viernes, 21 de junio de 2013

Un presente

Tengo que hacer auténticos esfuerzos, deberes intensivos, para que el presente no se me escape perdida en reflexiones sobre el futuro y el pasado. Me instalo sin darme cuenta en la planificación del futuro inmediato o me deleito en recorrer momentos o conversaciones intensos, felices, emocionantes,  del pasado. Y así, de ese modo tan fluido, me pierdo el presente. Completamente. Es decir, ¡¡¡no vivo!!!  "Vivo sin vivir aquí".

Hoy he ido a correr a un parque en el que me gusta mucho hacerlo porque es un parque lleno de árboles de muy diferentes tipos. Un parque fresco en el que, en estos momentos, se puede gozar de la fragancia intensa de su rosaleda. Me gusta correr en él porque disfruto, al mismo tiempo, de los colores, sonidos y olores que lo pueblan y nos regala, y porque el camino está flanqueado por chopos que me acompañan en su vaivén diamantino y alegre que no me canso de contemplar cuando el sol les da de frente. He ido con la intención de disfrutar de todo esto porque correr no es, así, un simple ejercicio aeróbico mecánico. Correr se convierte  en un deleite renovado a cada zancada. 


Pero sólo lo he disfrutado en parte. Me he perdido en mis elucubraciones y con ellas también me he perdido, por momentos, el disfrute de unos árboles

que ahora están hermosos, alegres y exuberantes: las CATALPAS






Con sus flores blancas

que se abren como musicales campanillas , sus vainas y sus enormes y preciosas hojas.





En algún momento, absorta en mis pensamientos, me he perdido

-del mismo modo- el espectáculo del brillo del sol cimbreante en el murmullo de las  hojas de los chopos.

Una pena. He perdido el instante, la maravilla del momento que ya nunca será igual porque será otro. Otra la luz, otro el aroma, otra la emoción. 

Para resarcirme de aquello que ya no podía recuperar por estar en lo que ya no era y en lo que podrá ser, he buscado mi rosa.
Una rosa violeta, perfecta, con una fragancia penetrante y adictiva que siempre saludo cuando voy. Me he colmado de su belleza impactante y de su aroma único. Me he empachado de ella para recordar, con el polen todavía en mi nariz, que el presente es eso, un presente. Y aún sabiendo que  es lo único que tenemos, con frecuencia lo malgastamos en temores o nostalgias, en proyectos o remembranzas que nos impiden retener  ese regalo que se nos ofrece a cada segundo, si sabemos mirarlo y vivirlo bien.