viernes, 3 de mayo de 2013

Una tortuga sin caparazón


No se me ocurre una imagen más clara para representar la fragilidad, la vulnerabilidad,la indefensión. 
Y nunca se me hubiera ocurrido si no me la hubieran prestado en una escuela de padres en la que participé hace ya algunos años. Allí me hicieron entender que los adolescentes se sienten exactamente así: como una tortuga sin caparazón. A pesar de su tremenda prepotencia, egoísmo y descontrol con el que nos obsequian. Están perdidos, buscan su sitio, quieren experimentar y tienen miedo al mismo tiempo y lo hacen dando palos de ciego (sobre todo a sus queridas brujas, digo, madres). Lo cierto es que yo sabía todo esto porque no hace tanto que fui adolescente ( :) , de algún modo creo que todavía lo soy), pero sentir la sensación de una tortuga sin caparazón me desarmó por completo. Fue una imagen dolorosa que se me hacía insoportable aplicada a mi hijo. 

Estamos en plena adolescencia y yo olvido, frecuentemente, el debate interior que supone para él. Olvido lo poco o mucho que aprendí en aquella escuela al no entender que su pérdida de tiempo, su desorganización, su descontrol, su silencio, su forma de estar en el mundo, es vital para él y que cada una de esas cosas que me sacan de quicio, están jugando un papel fundamental en su formación como persona. Así que las desavenencias son continuas y siento que he perdido este desafío antes, casi, de iniciarlo. 
        No tengo paciencia para repetir todo mil veces sin ningún resultado, no tengo energía para ir recogiendo los "platos roto"s que va dejando a su paso, no quiero vivir en el caos y la dejadez. 

Es el momento de camuflar la realidad, de maquillarla, de la improvisación, el desorden y el silencio. De las malas contestaciones y las salidas de tono y yo, no estoy preparada para esto.

  No niego que yo tenga mucho que ver en esta ruptura de comunicación con mi hijo. Soy impulsiva y un poquito terrorista y es cierto que cuando él va yo ya he vuelto veinte veces y le dejo sin argumentos.Me enervan muchas cosas y me cuesta mucho controlarme. Y es un desgaste brutal en el que no queda sitio para la alegría y las ganas de estar juntos. Triste.  Y cada noche me acuesto diciéndome que mañana lo haré mejor y podré sortear con temple lo que se me avecine. 

Pero ese mañana no llega. Y me pregunto cada día, cómo hablar con mi hijo cuando me paso el día regañándole porque no da pie con bola y tenemos que convivir: no está solo. 

         Cómo hacer que le llegue  todo el amor que siento por él cuando lo único que le llega cada día, casi cada hora, es que no hace nada a derechas.

          Cómo hacerle ver que me gustaría poder aceptar el caos en el que él se instala y nos instala y se siente en su salsa, pero que a mí me perturba creándome un desasosiego que me impide vivir feliz. 

              Cómo, en medio de "este ambiente cordial" puedo hacerle saber que me gusta cómo es, que me enseña algo nuevo cada día y que me emociona verle tan buena persona, tan sencillo, tan inteligente en sus emociones y sus necesidades. 
Él sabe cómo admiramos su labor diaria. Saca adelante los estudios a pesar de dedicar su tiempo libre a la percusión y la natación / waterpolo. En ambas cosas destaca y no hay nada que más nos guste que verle disfrutar con ellas.Lo sabe pero no sé si se lo decimos suficientemente, perdidos, día a día, en desencuentros.

      Cómo hacerle saber en medio de tanta reprobación, que confío en él de tal modo que el miedo que me produce que se pierda en la confusión del momento, que confunda estímulos con realidad o impulsos con deseos, se relaja cuando recuerdo quién es él y cómo es. 

            

                Me consuela que otras madres me digan que ellas andan en lo mismo,que es la edad, que tiene que ser así. Pero no me ayuda a desembarazarme del nudo en la garganta con el que me acuesto ni a arropar  la necesidad de abrazarle y acurrucarme con él. Y eso es lo que hago cuando duerme y fantaseo que en ese otro mundo de los sueños le llega todo mi amor que se queda rezagado en discusiones y desencuentros que debilitan nuestra relación y mi corazón.

Y con esa ilusión acaricio su carita que todavía me recuerda, cuando duerme, al niño que me abrazaba y me llamaba mami y me buscaba y me escribía cosas como estas (transcripción)

Un poema solo para ti


Eres más bonita que las rosas de la pradera
Cuando llego a casa siempre pregunto por 
mi rosa de la pradera
Cuando me dicen queno me pongo muy triste
y cuando medicen que si emprendo la gran
busqueda para encontrarte.
Muchas veces me guardas del frío


Lo escribió el solo y no puedo dejar de emocionarme cada vez que lo leo. Y me pregunto qué quedará de la ternura y el amor que desprenden esas palabras tan dulces y profundas en un niño de seis años.


Echo de menos a mi niño y sus abrazos.Nunca sabrás cuánto, Raúl. 








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