martes, 5 de abril de 2016

Una persona "normal"

Tiene 85 años aunque no los aparenta.Una voz sosegada y una mirada dulce. Sonríe mucho y tímidamente.
En una tarde inhóspita, cruzo Madrid para ir a escucharla. A verla. Como si se tratara de un milagro o un tótem personificado. Creo que para todas las personas que abarrotan la salita es un poco así.

Yo me lo pregunto. ¿Por qué ese interés visceral por escuchar lo que ya sé? Es cierto que me lleva la necesidad de entender algunas cosas que no sé y que me interesan mucho últimamente. He leído todo lo que ha caído a mis manos sobre los nazis y el holocausto en particular. Sé cómo fue el antes y el durante. Sé mucho menos cómo fue el después porque aquí la casuística es mucho más variada y cada quién vivió su propia odisea. Pero me interesa mucho ese "después" y querer conocer el después de esta superviviente es uno de los acicates que me llevan hasta allí.

Otro motivo es que siempre quiero aprender , entender cómo la gente puede soportar determinadas cosas, cómo no tira la toalla. Hay un adagio que dice "Que la vida no te dé todo lo que puedas soportar" . Nadie conoce sus límites hasta que no se ve sometido a ellos.
 A mí del horror nazi me interesa entender cómo, viendo lo que cada día veían, mantenían la esperanza y seguían viviendo. Siempre he pensado que yo en esa situación, con mi frágil salud de hierro, moriría por los elementos. 
Pero también que yo, que me ahogo en un vaso de agua y que ante hechos inocentes y "lógicos" de una vida -podemos decir- privilegiada, siento que no merece la pena seguir adelante; yo, digo me habría lanzado a la valla eléctrica que los rodeaba. Habría tirado la toalla en ese infierno inimaginable. Pero también pienso que la más mínima esperanza de volver a ver a mi madre, mi hijo, mi hermano... sería lo único que me habría mantenido viva.No sé...Imposible hacer hipótesis, me temo. Por eso estoy ahí, para descartar hipótesis ¿o no?

O tal vez es simplemente más fácil. La vida en peligro sólo tiene una función: preservarse por encima de todo. Tal vez sea algo instintivo, incontrolable, casi animal: hay que vivir como sea. Quizá sea esa la única certeza grabada en nuestros genes. Una certeza que nuestra cabeza y nuestro corazón no conocen pero ante lo que algo ancestral y profundo nos guía.

He leído mucho sobre el tema, repito. En especial ficción y testimonios. La intrahistoria que es lo que más me enseña siempre. En esas experiencias he encontrado esos motivos para seguir luchando y otros dos más: la pertenencia a un grupo, a unos principios sólidos (religiosos, políticos...) o la pasión por algo (el arte, la ciencia, la simple delicia de pensar y aprender).

Algunos otros ensayos también me han enseñado a medio contestar esa pregunta que todos nos hacemos: "¿Cómo fue posible?" Y cómo lo fue entre un pueblo tan formado culturalmente. A eso ya tengo la media respuesta: podría haber sido en cualquier otro pueblo igualmente (lo fue en toda Europa según iban llegando los alemanes) y la economía- como casi siempre- explica la otra media respuesta.

Ayer con un vídeo breve pero muy explicativo y con las preguntas del director de la mesa, pudimos tener muy claro el esbozo de la vida de esta mujer que la salvó por azar: en su ficha de Auschwitz (de donde había llegado desde Terezin) ponía que era 5 años más mayor de lo que era y eso la desvío del crematorio- adonde fue toda su familia- para enviarla a trabajar a Hamburgo. La liberación británica de Belgen-Belsen, donde  había sido trasladada y adonde llegó aterrado su horror ante ese nuevo horror, la pilló moribunda, muy enferma y sin fuerzas ya para luchar. Pero sobrevivió.
El después, eso que a mí me interesaba tanto porque sé que en otros muchos casos fue otro infierno, en su caso fue maravilloso: la esperaba el ama de llaves que había cuidado sus pertenencias (fotos con las que está hecho el vídeo, joyas que las permitieron salir adelante, ¿la casa?...) y todo su amor para ella.

Llega el turno de preguntas para los que estamos allí. Tengo tantas...
Hago una: ¿Se hablaba del tema cuando volvió a su vida normal? Me cuenta que no de forma explícita en su casa. QUe el tema iba saliendo, apareció algún libro...y poco a poco sus hijos se fueron enterando de su periplo y el de su familia. No me refería yo a algo tan íntimo y personal que también me interesaba. Yo quería saber si la sociedad checa miraba de frente esas atrocidades, si las supo y las destapó o como en otros lugares fue un tema del que no se habló hasta que no fue necesario.Como ya he dicho arriba, casi todo se explica por el dinero y esto, en parte también. El holocausto también puede ser un negocio. La industria del holocausto también puede ser un negocio.

Quiero preguntar en qué momento supo que su familia no volvería nunca, cómo hubiera sido la vuelta a casa sin su ama de llaves, quién de sus amigos y familiares sobrevivió, tuvo alguna tortura extra por ser mujer y joven, qué piensa de los refugiados y su situación actual; y la gran pregunta que sabía que nunca le haría y que me encantaría que algún superviviente tuviera la necesidad de contestar sin hacérsela era: qué piensa de los territorios ocupados palestinos.

Alguien le hizo la pregunta de los refugiados. Y la respuesta de ella me aclaró muchas cosas:
"Yo no tengo por qué tener una visión diferente a la de los demás sobre ningún tema. No soy la única superviviente". Nos vino a decir que no era ningún tótem.
Era una mujer que tuvo "suerte" y que después, gracias al amor de una mujer y a su propia voluntad, ha tenido una larga vida y parece que muy feliz. Llena de amor y de pasión por su profesión y su recuerdo.
Ahora no quiere que cuando ella muera todo se diluya en la niebla del olvido y por eso canta*
y cuenta todo lo que vivió para que no se vaya con ella.








*Los nazis prohibieron que los niños judíos recibieran cualquier forma de educación. No se podía estudiar, aunque sí dibujar y cantar. Dagmar Lieblova lo descubrió cuando fue enviada con su familia al campo de concentración checo de Terezin. Como niña judía, allí conoció el horror, pero también descubrió que la música le permitía escapar de aquel entorno. Por ejemplo, cuando cantaban Brundibár, una ópera infantil que compuso y que puso en escena Hans Krása para intentar hacer más soportable la existencia de los más pequeños. El Teatro Realrecupera aquella ahora aquella pieza, acompañada por una exposición y por el testimonio vivo de Lieblova.