martes, 31 de mayo de 2016

¿Lo puedes imaginar?

Imagínate dentro de una lavadora.
En una cavidad fría, oscura, húmeda. Salpicada de dentelladas. En un hueco en el que no puedes relajar un músculo ni casi respirar. 

Imagínate meses ahí dentro. Zarandeado por un centrifugado hostil que te golpea a dentelladas ,contra las paredes, sin ningún control por tu parte. Te aferras a lo que te lastima de forma que sea lo menos dolorosa. Pero no lo consigues. En esa espiral centrífuga no puedes pensar y actúas instintivamente, a reacción. Y muchas veces reaccionas mal. Claro. Y te lastimas más. Y seguro que también lastimas.

Imagínate que a veces te relajas un poco porque sientes que el centrifugado baja sus revoluciones y esperas que llegue el suavizante que te permita deslizarte suavemente hasta el fondo y descansar. Parece que ya llega pero es un simple amago para lanzarse a arremeter con más fuerza. 

Imagínate que no sabes cuándo llegará, pero sabes que lo hará. Y esperando, estás tan tenso, o más,  que en medio de ese torbellino. Imagínate que nadie te evitará un centrifugado feroz al día. Como mínimo.
Lanzado contra las paredes de lo que debería ser un útero cálido, protector y se ha convertido en un pasadizo claustrofóbico, jalonado de cuchillas que se te clavan en cada vuelta. Perdidos ya el control y la esperanza.
Imagínate cómo sales de ese hueco cuando logras salir. Imagínate sintiendo que sigues dentro y salen solo jirones de ti llenos de confusión; incapaces, casi, de articular una frase coherente. 
Imagínate que debes presentarte así ante los demás y debes intentar ser quien ya no sabes bien quién eres.
Sentir que ese andrajo que te cuesta tanto desplazar eres tú y no sabes cómo recomponerte. Las fuerzas se han quedado en  ese oscuro hueco acuchillado en el que se ha convertido tu vida donde no hay espacio para la ilusión o los sueños.



Y así, andrajoso, exhausto, con una tristeza y una ansiedad ingobernables, te preguntas por qué no tienes la generosidad, la grandeza de espíritu, la madurez, el cuajo... para controlar esa fuerza centrífuga que te lanza a ese dolor inimaginable por tantas pequeñas cosas cada día. Por qué no eres capaz de amar por encima de todo y convertir esa espiral de pesadilla en una montaña rusa de júbilo y alborozo. Por qué no eres capaz de dominar lo que te pasa para poderlo vivir de otro modo.

Lo más difícil de imaginar (tú me dirás) es que dentro de unos años, cuando eches la vista atrás hacia estos momentos, los sentirás como unos momentos hermosos y felices comparados con los que te están esperando y desde los que los mirarás todavía más perdido.

¿Lo puedes imaginar?