jueves, 21 de enero de 2016

Una hermosa luciérnaga se apaga.

"Esto es así,la vida es así..."

La enorme incubadora que es neonatos hoy estaba empañada, como el día. 

Entramos en esas burbujas en penumbra que respiran costosamente, como si entráramos en una guarida de algodón iluminada por
hermosas luciérnagas: pies minúsculos iluminados por el cordón que les mantiene con vida , como faros alerta. Y me quedo muda.
Habla el arpa de Diana,

esa cascada dulce que nos sosiega y acaricia. Y hablan los ojos emocionados de los padres, las sonrisas cansadas del personal, los monitores testigos de tantas luchas.
Yo enmudezco. Qué se le puede  decir a una madre que lleva allí 7 meses viendo crecer a su minúsculo hijo que nació con 700 gramos y ahora mueve sus manitas al ritmo de las cuerdas de Diana. El bebé sonríe y su madre está feliz de vernos, la alegramos el día cuando vamos, nos dice.  Que es maravilloso poder disfrutar de ese ratito porque a él le viene muy bien 
..." mira, esta´saturando mucho mejor con la música,y además, necesita estimulación" me dice. 
" Pero si esta superespabilado", le digo.
" Si, pero es un down y lo necesita", me dice ella. 
Y ante el mazazo de su sonrisa, de su sencilla alegría en medio de ese golpe de la vida,  intento decir algo coherente: " Y pronto os vais ya a casa porque está hecho un torete ¿no? " 
"Bueno, estamos esperando a que le operen del corazón, no sabemos". 
Y quisieras abrazarlos a los dos y poder llevarlos muy lejos. Enmudecida. Con los ojos empañados como la mañana.
Con el único alivio de saber que es Diana con su música la que los esta abrazando y reconfortando.

Vamos a otra sala. Veo a David Javier. Solito. Como está. Tan pequeño, tan frágil tan sólo...Me atrevo a preguntar a una enfermera por él. 
"Esta muy malito". 
Me quedó clavada. La cara de la enfermera me dice todo lo demás y la soledad de ese pequeño que está sufriendo tanto es un aullido que nadie acunará. 
El arpa de Diana me ayuda a respirar y sabemos que a él también. Ese pequeño que no sabe lo que es vivir ,que no sabe lo que es el sol ni los brazos de una madre, ha podido sentir esos acordes diferentes a los de su corazón.

Virginia se sorprende de que otra mamá que otras veces nos ha recibido con alegría, hoy no se giré a saludarnos o vernos. Se acerca a ella y comprende por qué esa madre no nos escucha hoy. No puede. Su bebé que lleva allí 11 meses, luchando por salir adelante, está muy malito hoy. Sus pulmones no pueden con su cometido. Como si  hubieran olvidado respirar.


Virginia que no deja de buscar la esperanza y la alegría me llama: a una bebita la han operado la cabecita
y en la venda le han hecho un lacito blanco precioso que cierra su herida como un beso de seda. 



No podemos quitar la vista de David Javier. Está sedado. Respirando con sus ojitos cerrados, dando una batalla casi perdida desde que nació. David Javier recoge la toalla que su madre tiró nada más verle nacer. Virginia cree que David Javier saldría adelante con el amor que su madre le negó y que nadie podría darle como ella. No podemos quitar la vista de él como si así  pudiéramos mecerle y acariciarle y darle ese amor que no conoce y no sabe que necesita. 

La mañana se ha vuelto espesa. La maravillosa voz de Diana, punteada por las cuerdas de esa joya de arpa que la acompaña, no logra abrirse camino en medio de tanta tristeza, de tanto dolor. Lo cubre, lo envuelve, lo cobija. Nada más. Nada menos.

La UCI de neonatos es dura. La pedriátrica hoy es un campo de minas. Tanto que nos dicen que es mejor que no entremos. Que nos puede estallar alguna entre las cuerdas de Diana.
... Y nos estallan. Varias. La alegría de Emma, de unos 4 añitos, que nos pide más y aplaude. La serenidad de otro niño algo mayor que pasa más livianamente un chequeo que está sufriendo en ese instante. El suave bamboleo de una madre con su hijo, todo vendado, que aparece de repente al descubrir una cortina  su box. Las vendas y su sonrisa resplandecen en una piel negra y hermosa como el ritmo de su cuerpo  bailando la música, acompasando a su bebe.

Y todos esos trallazos de luz son pura metralla, nada comparable al estallido brutal de lo inefable, lo que no se puede imaginar ni entender. Una detonación nos sacude desde el horror con el que no sabemos que hacer. 
La jefa de sala  anima a Diana a seguir. Diana toca con todo su cuerpo. Sus manos no son sus manos. Son su corazón que acorralado no ha sabido dónde ir más que allí, a esas cuerdas donde aferrarse a la vida y donde apretar los puños. Yo me aferro a ella, a ese manantial de belleza que está creando para ellos y así parapetadas en la deliciosa música de su arpa podemos seguir en esa sala donde unos metros más allá, unos padres están despidiéndose de su hija de unos 4  años. Para siempre. 
Posiblemente no escucharan nada más que su propio desgarro al tener que aceptar que la máquina que mantiene en vida a su hija ha de ser desconectada. Porque su viaje ha llegado a su fin por más que sus padres quieran retenerla, despertar de esa pesadilla. Pero cómo entender la música en medio de la muerte de tu hijo. ¿Puede hacer daño? ¿Puede sentirse como un puñal injusto en medio del propio llanto?

Seguramente no nos escuchaban porque su corazón gritaba más fuerte y sus oídos solo tenían ojos para su nena que se iba, que ya no podía continuar más  esa lucha.

Se puede cantar llorando y se puede tocar  temblando sin que se vean las lágrimas ni se perciba el temblor.

Esta mañana  el frío entraba por los huesos y se quedaba allí arropado por un arpa hermosa y su música cristalina. 
La muerte y el dolor sin tregua nos han llenado de congoja pero no han podido con Diana.
Y al menos todo el personal que se deja la piel y que hace milagros cada día ha podido descansar unos minutos toda su impotencia y su cansancio. Y los padres han tenido unos segundos para , sin dejar de mirar y acariciar a sus pequeños titanes, dejarse mecer y llenarse de impulso. 

Todos menos esos padres para quien justo ese momento ha sido el momento más duro de sus vidas y del que ya no podrán desprenderse y descansar nunca más.



Para esa hermosa luciérnaga que hoy no ha podido seguir brillando, dejando a sus padres ocurecidos de dolor, de soledad y con la única e insuficiente luz de su recuerdo.







martes, 19 de enero de 2016

Con el alma en los pies

¿Alguna vez has andado con el alma en los pies? Enredada, revuelta entre ellos.
Se te cae el alma a los pies y toca andar con ella fuera de lugar. Y entonces ya no andas. Te mueves, te desplazas, te arrastras pero no avanzas. Con el alma en los pies es imposible avanzar.Pero no hay otra opción que seguir en movimiento.
La pulsión de la vida es un auténtico misterio.Algo arrasador.

Acabo de ver "El hijo de Saúl".









Estoy leyendo unas auténticas joyas:  " Voces de Chernóbil"
y "El fin del "Homo sovieticus" de  
Svetlana Alexievich
Y la pregunta es siempre la misma "¿Cómo se puede soportar algo así? ¿Cómo se puede querer vivir en esas condiciones? 

Quizá porque, no es que lleves el alma en los pies, es que te la han arrebatado y entonces, te conviertes en algo que no se sabe qué es ni qué necesita para vivir. 
Pero un ser humano ¿cómo puede querer sobrevivir a algo así? La pulsión por vivir...

" La vida puede ser más triste que la muerte" Creo que fue Stefan Zweig quien lo dijo.
Él, que amaba la vida, las cosas simples y buenas de la vida, que había escapado a un destino terrible, no soportó la vida después de huir a su suerte.




Una vez hablaba con un amigo sobre las personas que se autolesionan, sobre qué les lleva a hacerlo. A hacerse un daño innecesario. A someterse a un dolor que podrían ahorrarse. Tal vez el dolor que llevan a cuestas y que no entienden les resulta tan "Irreuhible", que necesitan un dolor físico, tangible, para escapar por unos momentos de ese otro que les está minando , impidiéndoles vivir.
Tal vez sea el único momento en el que pueden escabullirse de ese dolor insoportable que consiste respirar, a través de otro más mecánico, más abordable. Porque tiene explicación. Sabes de dónde viene y por qué. El otro no. El otro es una simple incapacidad para vivir. Para saber vivir.

El alma en los pies, duele. Y puede haber laberintos que ayuden a acarrearla. 
"También el horror puede llegar a ser de alguna manera confortable". 
La frase es de Umbral y harían falta varias vidas para poder ajustarla certeramente. O sólo una vivida con el alma en los pies.

jueves, 7 de enero de 2016

Nubes negras

Llegan los días grises, fríos, cargados de nubes negras, de lluvia.
Es lo que toca y es necesario.

Como en la vida. Tocan, llegan y me gustaría poder sentir que son necesarios. Para algo. Para lo que sea.


El año empieza desdibujado. Con el estómago agarrotado. Con miedo a que el más mínimo movimiento haga temblar toda la construcción y la agriete irremediablemente.

El año comienza con mi padre pero sin él. Porque él ya no es quien es. Y está pero no es. Y yo lo miro y no sé cómo abarcar esa nube negra. No sé qué hacer con ella.

El año comienza con mi hijo pero sin él. Porque yo no sé quién es él. Porque está pero no está. Al lado pero tan lejos. Y yo no sé cómo ha llegado esa nube negra, qué he hecho yo para preñarla así de tanta oscuridad. Y no sé qué hacer con ella pero ella sabe bien qué hacer conmigo. Me anega. Me desbarata. 

Desbaratada, cegada por tanta tristeza no puedo ver otros pilares que me sostienen y los cargo con un peso insoportable, que no es suyo o simplemente no me sostienen. Me caigo. Quisiera romperme como el cristal, estallando contra el suelo, y convertirme en millones de trazos de luz , en hermosas esquirlas inconscientes.