domingo, 28 de abril de 2013

El (mal llamado) síndrome de Diógenes


No sé desprenderme de las cosas. En cuanto han pasado una temporada formando parte de mi vida, soy incapaz de tirarlas, de deshacerme de ellas. Mi chico empieza a pensar que es patológico y no sé si lo es, pero realmente se está convirtiendo en un problema, al menos, de espacio.

 También lo es porque la acumulación colabora mucho a la confusión y el desorden que son dos enemigos míos muy enconados. Ambos contribuyen a que, con mucha frecuencia, yo no sepa lo que tengo y algo mucho más absurdo, dónde lo tengo.
 La pregunta ahora es obvia ¿no?:¿para qué guardar cosas que no sabes que tienes o no puedes recuperar porque no sabes dónde están? 

               Soy consciente de ello y sin embargo, no puedo desligarme de nada. Me cuesta hasta tirar los frascos (algunos preciosos) de colonia cuando se acaban: ¡¡¡pero si han estado acompañándome día tras día en el toque final de mi puesta a punto diaria, como rubricando la armadura que me prepara para comenzar un nuevo día!!! 
Tengo jerseys (que no me pongo, claro) que mi madré me tejió  hace más de treinta años; por supuesto, todas mis muñecas y muchos de mis juguetes (palomitón, armario de la Nancy, golositón, aspiradora...); por supuestísimo, mi diario de cuando tenía 14 años; cartas, papeles, recuerdos de amigos del instituto; los apuntes de la universidad ( cuya letra no entiendo ); todos los trabajos de mi hijo, de la guardería... ¡Ah! Imposible tirar nada que sea morado, lila, violeta. Ni siquiera un bolígrafo acabado. 
             Entiendo que no tiene sentido y, sin embargo, a pesar de entenderlo muy bien, no dejo de sentir un desgarro cuando tengo que despedirme de alguna cosa con la que he convivido un tiempo. Es como si me arrancaran algo de mi interior, y me acongoja la pena y siento un malestar que me dura tiempo y que no deja de presentarse cuando me acuerdo de ello.

Como siempre, me pregunto por qué. Qué quiere decir esto, qué me está diciendo este vínculo, nada premeditado, con las cosas que me rodean. 
          No se trata de un afán de posesión, ni de avaricia. No tiene nada que ver con tener para ser, en el sentido de acumular riquezas: nada de lo que guardo tiene un gran valor crematístico (¡¡¡¿Un frasco de perfume vacío?!!!) No se trata de querer comprar y acaparar. No. 
          Hablo de lo poco o mucho que ya tengo.  Y creo que tiene que ver con mi resistencia a que las cosas terminen. No acepto con facilidad que algo que me gusta, que es parte de mi vida gozosamente, desaparezca. Es una manera, creo yo, de intentar retener el tiempo, de tratar de engañarlo y hacerle ver que consigo pararlo. Una especie de espejismo con el que conjuro la  fragilidad, la tremenda sensación de fragilidad  con la que, a veces, se me aparece la vida. La fantasía de atrapar lo efímero  y atrincherarme entre mis cosas para detener la destrucción inevitable del tiempo.

Me duele desprenderme de lo que quiero. Me resulta insoportable. La vida se me desdibuja y me pierdo. 
      
No estoy hablando de una muñeca barriguita (Todavía conservo a  Luchita,con sus trajes. Luchita fue un regalo de una amigo cuando yo tenía ¿16 años?, que se convirtió- aquellas cosas de la pandilla- en una especie de "hija adoptiva" del grupo y con la que pasamos buenos ratos y canalizamos algunas emociones y afectos).
          Hablo de la gente, de las personas sin las que no entiendo la vida. La gente que es mi vida. Sólo he perdido a algunas personas muy queridas porque murieron. También he perdido algunos amigos que todavía seguirán vivos y cuya desaparición me dolió más que si hubieran muerto. Porque ese vacío en el que, de repente, se encontraron mis pies, ponía de manifiesto que no eramos amigos y que todo lo que yo sentí y viví y todo mi amor por ellos se había esfumado como en un cruel juego de prestidigitación. 

Esas ausencias rompen mi vida, la desarticulan y me dejan inerme, a la intemperie; con una sensación de irrealidad que me cuesta remontar y que siempre se quedará ahí, como una herida palpitante.
Por lo tanto, puedo anticiparme al dolor que sentiré cuando mis padres ya no estén conmigo. Me preguntó cómo podré vivir sin ellos, cómo podré recomponer mi vida sin poder acudir a ellos. Por eso ahora voy conservando de mil maneras sus presencias.Acaparo sus sonrisas y cada uno de los minutos que paso con ellos. Y me deshago prematuramente en la nostalgia de su inevitable ausencia.

Muchas veces he pensado que no sé vivir, que me cuesta vivir. Y esto sería un ejemplo de ello. Sin embargo ahora que voy entendiéndome más y queriéndome más, aceptándome como soy, empiezo a pensar que no, que no se trata de no saber vivir. Es más bien, una consecuencia de todo lo contrario. Se trata de vivir con pasión, con entrega, en plenitud. De crear redes por las que avanzar y aferrarse cuando las cosas se tuercen. Es cierto que cuando la red se rompe, el precipicio se hace insoportable. Pero ahora sé que podré asirme a otras redes que no andarán lejos porque ya me habré encargado yo de reforzarlas, de negarme a abandonarlas y a que me abandonen.

                Estas impresiones han surgido a raíz de un hecho muy significativo y poderosamente elocuente (y muy tonto, también). Acabo de comprar una librería que ocupa toda una pared de mi salón. Una pared que antes estaba despejada y algo destartalada. Era una pared luminosa que ahora ha perdido su luz, apagada por el mueble. Echo de menos esa luz, la grata caricia del cuadro que en ella me recibía. Siento un pellizco cuando paso al salón, un malestar que me impide disfrutar del nuevo mueble que hará mi vida más fácil (mueble del que en unos meses no podría desprenderme ya). Como sé que es una gran tontería y que a nadie puedo contarle "esta  penas" lo he querido dejar aquí, en este rincón, que tantas cosas me hace entender y aprender y tantas emociones me está dando.Para entenderlo, para reconciliarme con ello. Ha sido la única manera de entrar al salón y sentirme mejor. 
Otra vez, la escritura sanadora. Como casi siempre.





Más coincidencias ante las que siempre me emociono. Según estoy escribiendo esto,  escucho la radio, el programa de Pepa Fernández "No es un día cualquiera". Esta entrevistando a Julio Llamazares.Desde que leí  "La lluvia amarilla",
hace ya muchos años, sigo a este escritor con cierta devoción.  Hablan sobre su último libro:"Las lágrimas de San Lorenzo", libro que compré ayer mismo (coincidencia) y que tengo muchísimas ganas de leer. Pepa va desgranando las reflexiones del libro en preguntas certeras, las preguntas que a mí me gustaría hacerle  al autor si lo tuviera delante y que no sé si se me ocurrirían pero que Pepa borda (por eso, entre otras cosas te quiero tanto, Pepa). En cada pregunta, en cada frase, abro los ojos y me estremezco porque recoge muchas de las cavilaciones que me acompañan cada día y que irán aflorando si no lo han hecho ya. Muchas de las que contempla este libro enlazan con este post y me ha gustado mucho que así sea. El paso devastador del tiempo y la ilusión de querer retenerlo. Me ha gustado mucho esta frase: "Pasamos media vida perdiendo el tiempo y la otra media intentando recuperarlo"


Si queréis escuchar la entrevista completa, pinchad en este link 
ENTREVISTA A JULIO LLAMAZARES 



Somos los mismos


Ayer estuve en una cena en la que nos reunimos antiguos alumnos del colegio en el que crecí. El grupo no fue nutrido y , por supuesto, ya nada sabemos unos de otros salvo algunas excepciones. Había personas con las que he compartido partes muy importantes de mi vida, experiencias únicas.


         
                                      



                                   
  Pero muchos, no pertenecían al  grupo con el que pasé todas las horas de mi adolescencia. No importaba. Para mí es sorprendente y muy gratificante reencontrarme con gente que constituyó un paisaje en mi vida (quizá el más importante) y poder hablar con ellos como si no hubieran pasado..... los años (pa´qué vamos a especificar). 

           Son momentos para el recuerdo, para la anécdota, para la risa y la alegría. Cada uno carga con su maleta de frustraciones, de triunfos, de amarguras y de plenitud. Pero ayer era el momento para la alegría: estábamos allí, mucho más viejos, sí ¿y qué? Todos reconocíamos a los chavales que fuimos y todos nos consolábamos al comprobar lo mucho que habíamos cambiado y , sin embargo, que eramos los mismos. Porque así es: somos los mismos.

Mirad, si no
<  
(jajajajajajaj Me parto: no he podido editarlo derechito. ¡Hala! a estirar el cuello o darle la vuelta al ordenata jajajajajaj)

        Se nos amontonaban las preguntas.Ahora estabas aquí, con este grupo, y luego en el otro; y las conversaciones saltaban, fluían y se desvanecían y todo y nada se quedó en el tintero y teníamos ganas de disfrutar, de reír, de compartir. Por eso, claro, compartimos también algunas tristezas. No muchas porque la noche nos pedía otros tipos de emoción. Pero estábamos allí para volver a ser aquella pandilla con la que, inevitablemente, compartíamos nuestras penas y nuestras glorias y volvimos a ser aquellos adolescentes que necesitaban la risa y el abrazo, la mirada cómplice del otro, la tranquilidad de sentirse en casa y descansar.            Y en esa complicidad, en la necesidad de ser quienes somos y salpicadas de risas y de guiños, aparecieron  nubes negras.  Algunos de nosotros sacó de su corazón lo que le ha pesado y le pesa y nos demostró que él era el que fue y, a la vez, otro muy distinto. Pero sobre todo nos demostró que alguna vez fuimos muy importantes unos para otros y que en unas horas podíamos recuperar eso (Gracias, Prada).



A mí me estalló, como si se me hubiera hecho añicos el vaso que llevaba entre mis manos, la noticia de que uno de nosotros había muerto. Hace más de treinta años  que no lo veía, ni sabía nada de él; aunque, curiosamente - y  para mí estás "curiosidades" son muy significativas- a través del "libro facial" yo le había encontrado y me había interesado por él no hacía mucho tiempo. Javier Montejo. De manera fulminante, como si hubiera un mecanismo traidor o tremendamente humano y perceptivo, me llegaron en tromba los muchos momentos que compartimos Javi y yo. Creo que en un momento muy, muy lejano fuimos amigos, aunque después nuestros caminos se separaron para no saber nada en absoluto uno del otro y pasar a ser un simple recuerdo. Pero parece que no tan simple, porque algo se congeló dentro de mí cuando me enteré.  Y eso me confirmó que, efectivamente, ya nada somos ni nada significamos en la vida de nuestros compañeros y, sin embargo, sin nosotros saberlo, ellos forman parte de lo que somos y todavía nos estremecen con su cariño o con su ausencia.


         Por el momento vital en el que estamos,  todos nos enfrentamos con la dura realidad de ir perdiendo parte de lo que la vida nos ha ido dando. En esta cuenta atrás es inevitable reflexionar y sentir cierto vértigo ante el paso del tiempo (excepto algunas personas inteligentes que saben cómo esquivar estos abismos inquietantes e inútiles. Pae, siempre aprendo algo cuando estoy contigo. No sé si lo sabes, pero eres una "monstrua" en inteligencia emocional - en la otra también-). 
        En medio de ese vértigo, la muerte aparece como la gran sombra que no acabo de aprehender. No acabo de asirla, se me escapa o la huyo, no sé. Tal vez  porque, afortunadamente, no he tenido que enfrentarme a ella de manera directa. Tal vez porque mi cobardía me lo impide. Tal vez porque es un concepto  desconocido y maquillado, que choca tan frontalmente con la fuerza de la vida, que es imposible acabar de entenderla o aceptarla.

        Sin embargo, estoy empezando a pensar que es posible que lo único interesante de envejecer sea que acabarás aceptándola como el descanso necesario. Quiero pensar que en esa acumulación de achaques- carrera en la que ya estamos- y en la pérdida tan dolorosa de los seres queridos, vamos a ir encontrando esa sombra, como una posible luz en la que descansar y reencontrarnos con quienes ya se han ido. No pienso en el paraíso, ni en otro mundo feliz. Simplemente en la idea de recorrer un camino en el que otros se me adelantaron y al que ya no tendré miedo porque ellos ya estuvieron allí y sentiré que me están esperando. Descansar y recuperar la sonrisa de  todos a los que amé y ya no están...Desde esta perspectiva, no me parece  ya tan horrible el punto y final. 

Hasta que llegue, que espero que sea muy, muy, muy, muy, muy, muy,muy,muy,muy tarde, intentaré impregnarme de la vida a bocanadas intensas, aprendiendo a disfrutar de las pequeñas cosas que son las más grandes. Pequeñas cosas como recuperar en una mirada de complicidad de un compañero a quien no veo en años, el cariño y tantas cosas.



Brindemos chicos, por los que no están ya y por muchas noches como la de ayer.









Tejo, espéranos con la moto a punto para cruzar otros senderos.Un beso donde estés.

En recuerdo de Javier Montejo, aunque él fuera un rockero y disfrutara de otras músicas (pinchar aquí)


sábado, 27 de abril de 2013

Youkali


Youkali es el nombre de una canción de Kurt Weill. Una canción que habla de una tierra en la que todos los seres humanos pueden entrar para aliviar su dolor, donde todo el mundo es acogido y donde el amor es la moneda común. 


                            


         A menudo no somos conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Entonces el vacío nos recuerda que ese espacio estuvo lleno y nos asistía. El hueco se hace enorme y con él recobramos, ya tarde, la dimensión de lo que fue y tal vez por no calibralo en su medida, nos damos cuenta de que no lo supimos disfrutar, experimentar, al máximo. De nada (o de poco) nos sirve la frustración de esta experiencia para evitar repetirla.

         Desaparece la sala Youkali. Una sala en la que se intentaba pensar el mundo. La sala era un encuentro. Un encuentro permanente con la realidad de un mundo deshumanizado, violento, injusto y difícilmente "digerible". Una realidad que anda escamoteada y que hay que querer ver y buscar para encontrarla. En Youkali te dabas con ella de bruces. Se desenmascaraban las falsas apariencias y se abrían nuevas perspectivas y la esperanza de que otro mundo era posible.


        Las propuestas de la sala siempre eran interesantes, estimulantes, arrolladoras, diferentes. Es cierto que pocos pudimos saborearlas porque no acudía mucho público. La sala era pequeña y muy alternativa sin un soporte publicitario que le diera la posibilidad de expandirse. En este mundo de "marqueting", simulación y ruido, su labor callada y persistente no llegaba a gran cantidad de personas.
 


        La sala era voluntad, entrega, ilusión, lucha. La sala era ese rincón de acogida en el que el diálogo, el teatro, la reflexión nos llevaban por otros espacios que cada día se niegan y se sepultan. La sala era una isla donde respirar y aprender. Donde cuestionar y aprender. Donde emocionarse y aprender. 
                                                                                                                 
       Pero la sala era mucho más. Era un proyecto de vida. Era una vida en proyecto. La sala era la ilusión, la apuesta de un grupo de personas que batallaban con deseo para, a través del teatro, de la palabra (otra vez),  transformar y transformarnos. 

     Pero la sala era mucho, mucho más. Era el coraje,la entrega absoluta, el latido vital de una persona que puso su vida en ella y que ahora, de algún modo, la ha perdido. Casi sin entender por qué e impotente al ver cómo su anhelo se diluye y se pierde. 
Pero no se pierde, César. Ahí quedan todos los montajes, todas las publicaciones, todas las propuestas y reflexiones que la sala ha dejado en nosotros, los que tuvimos la suerte de disfrutarla y de no saberla cuidar, probablemente.La sala nunca hubiera sido posible sin ti y quizá ese sea el error: pensar que la sala eras tú, era tu creación. Siempre la entendiste como un proyecto, un compromiso, de muchos y tal vez los demás nos equivocamos.

       Nos hemos quedado sin ese cobijo de acogida y de pensamiento. Sin esa burbuja de acción y reflexión que era la sala. Nos quedamos- ahora ya nos vamos dando cuenta-huérfanos de un espacio en el que podíamos soñar otros mundos y , al soñarlos, podíamos ir construyéndolos o , al menos, no olvidar que eran posibles.

       Yo la frecuentaba cuando podía y siempre me quedaba con ganas de más. Con los enriquecedores debates posteriores donde siempre salían ideas interesantes y puntos de vista y que, a veces, no habías sabido sino capturar como intuiciones. 

A mí ya me falta algo. Y estoy segura de que a los que la hacían posible, ese vacío se les irá haciendo enorme, como un agujero negro en el que descubrirán que el hueco ocupa más que el recuerdo y la distancia.

        Gracias, Youkali, por hacernos sentir que ese otro mundo es posible y se puede construir. Lo único es que hay que ponerse manos a la obra y quizá no estemos dispuestos a tanto.



http://salayoukali.blogspot.com.es/






sábado, 20 de abril de 2013

Milagros cotidianos


Casi nunca somos conscientes de las repercusiones que podrá tener en nuestra vida cada uno de nuestros actos. Por insignificantes que sean. Y esto a veces resulta milagroso. 

Me puse a escribir mi blog porque ando haciendo un curso de estas cosas de las nuevas tecnologías y , de repente, caí en la cuenta de que, además de quitarme el sueño, las tecnologías podían ayudarme en mi vida diaria, y en aspectos tan importantes como servirme de instrumento para canalizar un montón de emociones que se me quedan muchas veces en el tintero y otras tantas, desperdigadas por ahí en cajones o carpetas que tal vez nunca podré recuperar. Y me decidí, entre jugando y experimentando, a crear este blog, como ya comenté en la entrada que lo abre.la foto.JPG

Pensé hacerlo como un cuaderno de bitácora privado, mi propio baúl de tesoros diarios que van haciendo mi vida mucho más rica y llena de matices. Como un anecdotario en el que poder expresar con palabras todo lo que muchas veces me bulle como un magma intenso pero confuso que no acabo de encajar y que se diluye por  vericuetos irrecuperables, perdiéndose. Quise dar cuerpo a tantas emociones, tantos pensamientos que me rondan cada día y que sé, sin saber bien por qué, que son imprescindibles para mí.Entre los muchos de cada día, aparecen destacados, impacientes, impulsándome y haciéndome ver que son fundamentales para mí. Lo son para vivir más y mejor, para conocerme e intentar entender un poquito el mundo y sobre todo, para hacerme sentir y hacerme vivir más plenamente. Así que empecé entusiasmada, casi como un regalo para mí y sobre todo para poner orden y ahorrar espacio en una vida cada vez más caótica. Bien, ya estaba en marcha y era sólo para mí. No era necesario más. 

Sin embargo, y como soy una analfabeta virtual, en una de las entradas sobre una asociación que me encanta, me encontré con la duda de si, al poner fotos y textos de su página web, no estaría haciendo algo ilegal o simplemente inconveniente. Para quedarme tranquila, se me ocurrió compartir con ellos la entrada y para ello tenía que hacer público el blog. Y así lo hice. Como ya era público y lo podía ver cualquiera, me hizo ilusión que las personas importantes para mí también pudieran conocerlo. No nos vemos mucho ni sabemos mucho unos de otros y me parecía que invitándoles a visitar este espacio, podríamos estar más cerca o al menos, podrían saber de mí y conocerme mejor.Así que envié el enlace también a mis amigos más íntimos sin esperar respuesta en ningún caso: no era necesaria en absoluto. No era ese el objetivo ¡no había objetivos!

 Lo que nunca pude imaginar, ni siquiera sospechar, es que este blog me pudiera devolver tantas emociones y tanta satisfacción. Nunca se me pasó por la cabeza que este sendero pudiera ser de ida y vuelta y me reportara tanta alegría y tanto, tanto cariño. Desde el minuto cero tuve respuesta de la gente a la que se lo he enviado.Pero una respuesta muy especial. Espontánea y absolutamente emotiva y llena de sentimientos y de agradecimiento. 

Todavía ando perpleja y completamente conmovida. Los comentarios a las entradas de mi "fan" número uno (Perlita, gracias), los podéis ver en cada una de ellas. Sin embargo, tal vez por pudor o por desconocimiento o por no querer tener "afán de protagonismo" o porque consideran que no es el lugar para ello, o porque no quieren que las lean otras personas (en cuyo caso me querrán matar en unos instantes y yo tendré que eliminar estas referencias :( ) algunas personas me han transmitido sus impresiones,no en el blog como comentario, sino por email. Han sido respuestas inmediatas y llenas de pasión y de ánimo. Y  yo estoy con los pelos de punta desde entonces y cada día mí blog me regala alguna sorpresa de este tipo y yo me siento feliz. No por el blog ni porque guste  lo que escribo. Sino porque puedo sentir que a través de estas palabras estoy más cerca de la gente a la quiero y puedo establecer una comunicación mucho más profunda e intensa, que es realmente lo que nos falta en este mundo de prisas y prioridades absurdas pero inevitables, al menos a mí. Podemos así compartir también emociones, que es lo que más necesitamos, yo al menos.

 Y me parece tan enriquecedor, tan vital, que no puedo menos que dar las gracias a estas personas que tanto me han dado en sólo unas líneas. Unas líneas que guardo como oro en paño y que, claro, quiero que formen parte del cofre de mis tesoros en el que se ha convertido este rincón. 

No pondré nombres, chicas, y si no os gusta ver aquí vuestras palabras, las retiraré en cuanto me lo digáis. Pero para mí han sido un regalo tan maravilloso que quiero que forme parte de esta aventura prodigiosa en la que se ha convertido mi blog. 




¡¡¡¡GRACIAS!!!! 
                                     


Por orden de aparición 

Gracias Esther, estoy súper emocionada, escribes precioso, me ha encantado. Donde vives? Quiero darte las gracias porque tu escrito me ha llegado al corazón, levantarme y ver esta sorpresa no la vivo todos los días. Ayer fue mi cumple y este artículo ha sido el mejor regalo. ...........me  gustaría hablar contigo. ................ GRACIAS de corazón.




No conocía este proyecto, gracias por compartirlo!!!Lo iré siguiendo,




Lo he leído todo del tirón, está muy bien escrito. Änimo, Esther. Muchos bssss





El otro correo que me enviaste con tus reflexiones sobre las cosas que te/nos rodean me encantó, bueno, me emocionó; ¡qué bien y qué bonito suena! Sigue, sigue y mándamelo que, de verdad, fue como abrir una ventana y respirar aire fresco.






Las manos están sobrecogidas y no sé, no sé.....si podré escribir, si podré reflejar lo que siento....
 Esther! primero he sentido nervios antes de hacer el doble clic, segura de que un nuevo encuentro mágico se produciría entre nosotras, allí mismo, en mi pantalla, en un instante. Después el corazón ha comenzado a latir tan rápido que he tenido miedo de no poder controlarlo, tranquilo, tranquilo, no me la juegues...y al final, lo sabía, estaba cantado! las lágrimas se han acercado hasta los ojos....es mi amiga Esther!! escribiendo cosas bellísimas!! y en el mismo barco que yo! es como si en el diluvio hubiese corrido a refugiarme en el arca, devastada por haberlo perdido todo pero egoístamente alegre de estar viva y al volverme en la penumbra, te hubiese encontrado allí, sonriendo, con ese brillo deslumbrante en tu mirada y, en tus manos, por supuesto, LAS PALABRAS!
 Espero que tus amores se hayan emocionado leyéndote, no sería para menos. Yo lo he hecho y estoy más lejos.
 Te agradezco mil y más veces haberlo compartido conmigo. ¡No sabes la alegría que me has dado, el regalo!



Es impresionante, querida Esther, como sacas de las cosas cotidianas, de los colores, de los olores, de las frases, de las sensaciones, todo un sentido. Es el mejor ejemplo de cómo se construye sentido en lo cotidiano. Por eso me encanta hablar contigo, porque –además de las ideas interesantes, de la perspicacia, de la capacidad de unir emociones y sensaciones- obligas a las especulaciones a someterse, a explicarse. Como los poemas que leí entonces, estas entradas (más, desde luego, la que dedicas a la Sala) presentan la superficie de las cosas como son, un amasijo complejo de tiempos interrumpidos, de sueños a medias, de palabras que parecen decir, sobre el que se sobrepone tu voz, que le da sentido. Gracias.



Placidez

Cada año por estas fechas se puede disfrutar en Madrid de una pequeña muestra  de arte Naif , arte Ingenuo, europeo. Se celebra en una galería que para mí es muy especial y a la que acudo siempre que puedo por el simple hecho de pasearme por sus cavernosas y acogedoras salas. Se trata de la Galería Eboli, situada muy cerquita de la Plaza de Oriente, en la Plaza de Ramales. 
Es ya el cuarto año que no me pierdo esta muestra. Nunca antes había visto tantos cuadros de este estilo juntos y gracias a ello, estoy completamente seducida por este tipo de pintura.  Me encantaría "adoptar" un cuadro y que me acompañara desde las paredes de mi casa. No me canso de contemplar alguno de ellos. Y como siempre, me pregunto por qué. Por qué me gusta tanto algo. Y es que esta pintura, con su trazo infantil y su temática siempre anecdótica y casi siempre feliz, me transmite sosiego, placidez, candidez. El mundo está en orden y se nos muestra radiante, lleno de colores nítidos y brillantes, en una sinfonía armónica y equilibrada. Los personajes que aparecen están donde quieren estar y cada pincelada acompaña a la anterior para dar vida a un universo que se sabe y se quiere feliz. Es ingenuo, sí, con la que está cayendo. Tal vez por eso se llame así más que por su trazo infantil y poco vigoroso. No cabe mucho la temática social ni la reivindicación directa (esta años hay dos cuadros que van por esos derroteros y reflejan una manifestación y el infierno). Se nos muestra un mundo idílico, donde no hay desigualdades y la vida se desarrolla sin fracturas ni incomodidades. No hay lugar para dolor ni la catástrofe y sí para la imaginación, la bondad y la ternura. 
     La naturaleza,                                          ,        la vida en el campo                                                  en la ciudad                                                   ,
en los pueblos aparecen como vidas perfectas, en sintonía. Los pequeños detalles son los protagonistas y descubrimos que son las pequeñas cosas las que nos acarician y dan sentido a la vida y la hacen amable .

Ver este tipo de pintura me traslada todas esas impresiones como posibles, me hacen pensar que hay un mundo de armonía y   entendimiento donde cada persona puede y es feliz con su vida, donde se es parte del entorno que te cuida y donde cada pieza encaja y da sentido al resto. Ingenuidad, sí, pero no hay ninguna revolución que se haya hecho sin ella. 


Disfruto de esta muestra cada año (van por la décima) y la visito tantas veces como puedo. Me encanta. 


http://www.galeriaeboli.com/
http://infoenpunto.com/not/9064/x_muestra_de_arte_naif_europeo_en_la_galeria_eboli/


Quizá por eso me encantan también los dibujos de mi hijo que conservo como mi propia colección de arte ingenuo.                                                        la foto.JPG       la foto.JPG

No sé si el arte comunica sentimientos ni si nos acercamos al alma del artista a través de sus pinturas. Pero yo, en cada dibujo de Raúl, me reencuentro con toda su ternura, su cariño y su imaginación. Los conservo como pequeñas piezas del mundo interior de mi hijo en el que todo era armonía, placidez, candidez, juego y alegría. Un mundo que existió y que, tal vez, en lo más profundo de  cada uno de nosotros siga cobijado, esperando a que le demos una oportunidad.

viernes, 19 de abril de 2013

Pompas

Es algo relativamente novedoso.Ahora es frecuente ver a alguien, con un rudimentario instrumental, creando enormes pompas de jabón en la calle. Yo me quedo fascinada viendo cómo se forman, casi inexistentes y con un fulgor que me atrapa en sus nacarados y brillantes destellos. Y ocurre lo inevitable: el prodigio desaparece sin avisar y apenas queda el rastro de unas gotas en el suelo, tras un temblor frustrante y divertido a un tiempo. Cada pompa nace diferente y única, como la maravilla repetida de verlas sucederse. No me canso de admirarlas, casi como esos niños que las persiguen y las malogran entre la risa y la sorpresa. Me encantan esas pompas centelleantes en el sol , majestuosas y humildes.




Hoy al disfrutarlas en una Plaza Mayor soleada y bulliciosa, he sospechado que  Antonio Machado, un sabio, se hubiera parado también embrujado por esas hadas de lo frágil y lo hermoso. 

NUNCA PERSEGUÍ LA GLORIA
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canciòn;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabòn.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.

                      (Cantares, Antonio Machado)



Y me  preguntaba, también esta tarde, que por qué me entusiasman tanto las pompas. Qué me quieren decir o qué me desvelan. Tal vez la belleza de la sencillez y la emoción de lo frágil. La alegría de lo sencillo y la entrega de la generosidad. No sé, no sé por qué despiertan en mí tantas cosas. Pero rápidamente  he recordado las palabras de alguien que acaba de marcharse; así, sutil, humildemente, en silencio.Otro sabio: José Luis Sampedro. Él decía que lo más importante del mundo era la emoción, por encima del raciocinio. Siempre lo he pensado y lo he sentido así  y siempre he creído que mi intuición era  algo infantil, inmadura. No sé por qué pensaba semejante estupidez.Demasiados complejos y miedos, supongo. Este hombre, que pensaba bien y claro, anteponía la emoción a todo lo demás.Yo también. Y por eso, quizá, me entusiasman las pompas: me emocionan sin necesidad de entenderlo. Sencillamente.



Parecería que lo realmente importante, lo que cambia el mundo y lo hace avanzar, es la humildad para pensar y sentir honestamente. Como Sampedro. Como Machado. Creo que a ninguno le hubiera importado que lo comparase con pompas de jabón . Pompas que complacen, que alumbran y emocionan; que descubren en su sencillez espléndida una forma de estar en el mundo, defendiendo a quienes menos tienen y más sufren. 
    






 
El otro día en una conferencia sobre la República, hablando de Machado, muchos jovencitos asistentes no conocían el disco de J.M Serrat   "Cantares".  Son parte de mi memoria, de mi vida.Son faros en este momento de oscuridad, y no hay muchos.
 Para que no se nos olvide ninguno. Ni Sampedro, ni Machado, ni este maravilloso disco. 
                  http://www.rtve.es/alacarta/audios/siluetas/siluetas-jose-luis-sampedro-14-04-13/1761755/

                                         http://www.youtube.com/watch?v=DHQ-_bf9NFI











jueves, 18 de abril de 2013

Momentos

Veo amanecer casi todas las mañanas. Tal vez debería decir, siento amanecer casi todas las mañanas. Porque solo voy echando vistazos a ese lienzo de luz y colores que va empapando la mañana y dando vida al mundo, como un manto mágico que cambia a cada minuto.Esa luz nueva, cálida, casi irreal, me envuelve;  y, en cada cambio de tonalidad, va reafirmando que vivir es tanto... y, también, que tan solo es eso.

Veo pequeños prodigios.Paso tiempo en el coche, de un lado a otro y cada día, dentro de él, busco.Busco en el cielo y encuentro asombros y regalos.
     Encuentro  las nubes, sus mil formas y colores. Esos cielos tormentosos, llenos de grises y luces. Los cielos primaverales con el sol que juega al escondite entre nubes blancas y luminosas y nubarrones hermosamente negros que nos obsequian con esa lluvia imprevista.
     Encuentro luces y arcoíris. Y pájaros en bandadas, espléndidamente alineados, que nos recuerdan que todo vuelve a empezar.Y casi puedo ver también el viento. 
     Encuentro montes a lo largo de la carretera. Como sobrevivientes del asfalto y del cemento, que nos permiten recordar que somos naturaleza, que a ella nos debemos y que todo está en ella. Como en esta primavera, en la que se llenan de flores amarillas, intensas y luminosas, como porciones de sol. O flores moradas -otra vez este color- que llegan a emocionarme cuando se arraciman y extienden como una alfombra preciosa que me acompaña en un tramo del camino , fascinándome como un milagro íntimo y frágil.

Veo la naturaleza
     Vivo al lado del campo. Terrenos que todavía conocí labrados y cultivados, ahora descansan y apacientan al rebaño de ovejas al que alimenta sin descanso. Y ahora, después de este invierno lluvioso, el campo está exultante. Preñado de vida que estalla en verdes intensos y macizos de flores amarillas, blancas, moradas...conjugándose con la línea azul del horizonte y enmarcando las montañas todavía nevadas. Una sinfonía de colores, olores...de vida. 
     Y también al lado de casa, veo el parque y lo disfruto. Converso con él y lo recorro durante las muchas horas que dedico a correr. El parque convierte esa afición, en un acontecimiento. Con el murmullo de las hojas de los árboles al mecerse con el viento, en verano. Con el espectáculo de ocres, marrones y amarillos que me sorprende cada día de otoño. Con las ramas reverdeciendo, cuajadas de brotes de un verde recién estrenado, y las flores abriendo sus tonos y sus fragancias a cada paso, en primavera. Con las sombras de los árboles despojados, que se tiñen de plata en su vigorosa desnudez , en invierno.

Veo dormir a mi hijo. Huelo su respiración, su infinita placidez en esas horas de tregua. Y verle así, entregado inocentemente al descanso, me devuelve al niño que hace ya un tiempo perdí. Al niño que me abrazaba y me llamaba mami, y quería jugar conmigo y me perseguía y buscaba mi risa y mi compañía. Le veo dormir y me acerco besarle, a acariciarle. Impunemente, ahora que no se puede alejar ni rechazarme. Y me pregunto si no le besé, ni lo acompañé, ni jugué con él lo suficiente y por eso ahora está tan lejos, tan diferente.

Veo a mis padres. Envejeciendo y peleando con una sonrisa.Ilusionados, felices, al lado de mi hijo.(¡Cómo me alegro de que mi hijo los esté disfrutando tanto!) Mi padre, con una sonrisa permanente a pesar de sus pesares. Mi madre incansable y pizpireta a pesar de sus muchos pesares. Vivo cada momento con ellos como oportunidades valiosas y únicas. Porque lo son, porque no me quedan muchos. Siento su cariño, su compañía como un tesoro al que intento preservar del paso del tiempo que me los arrebatará. La ternura a veces puede resultar dulce y dolorosa al mismo tiempo.

Veo a mi chico. Y veo generosidad y bondad. Y empiezo a quererme un poco más cuando pienso que alguien como él me cuida y me quiere.

Momentos.Eso es la vida, supongo. Momentos que nos descubren la maravilla de estar vivos. 



martes, 16 de abril de 2013

La hora violeta

En el atardecer hay un momento en el que la luz lo tiñe todo de sombras violetas. Es la hora violeta. Siempre me ha gustado. Ese momento y esta forma de referirse a él. Lo he recordado y disfrutado  porque es mi color favorito -como sabéis quienes me conocéis- y porque es un libro de temática feminista de Montserrat Roig. Sin embargo hoy me lleva a esa hora violeta otro libro con el mismo nombre. Lo descubrí leyendo el especial de libros Babelia del sábado pasado. En este caso se trata de un libro que traslada a la literatura una experiencia muy dura. Posiblemente la más dura: la enfermedad y muerte de un hijo: Sergio del Molino, el autor, vuelca en él su propia experiencia.
 Siempre busco en la literatura, en el arte, respuestas. O al menos senderos por los que adentrarme y entender mejor la vida. No se me ocurre nada más terrible que ver sufrir a un hijo y perderlo. He vivido muy tangencialmente la tiniebla de ese dolor y no hay forma de describirlo, ni de vivirlo. Te arrasa. Por eso me interesa y me perturba acercarme a testimonios de este tipo. Todavía no he leído el libro del que hablo, pero he leído algún otro y en la columna que comento aparecen referencias (muy interesantes) a otros similares sobre los que indagaré.
 En la crítica,   aparece una reflexión que tal vez todos, incluidos los autores de estos libros, nos hayamos hecho:El autor  se pregunta "¿por qué contar algo así?" Se contesta aunando opiniones con la clara percepción de que la escritura ayuda a "sobrellevar el trance", "a purgar los sentimientos". De nuevo la palabra escrita como camino para entender, para poder vivir mejor.Para poder respirar.  Para sobrevivir. 

Aunque lo que me ha traído hasta este rincón ha sido una frase del texto que comento:"Estamos en el laberinto del dolor, y eso quiere decir que estamos solos. El dolor asusta a los demás, damos miedo". Responden los padres de un chico muerto en los atentados del 11M  a la pregunta de por qué acceden a hablar.  Siempre me conmueve ver escritos, muy bien escritos, intuiciones, pensamientos que a mí me cuesta verbalizar. Este es uno de ellos. Estoy convencida de que en el dolor profundo estamos solos. Y , a continuación, siempre me he preguntado cómo acompañar a los otros en ese dolor, con miedo a la intromisión, con temor a rebasar alguna frontera que no puedo intuir. ¿O será una mera excusa y simplemente huyo ante el miedo que me produce su dolor? Creo que no es así, al revés. Pero no lo sé. Ahora podré pensarlo con más claridad y perspectiva. La magia de las palabras, como decía: "Inútiles (muchas veces) e imprescindibles" (siempre).


Estamos solos sí, pero nos quedan la palabra y las pequeñas cosas que dan sentido a la vida. Como dejarse acariciar por esa hora violeta del atardecer  y acercarse al dolor  de esas otras horas violetas de los que nos rodean,  para acompañarles y para aprender  a afrontar las nuestras o a no sentirnos tan desamparados  ante él. A ser más humanos y mejores personas. O eso quiero creer.


http://blogs.elpais.com/letra-pequena/2013/04/un-padre-huerfano-de-hijo.html


El blog del autor: http://sergiodelmolino.com/tag/la-hora-violeta/





sábado, 13 de abril de 2013

Mejor, el silencio



"Un niño no tiene que aguantar presión en la puerta de su casa" Esto es lo que ha aportado el socialista Felipe González frente a la reacción de la  gente que defiende a los desahuciados, los llamados "escraches" . 

Me encantaría  poderle preguntar al señor  González, si un niño tiene que aguantar la presión de ver cómo les ponen de patitas en la calle, a él y a toda su familia, y les cierran la puerta de su casa, sin más alternativas, sin ninguna solución posible, y sólo para que un banco se quede con su casa (con la que se ha lucrado) para tenerla cerrada.

 Señor González, ningún niño debería aguantar presiones de ningún tipo. Pero vamos a organizarnos ¿no le parece? Deberíamos empezar por clasificar por orden de prioridad, los distintos tipos de  presiones que puede sufrir un niño,  por el nivel de repercusión tanto emocional como vital, que le puede suponer.  EL niño que sufre el escrache de sus padres y  sufre esa presión, tiene una casa en la que refugiarse y sentirse protegido (por no hablar de que tiene unos padres con trabajo...etc). El otro niño, del que usted parece no acordarse, sufre la presión de ver a su familia destrozada, la presión de ver cómo su hogar ya no existe, la presión de ver cómo les echan del lugar que él entiende como su único lugar en el mundo, la presión de la desesperación de sus padres. Y este niño, no tiene alternativas ni un refugio donde sentirse protegido.Aunque puestos a clasificar presiones, ¿qué me dice de la presión que tiene que soportar un niño cuyo progenitor se suicida por pura desesperación al ver cómo pierde su casa sin alternativas (posiblemente, repito, para que el banco la mantenga cerradita, pero eso sí a buen recaudo)? 

Y, para terminar,  otra pregunta que no cesa de rondarme : ¿no tiene usted, reputado e insigne socialista español, nada más interesante y elaborado que aportar a la sociedad, en este momento tan complicado? Si esto es todo lo que usted sugiere como reflexión para un cambio que ayude a mejorar la situación actual, se lo digo sin acritud, señor González: quédese en casita, con sus bonsais .Quizá entre ellos sus reflexiones no resulten tan diminutas.


Para contrarrestar el ingenio de este buen hombre: 






Una idea luminosa

El otro día, en no recuerdo qué periódico, me encontré con una pequeña noticia (casi siempre lo que me interpela aparece en pequeñas noticias). Alguien había creado una asociación cuyo objetivo era llevar la música a las personas hospitalizadas. La asociación se llama: "Música en vena". Me pareció, todo-la idea, el nombre de la asociación- luminoso. Uno de esos destellos que siempre me sorprenden pensando:"¿Cómo no se le había ocurrido a nadie antes?". Entré en su página web y vi lo que estaban haciendo.
http://www.musicaenvena.com/ 

Estar enfermo es muy duro por muchos motivos, pero se nos olvida que la persona en el hospital deja de disfrutar de las pequeñas cosas que hacen la vida mucho más transitable. No puedo imaginar un momento más delicado, en el que más necesitemos que la vida sea un poquito más amable, más humana, que un ingreso hospitalario. La vida se trunca y quedas separado de tus cosas, de tu "libertad"; anclado a un mundo de sinsabores  y una rutina que en nada se asemeja a la de tu actividad normal, lejos de casa y de todo lo que te hace vivir con alegría.  Nada es más necesario entonces que la luz, el calor, la esperanza. Y la música en directo es todo eso, y meterla en vena puede ser un suero especial que refuerce el ánimo y las ganas de continuar luchando.


Seguí leyendo y vi otra iniciativa que van a llevar a cabo: llevar los grabados de Durero que ahora están en la Biblioteca Nacional  a un hospital. Me quedé sobrecogida. Nunca antes lo había pensado. Un enfermo hospitalario no puede visitar un museo, no puede gozar de algo tan simple como disfrutar de un cuadro en una exposición. Y quizá porque últimamente lo que más me enriquece y me hace sentir viva sea la música, el arte y el teatro, he sentido que todo este proyecto es mágico y absolutamente imprescindible. 


En estos momentos, la muerte que nos gobierna quiere que todas estas iniciativas desaparezcan o sean simples negocios. Se impone la ley del dinero y se desbarata cualquier actividad que no sea rentable o lucrativa. Por eso siento que ahora más que nunca necesitamos alternativas tan brillantes. Para iluminar a los más desvalidos y desprotegidos, para conjurar la tristeza y el dolor, para recordarnos a todos que somos frágiles y nos necesitamos. Para entender que la vida está en las pequeñas cosas y en ayudarnos a avanzar. Avanzar en un mundo donde las personas, las emociones, la salud, la educación, sean lo importante. Por encima de beneficios (para unos pocos) y de rentabilidades. 


Para los que sabéis perfectamente la importancia de proyectos como este, mucho ánimo.


(Foto de la página web http://www.musicaenvena.com/ 


Música en Vena



¿Por qué este blog? La palabra escrita

Cada día me surgen ideas, reflexiones, impresiones, emociones...que voy almacenando en mi interior con la necesidad de salir, de expresarse, de tomar cuerpo y sentirse con claridad. Para ello siempre necesito la escritura. La palabra escrita, siempre. Y ahora que ya no sé dónde guardar tanto cuaderno y que, con frecuencia, pierdo mis impresiones en hojas que no sé dónde están o en cuadernos que ya no identifico, me he decidido a crear este espacio donde poder recoger ese concierto de voces que, a menudo, me acompañan con necesidad de salir de mí.  

Mi amigo César de Vicente también es responsable de este intento. Gracias a él participé en la publicación de una columna en un boletín y gracias a él sentí más que nunca esta necesidad de pensar en voz alta, hilvanando impresiones con el hilo de la palabra escrita. 


Este diario nace, pues, como necesidad personal y como otra forma de encontrarme conmigo, con el mundo, a través de la palabra.Incorporaré aquello que me agita y que  logro digerir y descifrar mucho mejor al escribirlo, al pensarlo puesto en palabras.


  Bienvenidos.