domingo, 10 de noviembre de 2013

Quién teme mirar

Me encanta cuando en las novelas algún personaje sabe detectar en el brillo de una mirada el estado de ánimo de otra persona. Daría la impresión, no solo de que nos paramos a mirar a los ojos de los otros, sino de que, además, lo hacemos para intuir qué le pasa, qué tiene adentro que no puede sacar fácilmente y necesita hacerlo, qué está pidiendo a gritos en un mutismo significativo. Porque estas sutiles interpretaciones no las hace un sicólogo sagaz o un sacerdote en activo. No. Un simple mortal observa a otro y llega a profundas conclusiones solo observando el cambiante tono o brillo de la mirada de otro. Supongo que tendría sus riesgos pero sería tan hermoso que el otro simplemente quisiera saber qué hay detrás de una mirada... 

Ayer estuve viendo la obra de teatro "Quien teme a Virginia Woolf" y salí enervada. Había visto la película hace siglos y pensé que no la había entendido. ME puso nerviosa la obra en sí. Me enervó el título, su gratuidad y sonoridad vacua. Me hastió su falta de conexión con el mundo. Hasta la interpretación de la Machi me resultó ya vista y reconocida. Sali crispada por haber tenido que sobrevivir a semejante desatino.
Hacer daño al otro para no no perderlo. Revolcarte en la propia deyección para poder seguir viviendo en un ambiente viciado en el que resulta imposible respirar. ME resultó como teatro del absurdo y no me gusta nada el teatro del absurdo. Quizá porque ya vivo yo instalada en algún absurdo que no remonto y no tengo ganas de vérmelas con otros.O tal vez porque al final los personajes son fieras heridas que se condenan a repetir ese infierno cada día. Que no saben cómo vivir de otro modo.Sin salida. Tal vez sea eso, demasiada realidad sin propuestas valientes ni interesantes. Como la vida misma.