los vergudos como las víctimas.Hay un libro basado en un caso real expuesto en un documental de la BBC que nos habla de esto  y refleja muy bien este antagonismo: El mal absoluto.
 
Los supervivientes en múltiples ocasiones han confesado, avergozados, su sentimiento de culpa por sobrevivir.
Como si haberlo conseguido supusiera haber traicionado a los que se murieron, haber jugado sucio. Muchos de ellos que pudieron soportar lo insoportable no pudieron aceptar esa conciencia de culpa y acabaron con su vida.

Los verdugos se escudan en que cumplían órdenes. Sólo nos queda preguntarnos si en su fuero interno realmente lo sienten así y les sirve para domir felizmente por la noche o besar impunemente a sus nietos. Esta joya incluída en una Caja de Música, también se lo pregunta.