domingo, 14 de junio de 2015

Botín/Botón de guerra

El orgasmo masculino debe de ser muy poderoso.
Tanto como para blandirlo como un arma cargada de podredumbre. 


Ya sabemos que el hombre es un animal y que el instinto de reproducción es muy fuerte. Genéticamente marcados en los genitales, los hombres se animalizan cuando gozan. O eso parece. 

Tal vez sea esa forma agresiva del falo o las embestidas que prometen el paraíso...no sé. No entiendo. No soy hombre. Nunca tendré un orgasmo masculino. Tal vez por eso nunca entenderé lo que no entiendo. Aunque me temo que no será  por eso.



Como siempre, escribo para entender. Para poder pensar. En este caso, entender lo imposible y pensar lo impensable. Pero me he tenido que parar según escribía porque algo muy dentro de mí es lo que se ha puesto a escribir esta entrada. Sin yo saberlo. Y descubrirlo me ha dejado paralizada.

Pensaba yo que era imposible ponerse en la piel de las mujeres y niñas que son , en cada guerra, botín de guerra. Botín sexual de guerra. Y lo es. Claro. 
Sin embargo, de repente, se me ha impuesto en mi memoria un temor que siempre me ha acompañado, desde pequeña. Y sin pretender compararlo, he podido acercarme un poco mejor a ese terror. Siempre me he sentido acosada, en peligro. Los chicos se permitían licencias conmigo que me atemorizaban, me agredían. Quizá por ser rubia. Por ser diferente. En mi barrio, en el pueblo... He tenido que soportar desde niña que me señalaran, me dijeran cosas y hasta me agredieran físicamente. Mis primeros recuerdos al respecto son de 2º de Primaria, es decir, de mis ingenuos 8 añitos. Lo conservo nítido como una herida abierta. Después, ha habido muchos más. 
Por suerte pude recuperar la confianza en ellos a través de la amistad. 

Sin embargo, esa sombra que me perseguía si había chicos cerca debe de ser el remedo desdibujado de esa bestia negra y espesa en una situación de conflicto real.

Las mujeres no solo han de sufrir las bombas, las heridas, el hambre, la sed, el miedo por el sufrimiento de los suyos, por la desaparición de su casa, de su vida...
Las mujeres han de sumar a todo ese horror que todo el mundo sufre en una guerra, el horror de convertirse en un objeto sexual y de ser torturado por el simple hecho de ser mujer, de tener vagina.

Los hombres vierten su odio en su esperma.
Y lo vierten con quien saben en inferioridad de condiciones (cualquiera lo es apuntado con un arma) y se crecen sometiendo esa inferioridad.
Debe de ser que el erguirse de ese miembro les levanta como héroes en medio de su mediocridad. Les convierte en titanes de semen.
Perforar a una mujer indefensa y obligada les hace poderosos. Más hombres.
Siempre me pregunto dónde dejan estas bestias el recuerdo de su madre o hermanas o hijas cuando violan, ultrajan, martirizan a mujeres sometidas y aterrorizadas.  Esta es la única pregunta que me hago, que puedo entender. Las otras que me hago no las entiendo. Me hago un montón de preguntas que no entiendo.

Toda esta reflexión que estaba agazapada ahí desde siempre, surge a raíz de esta noticia.

ESCLAVAS
 Pero ha habido otras tantas similares o peores a lo largo de toda la historia y en especial  a lo largo de los siglos XX y XXI. Ruanda, Los Balcanes...


La mujer es el enemigo, sí, y hay que masacrarlo de todas las formas posibles. Horadarla hasta matarla es una de ellas. Y bien placentera ¿¿¿???? Convertirla en esclava sexual, un botín merecido ¿¿¿???
La guerra reduce al ser humano a lo peor de su condición. Al parecer al hombre mucho más que a la mujer. Podríamos entender que los hombres enloquecen en ese medio y "sacan a relucir" todas sus armas para sobrevivir. Cegados como polifemos con un sólo pene por ojo. 
Podríamos, pero no lo hacemos.

Porque aquí, en territorios no ocupados, en paz, hay polifemos de estos sin necesidad de una situación traumática que los aniquile, que los convierta en alimañas. 
Aquí, en el primer mundo, nos encontramos con bárbaros que reclaman la existencia de un botón
que haga desaparecer a la mujer que se acaba de follar en ese mismo instante. Desprecian a las mujeres que logran llevarse a la cama y les producen asco. Menosprecian a la persona con la que acaban de retozar, que les ha permitido llegar al éxtasis del orgasmo y , si pueden, la humillan. Aquí, en el siglo XXI, en el mundo civilizado.

Y no hablo de patanes sin formación o dos dedos de frente, que también los habrá. Hablo de intelectuales, de gente formada y con nivel social, de profesores de universidad...no hay límite para la
infamia. Y en cuestión de falos, la abyección parece inconmensurable.

¿Cómo es posible que el mayor acto de contacto con otro, de compartir con otro (compartes lo único que tienes tuyo: tu cuerpo) se pueda traducir en términos de humillación, prepotencia, asco, humillación?
¿Cómo es posible que a alguien que te ha proporcionado un placer único, que te ha permitido compartir lo más sagrado, su cuerpo, lo desprecies y quieras aplastar como a un gusano?

No hablo de amor. Claro. Eso es impensable. Hablo de puro sexo. 

Nunca jamás he escuchado a una mujer expresarse en estos términos. 
No quiero decir que todos los hombres sean así, ni mucho menos. Muchos de los que yo conozco piensan como yo y entiende el contacto con el otro, sea como sea, un acto de comunión y respeto. Sea cual sea ese acto (sexual, en el metro, en una ventanilla). Y sea quien sea la persona que está al otro lado (hombre, mujer, niño, animal). Y "mis hombres" podrían suscribir esta entrada. Estoy segura.Y nunca cometerían esas barbaridades ni en paz ni enloquecidos por la guerra. Su pene no es un arma. La mujer no es el enemigo.

Pero me sorprende muchísimo esta diferencia de concepto, que desafortunadamente, no es tan minoritaria. La diferencia de concepto sobre el sexo, el placer. Sobre el otro y nuestra relación con él durante el sexo. 

El sexo como arma de destrucción masiva. El falo y el semen como amos y señores dispuestos a esclavizar, imponer, humillar, a provocar dolor. 

El horror.
Lo peor del género humano.

El orgasmo masculino debe de ser tan poderoso que destruye. Destruye a quien lo impone, a las víctimas y sobre todo,  la fe en el sur humano. 

El orgasmo masculino debe de ser tan poderoso que aniquila. Aniquila siglos de evolución del ser humano para regresar a la bestia que somos.


No sé bien qué he escrito. Me he perdido en mi propia impotencia y asco