lunes, 3 de enero de 2022

Amiga

 Hola, amiga

Hace tanto que no nos reunimos, que no nos reímos juntas, que no disfrutamos...

Me pregunto si es necesario hablar como yo lo necesito.

A veces pienso que es como excesivo, como si sobrara, como si no hiciera falta y al hacerse verbo perdiera su verdad.

Pero es que yo necesito hablar. Y si puedo escribir, mucho mejor. Como ahora.

Necesito hablarte.

Hablarte de lo importante que es saberte ahí. 

Hablarte de lo agradecida que me siento cada vez que me sujetas cuando pienso que no puedo más.

Hablarte de lo emocionada que vivo sabiendo que estoy aquí también para ti.

Hablarte de lo pequeña que me siento cuando me siento perdida y de cómo me salvas de descarrilar.

Hablarte de lo ridícula que me percibo cuando tengo que contarte que me ahogo, que me siento desfallecer.

Hablarte de lo débil que me sé cuando sólo me fortalece contártelo, llorarte que no puedo más.


Alguien me dijo una vez que iba de víctima. Me lo dijo al compartir mis angustias. Lo que me duele y me flanquea la vida. Lo que me perturba y no me permite ser feliz. Lo que intento superar, mejorar y no consigo. Insistente y torpemente.

 Nunca me he sentido así: una víctima. Mi concepto de víctima es quien se recrea en su dolor sin hacer nada para superarlo y tengo la absoluta certeza de hallarme muy lejos de esa actitud.

Pero puede que lo sea, que me haga la víctima cada vez que te cuento que la ansiedad se apodera de mí, que el dolor me resulta insoportable, que la vida es una cuesta arriba que a veces se presenta insalvable. A pesar de saberme una privilegiada.

Pero, si no comparto lo que me pasa por dentro, lo que palpita dentro de mí hasta deshacerme y hacerme otra vez ¿qué comparto? ¿Para qué sirve estar, ser, vivir?

Ojalá me sientas tan cerca como yo a ti en mis malos momentos.

Gracias por dejarme descansar mis miserias en ti y hacerlas más dignas con la luz de tu apoyo y comprensión.


Para esas mujeres que están ahí siempre: mis amigas.

El barrio, otra vez

 De nuevo en el barrio

Camino sus calles. Entro en el flujo sanguíneo de la que fui. De la soy aunque ida

El barrio envejecido. Destartalado. Falto de cuidado

Conservando la dignidad de lo vivido con ganas


El barrio está lleno de gente que lo perdió todo

De gente que nunca tuvo nada ni siquiera para perder

De gente que no tiene nada que perder

De gente humilde que se sustenta con su sustento


Casas humildes engalanadas de navidad

Enormes árboles de navidad adueñándose de salones minúsculos 

Ventanas maltrechas encendiendo y apagando la ilusión de un tiempo postizo


Paseo estas calles que me vieron crecer y respiro la vida

La auténtica vida donde lo simple se convierte en una fiesta

Donde lo hermoso se halla  en los encuentros

A pesar de la basura a la que lo condenan algunos

como si fuera una venganza por su falta de esperanza


El barrio se mantiene en pie en medio del silencio de su modestia