miércoles, 14 de enero de 2015

El aire en su cara

Es fácil sentirse pequeña y mezquina. Lo es cuando en medio de tus miserias, de tus quejas por cuestiones mínimas, de tus derrotas cotidianas  te encuentras con personas valientes que te recuerdan el auténtico valor de la cosas: el privilegio de vivir con salud.


No es fácil asumir una enfermedad grave. Debe de ser muy valiente y muy duro decir que la tienes delante de una cámara y hablar de lo que deseas y no puedes tener. Es devastador escuchar a una niña que lo que más desea es poder andar y lo que más feliz le hace  es el aire en su cara. 
El aire en su cara...Nadie nunca ha sabido definir mejor la felicidad: sentir el aire en tu cara y disfrutarlo. Sentir que estás viva y saber valorarlo en algo tan simple como el aire en tu cara.Y decirlo con una sonrisa.

No debe de ser fácil exponerte enferma, contarlo, compartirlo. Si te fijas en las personas de la izquierda, en las personas enfermas o que cuidan a sus seres queridos enfermos, tienen un brillo increíble en los ojos. El dolor, la tristeza, el miedo empapan sus ojos, los esmerilan. Pero sin permitirles dejar de sonreír. Ojos esmerilados y llenos de fuerza y esperanza.

Hace tiempo me preguntaba para qué servía el dolor, adónde iba esa fuerza tan incontrolable del dolor. Hoy creo que , gracias a ellas, tengo parte de la respuesta. A compartirlo para que ayude a otros a tener fuerza, a no sentirse solos, a luchar. A levantarse con él y entregarlo en un abrazo que refuerce las energías y establezca lazos que mantengan firme la voluntad de seguir luchando. Con una sonrisa. Como ellas hacen al final de este vídeo.

Admiro a las personas valientes y luchadoras. Me parecen la sal de la tierra, las que cambian y mejoran el mundo. Las admiro profundamente quizá porque yo no lo soy. 
Pero nada me parece más admirable que las personas que luchan y no solo por ellas. Como estas mujeres que tienen la valentía de contar su experiencia, de expresar sus deseos, de no dejar escapar sus miedos, sólo para que otras personas puedan sentir que hay esperanza y que merece la pena luchar. Siempre. 

Para que personas como yo no olvidemos que somos privilegiadas y que le debemos a la vida seguir caminando. Y ya sabemos que se hace camino al andar pero quizá lo que nos falta recordar cada día es que andar solo hace camino cuando amparamos a los que, en ese trayecto, están en un mal momento; cuando sostenemos la fortaleza y la esperanza de los que luchan por salir adelante.

Al ver este vídeo me he sentido pequeña y mezquina porque , en ocasiones, no sé aparcar mis frustraciones y me siento desdichada y sin coraje. Después, la sonrisa de Cristina me ha preguntado si no será también la tristeza un cáncer del alma.



Esta entrada me va a llevar a hacer algo que tenía pensado no hacer: publicar la siguiente (que saldrá publicada como un día antes de esta). 
Va por ti y por todas las personas que luchan contra la enfermedad con generosidad y valentía. Ojalá las emociones hechas palabras pudieran convertirse en flujos de optimismo y fuerza y os llegaran directamente al corazón. ¿O ya lo hacen?