viernes, 28 de enero de 2022

No acepto nada más

 Envejecer es aceptar que la vida es una pérdida.

Madurar es aceptar.

Eso dicen.

Sigo siendo la adolescente que no entiende y no acepta. Que no puede vivir lo inevitable con serenidad. Y se revuelve. Y busca otros caminos que no existen. 

La aceptación es un don. O un privilegio. O pura sensatez. O pura inteligencia.

No lo acepto, ¿sabes? Estás aquí como hace un mes. No te veo, no hablamos, pero estás. No puede ser lo contrario.

No puedo verbalizarlo. Y hablo de ello de manera, así, como neutra porque es como si fuera una película, algo que no es. Que parece ser pero no es. Cuando he tenido que verbalizarlo lo he tenido que hacer abrazada a alguien. El hueco que dejas en mí, no se sostiene sin otro cuerpo que lo tape, que lo cubra, que lo proteja.

Lo que se nombra, existe. Yo sólo te nombro a ti y a todo lo que me habita de ti. Y te hablo. Y estás. Y no acepto nada más