martes, 15 de abril de 2014

La sencillez de lo sublime

Una tarde cálida, mojada por una tormenta tornasolada. Un viaje rápido por una hoz siempre asombrosa, cambiante, arrobadora. Un pequeño pueblo, blanco, silencioso, humilde. Su iglesia, pequeña, austera, hermosa. Un grupo de personas, sus voces, su pasión, su eco. Y esto:



Un concierto, simple, diferente; al hilo de la semana santa y de la pasión de Cristo

Y sin embargo, un momento personal ajeno a la religión y conectado a la emoción de la sencillez y la profundidad de lo esencial, de lo trascendental. 
Disfrutar de una hora entre piedras milenarias y sonidos básicos, cristalinos y sublimes. Los ojos cerrados. Diluirme en el tiempo y el sonido con la conciencia de ser una mota de polvo en la inmensidad de la vida. 
Polvo serás, más polvo emocionado.



La sencillez de lo sublime