lunes, 19 de agosto de 2013

EL PORVENIR

Nada de lo que queda por venir me produce más que inquietud, miedo, desasosiego.

 Nada de lo que aparece en mi horizonte me despierta ilusiones o alegrías.

 El futuro se me aparece como un telón oscuro lleno de miedo y de tristeza. 

Me empeño por eso en vivir el presente, sin querer mirar al fondo. 


No levanto la vista para no ver la inevitable despedida de mis seres queridos que llegará demasiado pronto (nunca es suficientemente tarde). 

No levanto la vista para no ver mi futuro profesional siempre pendiente de un hilo, en este momento más frágil y quebradizo que nunca e hilvanando mi propio  desgaste personal. 
Tampoco me ayuda levantar la vista para mirar atrás porque entonces me pregunto qué he estado haciendo toda mi vida- además de trabajar sin parar- para estar en el mismo sitio de manera más precaria, claro.

No levanto la vista para no ver mi decadencia física también inevitable por mucho que yo luche contra el paso del tiempo y no piense colaborar con él.

No levanto la vista para no ver la situación general de este país, de este mundo, que parece dispuesto a destruirse sin pestañear y en beneficio de unos pocos.

Levanto la vista para ver a mi hijo crecer, hermoso, con fuerza. Y aún eso que me hace levantar la vista y un poco el ánimo, me llena de congoja porque sé que cada vez estará más lejos de mí y cada vez más sentiré que lo he ido perdiendo por no hacerlo demasiado bien. Como me pasa ahora.

No levanto la vista y con los ojos bajos me refugio en el presente que me regala todo eso que algún día echaré dolorosamente de menos.