viernes, 14 de febrero de 2014

Leucocitos

Hoy recojo unos análisis. Estoy bajita en algunas cosas y la doctora me pregunta pero ¿y tú, qué tal te sientes? Retardo un poco mi respuesta porque me pregunto a mí misma qué le debo responder realmente. Finalmente, atajo con una palabra: "cansada". Me pregunta si duermo bien, si como bien. Mi negativa le lleva a levantar los hombros al mismo tiempo que las cejas y no quiero dejar huérfano ese gesto que completo diciéndole ¿Cómo quiero estar bien?

Acabo de cumplir cincuenta años y no estoy bien. Tal vez nunca lo he estado pero al menos no recuerdo nunca haber estado tan "sin mundo".
Un amigo me decía que se había quedado sin mundo y yo, que solo intuía lo que me quería decir, ahora creo que lo entiendo bien. 

Quizá por eso, porque me he quedado sin suelo, miro mucho al cielo. Cielos espléndidos, cambiantes, cargados de belleza y comprometedores de emociones. 

He visto los últimos días, bandadas de pájaros que se arremolinan y dan quiebros buscando su camino. Intuitivamente se pierden para encontrarse en una especie de baile que permite alejarse de los compañeros sin perderlos. Los he visto varios días y con ellos me llegaba el regocijo de saberlos ver, de pararme a mirarlos.

Hoy, me he perdido en un cielo revuelto.
Nubarrones negros se perseguían unos a otros, amontonándose juguetones.De pronto, como aburridos, descargaban una lluvia tenaz que rociaban con rayos de sol traviesos que dejaban escapar entre sus grises intensos. Un lienzo turbador que han rubricado generosamente con un hermoso,fugaz y desvaído arcoiris.
 Ahora azules, ahora grises, decenas de grises; ahora relucientes algodones fascinando mi mirada.Llega la oscuridad. Se abre una luz inmarcesible que calienta los anhelos.

Hay días que solo tengo el cielo y la turbación de llenarme de todo lo que regala. Nada menos.