jueves, 2 de mayo de 2013

Jaroussky. La música


Pocas cosas me producen más paz y sosiego, y me ayudan a recuperar la energía y la alegría, que dormir y el silencio. Ambas cosas me son negadas de un tiempo a esta parte . 
        Dormir, no duermo más de cinco horas seguidas, aunque logro robar algunos minutos más si tengo la oportunidad de quedarme tranquila en la cama. 
        El silencio*, que siempre me ha parecido un lujo- quizá porque el ruido nos envuelve casi sin darnos cuenta de lo perturbador que es- ,me resulta casi imposible porque sufro acúfenos, que además de tener un nombre muy feo, son muy molestos. 
         *(Siempre que pienso en el silencio recuerdo a mi abuela Rosario que me decía que no le gustaba nada el silencio porque bastante tendría ya en el cementerio. Sabias, las abuelas)

Curiosamente, ya que no puedo disfrutar de ellos, combato su privación mediante sus opuestos. 
           El descanso que no logro, lo contrarresto corriendo.Intento compensar el cansancio, echándome a la calle a correr, en carreras de cuarenta y cinco minutos que me aportan equilibrio y me tonifican, despejan mi mente y me ayudan a ponderar, a la vez que me preparan un poco más para el reposo nocturno.
           El zumbido que surge de mí y me impide el silencio, lo combato con música. La música, como tantas otras veces, llega en mi auxilio y me transporta y me aquieta. Me acuno en ella y logro dulcificar la desazón de esa estridencia continua que, persistente, puebla mis momentos de quietud.

          Correr y la música. Dos asideros que tan frecuentemente me han ayudado a salir adelante en momentos difíciles en los que no veía salidas ni opciones a mi tristeza o ansiedad. 

           Dejo aquí las páginas que últimamente más me acompañan y me estremecen.Con la música barroca, especialmente Hendel. Con un Jaroussky que me tiene enamorada y a quien no me canso de escuchar. (Gozarle en directo ha sido uno de los mejores momentos de mi vida por intenso y emocionante. Gracias, Bea). 




El dulce tormento Monteverdi

Déjame llorar Purcell

Reinaldo de Hendel   

Lascia Hendel

Bach Dulce llama   

Steffani con la Bartoli

                                                                





Tan simple




He llegado a casa embriagada. Embriagada del aroma dulzón, cálido, acariciante, de las flores abiertas al sol. 

Embriagada y contagiada del alegre trino de los pájaros en un diálogo placentero y melódico. Embriagada por la intensidad verde del campo,salpicado de amarillos, blancos, morados; con las espigas variables, ya rojizas, que reflejan alfombras violáceas por todas partes y que ondulantes al viento simulaban olas de un mar   agitado y feliz. 
Embriagada por las sombras que el sol proyectaba cuando asomaba entre las nubes de un cielo hermoso y cambiante, lleno de tonos blancos, grises, negros. 

Embriagada por el frescor del viento en la cara, un viento que nos acercaba las cumbres nevadas que desde aquí contemplamos. 

Me hubiera gustado atraparlo todo en un suspiro y poder disfrutarlo cada segundo, todo aquí, conmigo.




Cuando reflexiono, con pesar, sobre las cosas que irán desapareciendo y dejaré de vivir inevitablemente, me reconcilio pensando que este espectáculo y todo lo que me transmite, siempre estará ahí (a no ser que a este (des)gobierno le dé por canjear ( a golpe de talonario para unos pocos-de los suyos,claro-) cada brizna de campo por casinos y cada orilla de playa por construcciones).