martes, 16 de abril de 2013

La hora violeta

En el atardecer hay un momento en el que la luz lo tiñe todo de sombras violetas. Es la hora violeta. Siempre me ha gustado. Ese momento y esta forma de referirse a él. Lo he recordado y disfrutado  porque es mi color favorito -como sabéis quienes me conocéis- y porque es un libro de temática feminista de Montserrat Roig. Sin embargo hoy me lleva a esa hora violeta otro libro con el mismo nombre. Lo descubrí leyendo el especial de libros Babelia del sábado pasado. En este caso se trata de un libro que traslada a la literatura una experiencia muy dura. Posiblemente la más dura: la enfermedad y muerte de un hijo: Sergio del Molino, el autor, vuelca en él su propia experiencia.
 Siempre busco en la literatura, en el arte, respuestas. O al menos senderos por los que adentrarme y entender mejor la vida. No se me ocurre nada más terrible que ver sufrir a un hijo y perderlo. He vivido muy tangencialmente la tiniebla de ese dolor y no hay forma de describirlo, ni de vivirlo. Te arrasa. Por eso me interesa y me perturba acercarme a testimonios de este tipo. Todavía no he leído el libro del que hablo, pero he leído algún otro y en la columna que comento aparecen referencias (muy interesantes) a otros similares sobre los que indagaré.
 En la crítica,   aparece una reflexión que tal vez todos, incluidos los autores de estos libros, nos hayamos hecho:El autor  se pregunta "¿por qué contar algo así?" Se contesta aunando opiniones con la clara percepción de que la escritura ayuda a "sobrellevar el trance", "a purgar los sentimientos". De nuevo la palabra escrita como camino para entender, para poder vivir mejor.Para poder respirar.  Para sobrevivir. 

Aunque lo que me ha traído hasta este rincón ha sido una frase del texto que comento:"Estamos en el laberinto del dolor, y eso quiere decir que estamos solos. El dolor asusta a los demás, damos miedo". Responden los padres de un chico muerto en los atentados del 11M  a la pregunta de por qué acceden a hablar.  Siempre me conmueve ver escritos, muy bien escritos, intuiciones, pensamientos que a mí me cuesta verbalizar. Este es uno de ellos. Estoy convencida de que en el dolor profundo estamos solos. Y , a continuación, siempre me he preguntado cómo acompañar a los otros en ese dolor, con miedo a la intromisión, con temor a rebasar alguna frontera que no puedo intuir. ¿O será una mera excusa y simplemente huyo ante el miedo que me produce su dolor? Creo que no es así, al revés. Pero no lo sé. Ahora podré pensarlo con más claridad y perspectiva. La magia de las palabras, como decía: "Inútiles (muchas veces) e imprescindibles" (siempre).


Estamos solos sí, pero nos quedan la palabra y las pequeñas cosas que dan sentido a la vida. Como dejarse acariciar por esa hora violeta del atardecer  y acercarse al dolor  de esas otras horas violetas de los que nos rodean,  para acompañarles y para aprender  a afrontar las nuestras o a no sentirnos tan desamparados  ante él. A ser más humanos y mejores personas. O eso quiero creer.


http://blogs.elpais.com/letra-pequena/2013/04/un-padre-huerfano-de-hijo.html


El blog del autor: http://sergiodelmolino.com/tag/la-hora-violeta/





2 comentarios:

  1. Te cuento: muchas veces, desde que hace ya tres meses murió una de mis mejores amigas, así de repente, sin tiempo a despedirnos, me quedé muda.
    Hablaba con ella, sin sacar ni un hilo de voz. Y lo sigo haciendo, aunque menos.
    Pero tampoco encontraba palabras para su hijo, ni para su compañero. Ni ahora las encuentro...
    Y en la ceremonia leí un escrito, que dije en voz alta, pero no salía de mi boca, salía del alma o de las entrañas, qué se yo...
    Y no soy consciente de haber leido, solo de haber hecho una especie de catarsis, con una voz quebrada, a punto del llanto más profundo, pero esa voz no era mía. Sé que leí porque había gente que me lo recuerda...
    Y aún sigo sin encontrar palabras de alivio para su familia. Solo sé darles mi compañía, mis risas, organizar alguna cosa para ellos, pero no hay palabras para tanto dolor.
    Y no sé si ella está aquí todavía, porque ya la noto menos... Y vuelven las lágrimas, otra vez, como tantas veces...
    Tu entrada, querida amiga, me hace recordar, escribir, revivir, sentir...

    Un beso,violeta

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    1. Claro, Lola. Las palabras inútiles e imprescindibles al mismo tiempo. No hay palabras muchas veces. Y cuando el dolor es inmenso las palabras también se acurrucan, asustadas ante la impotencia. Y entonces nos quedan la mirada, los abrazos, las lágrimas...Llorar es otra forma de hablar, de estar, de seguir adelante. Cuando lloras estás con ella.
      Pero un día las palabras empujarán para deslizar un poquito el dolor y abrir un resquicio por el que poder respirar y recobrar cierta alegría en el recuerdo.

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Gracias por acompañarme.