He llegado a casa embriagada. Embriagada del aroma dulzón, cálido, acariciante, de las flores abiertas al sol.

Embriagada y contagiada del alegre trino de los pájaros en un diálogo placentero y melódico. Embriagada por la intensidad verde del campo,salpicado de amarillos, blancos, morados; con las espigas variables, ya rojizas, que reflejan alfombras violáceas por todas partes y que ondulantes al viento simulaban olas de un mar agitado y feliz.

Embriagada por las sombras que el sol proyectaba cuando asomaba entre las nubes de un cielo hermoso y cambiante, lleno de tonos blancos, grises, negros.

Me hubiera gustado atraparlo todo en un suspiro y poder disfrutarlo cada segundo, todo aquí, conmigo.

Cuando reflexiono, con pesar, sobre las cosas que irán desapareciendo y dejaré de vivir inevitablemente, me reconcilio pensando que este espectáculo y todo lo que me transmite, siempre estará ahí (a no ser que a este (des)gobierno le dé por canjear ( a golpe de talonario para unos pocos-de los suyos,claro-) cada brizna de campo por casinos y cada orilla de playa por construcciones).
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