domingo, 25 de mayo de 2014

El viento ha traído mares a mi casa

Salgo acariciada por el sol que me estalla en ráfagas encabrilladas. El viento cabalga en un campo pardo que se estremece en olas pausadas y cálidas. Un mar de secano silencioso, moteado de  la espuma blanca de unas espigas ya doradas que se comban seguras e incansables.


 Cierro los ojos para aplacar su ansia. Empachados de belleza, no se dejan posar y bailan por  retazos de azul limpio que miles de nubes juguetonas tejen en el cielo.    
Otro mar celestial que me apabulla y embruja. Nubes que se persiguen en un juego imposible de blancos y grises.

Al fondo la montaña recién nevada se recorta  en un guiño intenso de colores imposibles, tan entrado ya mayo.

Bajo de nuevo la mirada hacia una tierra jaspeada de amarillos. Me fascina como un mago el vaivén cautivador de unos arbustos altos, cuajados de hojas amarillas y plateadas que destellan incesantes. Es la retama con un dolor dulce y desprendido que te recibe antes de llegar, impregnando todo el campo

Pero quiero bañarme de nuevo en ese océano de hierbas verdes, pardas, altas; acunadas por el viento en un sinuoso baile que me envuelve y me sosiega como una caricia . 


 Mis ojos se alojan en esa danza dúctil y sedosa que impregna mi ánimo de roces tiernos, susurrados por esa brisa que, hoy, ha traído mares silenciosos a mi casa.