domingo, 12 de marzo de 2017

Vergüenza

Huye. Lo intenta. Intenta esconderse. Pero ¿dónde?¿Cómo? Ella sabe un camino. Lo sabe muy bien. Lo sabemos todos. Pero no voy a permitírselo. Porque me borbotea. Por eso. Por el puro ocultamiento. Por el siempre mirar hacia otro lado. 

Viernes. En el metro.
Pongo al día mis guasaps. Voy agotada. Llevo semanas sin tregua. Durmiendo poco, sin parar.Con muchas preocupaciones muy reales. Y los viernes se notan. Ese más. 
Deben de ser las 8 de la tarde y llevo desde las 6 de la mañana en pie sin parar. Menos mal que es línea directa ya  y he cogido asiento. Enfrascada en mis cosas, oigo un ruido. Levanto la vista. Un mendigo, renqueante, mueve el vaso donde acumula "su fortuna". Casi no lo miro.
Frecuentemente no los miro. Por esa que huye. No me atrevo. Por esa que intenta esconderse.


De repente el ruido se acompaña de movimiento. Brusco. Intempestivo. El méndigo se ha caído. Lleva una muleta, una capa de mugre que impide adivinar su color o su edad y se ha caído. A los pies de un hermoso y sano chaval de unos 20 años. EL chico le ayuda a incorporarse.Otras chicas que están enfrente lo ayudan. El hedor llega hasta a mí que estoy a más de 5 metros.
 El hombre llora. Lastimero, se toca la garganta, llora e intenta explicar algo en un idioma también lleno de mugre y desesperación. No lo entendemos. No lo necesitamos. Está hablando en el idioma de la desolación. Con las palabras de la impotencia y la desnutrición. Nos habla con sus manos cuarteadas de humillación y pobreza. Y sus manos nos dicen que su o sus hijos no pueden comer. No tienen qué. 
El chico intenta tranquilizarlo. No recuerdo cómo se dirige a él, con un vocativo sin condescendencia. Limpio. 
Una de las chicas que lo ha ayudado a levantarse le da una bolsa con fruta. El señor, cuya mugre nos impide adivinar su edad o su color, se aferra a ella y llora. Y da las gracias como si hubiera recibido la salvación. Sus manos de nuevo nos hablan de su o sus hijos. Sabemos que serán ellos quienes la saborearán.

Veo la escena sin poder quitarle los ojos. Agotada me pregunto a mí misma qué hacer.
 Me emociona el chaval de 20 años que no ha huido a la otra punta, que le acompaña de pie e intenta llamar por teléfono, diciéndole "tranquilo, hombre". Hombre. Esa es la única palabra que podríamos decir a esa persona que llora y borra la suciedad en surcos de rendición. Es la única palabra posible y el chaval de 20 años que intenta llamar por teléfono mientras nos mira y nos dice "no hay cobertura", la encuentra. Encuentra la palabra exacta, la única y se la da. Junto con un batido que lleva en la mochila.

Yo, que me he quedado clavada mirando la escena, me digo- como siempre- que hay que hacer algo. Pienso en muchas cosas. Llamar a seguridad. Llamar a servicios sociales. Llamar a un hospital. NO hay cobertura, es verdad. Posiblemente hubiera llamado a alguien si la hubiera habido. Después me digo, muy cansada, que no harán mucho por él. Que no vendrán y si vienen tal vez él no quiera aceptar la opción que le ofrezcan. Y sobre todo, que estoy tan cansada que no puedo ponerme al mando de esa nave. Porque si llamo, me quedo hasta que vengan. Para nada. Seguro. Pero me quedo claro. Y estoy tan cansada...

Llega mi parada. Busco. Le doy un euro que pongo en su vaso al tiempo que esa me impide mirarlo mucho tiempo y me impele a salir. Y ella, quiere salir corriendo, adelantarme, perderse entre la oscuridad de una noche ya comenzada. Huir. Sacudirse de mi alma al tiempo que me pongo el abrigo y salgo al fresco del exterior. La cojo por los pelos y no consigue su objetivo. No se resiste. Sabe que habrá momentos para disiparse entre otras urgencias y parapetarse en el silencio y, así, desvanecerse. Como pasa siempre. Ella lo sabe. Sabe que siempre es igual. Sabe que estará acompañada por la rabia, la tristeza, la amargura y luego, refugiadas bajo las mantas, sabrán escapar por entre los sueños y comenzará un nuevo día sin rastro de ellas o con una huella imperceptible y nada incapacitante.

Llevo días acechándola. Diciéndoselo muy clarito. Esta vez no. Esta vez no te dejaré ir. Esta vez te capturaré en la tela de araña de este texto para que todos te vean y sepan que estás ahí. Que no te has ido a ninguna parte. 

Y aquí está. Desnudándome burlona. Con una sonrisa irónica y despectiva. Porque sabe que no servirá de nada. Que exponerla así, señalándola, no cambiará nada. Y que yo, que lucho contra su huida, su mirar hacia otro lado, no haré mucho más de lo que hice este viernes: poner un euro en un mundo roto y sin esperanza y seguir mi camino como si hubiera hecho algo.Un puto parche tapando la mierda.
 Y así, mi vergüenza me dice que menos atraparla entre palabras y más actuar y luchar contra un sistema que permite esas injusticias y esas miserias. 
Y ahora sí, mi vergüenza victoriosa se retira a descansar sabiéndose vencedora.

Escribir


Viene. Llega. Me inunda, me impulsa, me sacude. Está ahí. Reinando en mí. Imponiendo su ritmo, su sonora verdad. Nítida. Restallante.
 Resultado de imagen de esplendorLa tengo. Me tiene. Pero yo no estoy. Estoy en el trabajo, caminando con urgencia, conduciendo. 


"Te tengo".
Fresca, vigorosa, poblándome; haciéndome avanzar, crecer. Pero no puedo acompañarte. Ahora no. Te impones radiante y no puedo abrazarte, hacerte,sentirte y sentirme en ti. Debo continuar. Pero eres tan intensa que siento que luego podré recuperarte con todo tu esplendor. Es tanto...Y te tengo. 

Sí, luego. Cuando llegue y termine todo lo que anda pendiente. Entonces, como te tengo y me tienes y eres tan imponente y me haces subir tan alto que crezco contigo;entonces, digo, podré estrecharte y darte forma y ensanchar mi corazón. Y podré , podrás, congraciarme con el peso, con las certezas que hieren, con el trepidar de la vida que a veces se embrolla entre las ilusiones y te impide avanzar. Eso pienso. Entonces.

Porque tú no tienes horario, ni me das de comer, ni me pides nada. Sólo estás. Apareces. Me fecundas. Y yo no puedo pararme a resguardarte . "Luego, cuando llegue y termine todo lo que no puede esperar, te daré a luz". Eso me digo. "Me darás calor."

Y cuando llega ese momento, el cansancio, las largas horas del día, cuelgan de mis ojos, de mis dedos , de mi corazón.Resultado de imagen de escribir
 Y tú, que eras límpida, deslumbrante, certera- como lo son las verdades de la emoción- te diluyes, te agrisas, pierdes contorno... te difuminas.
 Tú que me empujabas, me enredabas en la agitación de sentirme progresar, te me pierdes. Y yo me pierdo un poquito contigo.
"Mañana, cuando duerma y esté mejor, te recupero". Pero no. Es imposible. Se fue el momento con la avalancha de emoción, de certidumbre, de mi propia verdad.Tú vienes con el momento. Y te vas con él también.

Y así, sumo días en los que no soy capaz de dar a luz lo único que me ilumina. 
Pierdo en mi interior el motor que me impulsa al ser incapaz ya de retenerlo en palabras. 
Cultivar lo único que me alimenta: escribir.

 Y acumulo los días con fetos anegados de impotencia. Abortos de mis sentimientos para los que no hay espacio ni fuerza. 
Te vas. Defraudada, agraviada, esquilmada. 
Lo sé porque así se siente mi interior. Reseco sin ti.


Por eso sé que no soy escritora. A pesar de que necesitar escribir y  no poder hacerlo me reseque y hasta me duela.Hay días que sólo soy eso: tierra reseca sin la lluvia sanadora de la palabra.
Y días que busco ese momento para no perderlo y llego a sentirme culpable. Con todo lo que hay que hacer...casi sin trabajo
Y busco la soledad. La única compañía con la que puedo escribir. Y me siento egoísta e inútil.