sábado, 17 de mayo de 2014

Voluntad

Esta primavera me he sorprendiendo descubriendo hierbas sobresaliendo del asfalto o el cemento. Las habían sepultado con toneladas de muerte y ellas han sabido burlarla y escapar por resquicios imposibles. Salen vigorosas, indestructibles.Suben hacía el sol burlando las moles que las aprisionan. Con voluntad. Silenciosas. 



La muerte

Es la primera vez que veo un muerto. Otras personas queridas han muerto y nunca he querido verlas: quería recordarlas como las tenía en mi memoria.

Esta vez entré a la sala del tanatorio sin ningún reparo. No sé por qué. 

La muerte se me escapa. Intento asumirla, integrarla en mi vida y no soy capaz. 
Cuando lo intento, algo dentro de mí hace "clack" y se me desajusta en un vértigo de irrealidad que me descompone y me aterra. Lo único que da sentido a la vida, saber que es limitada, muy limitada, me lanza a un vacío inconsistente que no puedo interiorizar, que no puedo hacer mío. 

Esto, como todo, debe de ser un aprendizaje. He llegado a la conclusión de que la muerte dolorosa de tus seres queridos no es más que ese aprendizaje. Ese ir aceptando el último viaje como un trayecto allanado por los que se fueron antes que tú y allí te esperan.

La primera persona muerta que he visto ha sido mi tío Lázaro. Era una persona que formaba parte de mi paisaje emocional profundo.Como con tantas personas, no nos veíamos mucho ni teníamos mucha convivencia pero las dos veces al año que coincidíamos  en el pueblo era suficiente para sostener ese tejido que año tras año, desde la infancia, me arropa como una suave manta de recuerdos y vivencias de un mundo "perfecto" en el que solo cabía la luz, la alegría y el futuro. Todo estaba donde debía o en el mejor de los sitios posibles y los problemas consistían en el aburrimiento de no saber qué hacer o en no parar de reir.                  

"Estos días azules y este sol de la infancia". Como a Machado, a mí esas sensaciones me acompañan en presente y al presente sostienen. Me apoyo en ellas para seguir adelante. Y esta pérdida y otras muchas que me esperan resquebrajan esa base y me hacen tambalear.

Mi tío era el más joven de todos. Tenía una enfermedad grave que le hizo pasarlo mal los últimos días de su vida. Por eso, quizá, afronté su muerte como un descanso al que había que estar, de algún modo, agradecidos. Hablé con él los últimos días sabiendo que se moría. Era una sensación dura y emocionante. Por eso quizá quise verle y despedirme de él. Y me alegro mucho de haberlo hecho. Dormía, placidamente. Con un color de cara sonrosado y natural y una media sonrisa. Estaba bien. Como  cuando lo descubría en el sofá durmiendo sin darme cuenta de que estaba allí al entrar en su casa y cruzar el salón sin verle.

Hay una grieta en "mi casa" y oigo crujir las paredes que anticipan otras. Es una pena inabarcable; pero, mientras llegan, consciente de que el tiempo me irá dejando muchas más en un vacío que cambiará mi mundo, disfruto de "mi casa" con avaricia. 

Nunca estaré preparada para la muerte. Pero intento acomodarla para que no me destruya antes de tiempo y para intentar llenar ese vacío de presencias y sentimientos. Sólo espero que llegue ordenadamente y sin demasiado dolor y que este mundo de emociones, de necesidades, de amor, que la muerte me despierta, sea,finalmente, ese más allá al que poder mirar de frente y sin temor. Y que, cuando llegue el día, podamos sentir la caricia cálida de los que nos precedieron para guiarnos dulcemente por ese camino inevitable.