domingo, 2 de junio de 2013

BOLETÍN FORO SOCIAL DE LAS ARTES



El Foro Social de las Artes se desarrolló entre enero y  marzo de 2013 en diferentes espacios de Madrid.


http://forosocialdelasartes.blogspot.com.es/

Esta fue mi contribución a su boletín: una columna cada semana a petición de César. Y de algún modo fue el embrión de este blog, así que creo que se merece un sitio en él.


LA NECESIDAD DE TEATRO

Ando yo hilvanando algunas reflexiones  sobre por qué el teatro es ahora, para mí, la experiencia más enriquecedora. No hay nada que me apetezca más que sentarme en una sala y dejarme envolver por ese otro mundo que se recrea en el escenario. Casi prefiero ir sola  para disfrutar de esa “liturgia” con todos los sentidos y hacerla mía de una manera íntima.
Busco en el teatro -como en todo, supongo- respuestas; y frecuentemente, salgo con más interrogantes, lo cual es muy estimulante. Busco despertar mis  propias emociones y dejarme sorprender por otras nuevas. Busco reflexionar, ver más allá, descubrir y aprender a ver lo que no he visto todavía o lo que sólo logro intuir. Busco encontrarme y encontrar a los demás. Pero todo esto lo busco siempre, en cada momento. ¿Por qué el teatro me lo proporciona más y mejor que cualquier otro hecho artístico? Tengo la certeza de que en este mundo cada vez más “globalizado”, pero más individualista; donde cada vez somos todos más iguales (en pautas de comportamiento, en estereotipos) y  nunca hemos estado más separados, y donde las desigualdades son parte del engranaje del sistema; en este mundo, frío, gobernado por el dinero y las máquinas, donde el contacto humano a veces desaparece eclipsado por pantallas y botones, el teatro debería ser una forma de recuperar el calor, la autenticidad, el contacto directo con los otros, con la vida.  En este mundo donde la realidad se adultera a golpe de programas informáticos o de manipulación de los hechos, de las palabras; este mundo en el que  acabamos confundiendo lo que vemos, lo que nos presentan con lo que es realmente y ya no sabemos bien qué es qué, el teatro nos debería ayudar a recuperar la esencia de la palabra y del mensaje,  a enfrentarnos con pequeños trozos de vida. (Paradójicamente, en ocasiones,la realidad que nos “presentan” los medios de comunicación es mucho menos verdad que la realidad que vemos “representada” en un teatro.)
En un mundo en que nunca hemos tenido tanto acceso a la información como ahora y en el que cada día estamos más desinformados, el teatro,  la sobriedad  de unas personas sobre un escenario haciendo suyo un texto, nos debería impulsar  a recuperar, a robustecer, el sentido crítico- cada vez más debilitado- que nos permita desenmascarar esa realidad tan deformada . En este mundo en el que cada vez más nos comunicamos con signos, “mediaspalabras”, casi grafemas; en el que el lenguaje se empobrece y con él nuestra capacidad de pensar el mundo, el teatro nos debería regalar la posibilidad de disfrutar de un texto  cuidado y hermoso; y así, contribuir a  recuperar la necesidad de las palabras, de comunicarnos, de expresarnos con las palabras, de encontrar en ellas respuestas y de hacernos preguntas. En un mundo en el que las humanidades van desapareciendo porque no son rentables (no es rentable para el poder que aprendamos a pensar)  el teatro nos debería devolver, de alguna manera, todas ellas a la vez: la filosofía, el arte, la literatura.
El teatro que a mí me gusta, el que intento disfrutar, es el teatro comprometido que posibilita todas estas incursiones en un mundo más amplio, con más criterio, más rico y más lleno de comunicación y de belleza también.

Dos de las experiencias más profunda,s emocionalmente, que he tenido en los últimos tiempos es ver a dos actores al terminar la representación, completamente “conmocionados”, sin poder salir de su papel; absolutamente tocados por lo que acababan de hacer, de vivir, de hacernos vivir. Saludaban y seguían siendo el personaje conmovido y conmovedor que habían representado. Sonreían, daban las gracias, intentando ser la persona que eran y no podían desentenderse de la profundidad en la que los había instalado su personaje. Es difícil de describir. Tal vez alguien pueda tildarlo de poco profesional. Para mí fue el ejemplo más claro de que el teatro es vida. Quizá una vida más real, más auténtica que la propia vida real.

A veces la vida se hace soportable pensando que existen ciertas personas a nuestro lado y también ciertas posibilidades. Este teatro es una de ellas. Gracias a todos los que hacéis posible que podamos encontrar, todavía, esperanzas.




EL DOLOR

Posiblemente mucho de lo que hacemos, lo hagamos para huir del dolor. Desde que lo conocemos -¿podríamos recordar nuestro primer encontronazo con él?- tal vez, la vida se nos aparezca como una búsqueda de senderos que nos alejen de él, que nos proyecten a espacios donde el dolor quede fuera o se sienta en desventaja.
El dolor del alma es difícil de esquivar, una vez que echa raíces, solo queda remontar lo que lo provoca (si es posible); o intentar silenciarlo, mitigarlo, mientras nos acompaña sordamente cada minuto del día. Hay que aprender a vivir con él, a que no invada los otros espacios de la vida y los anegue, dejándonos imposibilitados para el disfrute.
Quizá el arte, escribir, leer, el teatro, hacer teatro, ir al cine, estar con los amigos, salir a pasear, aprender algo nuevo, tomar un café, escuchar una música… no sean sino simples intentos de conjurar ese dolor que tantas veces nos acompaña, impertinente.


Pero hoy confecciono este hilván al hilo del dolor físico, el dolor del cuerpo. “Hay situaciones en la vida en las que nuestro cuerpo representa todo nuestro ser y nuestro destino” escribe Jean Amery. El dolor  que no cede, que no entendemos por qué insiste en no desprenderse de nosotros. El dolor del cuerpo te reduce, te cerca, te imposibilita. Nada resulta más prioritario que dejar de sentirse mal, recuperar la salud, volver a tener la energía, la vitalidad, que te han abandonado. Todo lo demás se nubla en esa incapacidad que te bloquea, que te impide hacer lo que hacías, ser quien eras.
Dicen que la actitud frente a las desdichas es fundamental y que echarle ganas de luchar, ayuda a vencer. Tal vez, ahí, en algún resquicio de coraje o de rebeldía podamos acudir al arte como medicina, como vitamina para recobrar la esperanza y con ella, las fuerzas para querer ganar y conseguirlo. Aunque en múltiples ocasiones se tire la toalla y el único refugio sea la desesperación y la tristeza. Un fuerte empujón para quien están en esa situación y sienten que es una lucha en solitario.
Vivir es doloroso, mirar a nuestro alrededor es doloroso porque la injusticia, la desigualdad, la impunidad, el abuso, el sinsentido, el dolor de los otros es un paraje que aparece en cuanto quieres mirar un poquito más allá. El arte puede aparecer como un camino. A veces simplemente como huida. Una evasión que nos permita olvidar, engañados por unos minutos, que el dolor está ahí. Otras veces, al sentir su armonía, su equilibrio, la serenidad y emoción que te produce, sientes que otro mundo es posible dentro de este, que hay mucho más que dolor en la vida, que merece la pena disfrutar de las cosas hermosas y, así, renovar el impulso que te permita continuar. Y otra veces, el arte nos ayuda a pensar, a entender mejor eso mismo que nos duele. Comprenderlo, meditarlo nos ayuda; si no a superarlo, a combatirlo, al menos; para saber dónde estamos y qué más “podemos”.









LITERATURA PARA CAMBIAR EL MUNDO

Siempre he necesitado escribir para explicarme el mundo, para entenderlo y entenderme. Para intentarlo. No era una opción, una posible travesía. Es la única.
Pensé que para la mayoría de la gente esto sería así también, que todo el mundo sentía la pulsión de entregar en un papel lo que nos compone y nos desbarata. Pero no lo es.
Si un libro, un poema, una frase pueden determinar una vida me atrevo a desear que la lectura, la escritura sean uno de esos resplandores que nos alumbran hacia un mundo mejor, diferente. Quizá solo sean una de las eventuales sendas. Probablemente, eso sí, la más hermosa.
Escribir. Escribir y también leer. Entonces ¿puede cambiar la literatura el mundo? ¿Puede la ficción desentrañar la realidad, entrar en ella a saco, iluminándola, sacudiéndola para que de ella se desprenda lo que oculto no veíamos? ¿Es una vía de transformación? Nunca he aprendido nada mejor que cuando lo transito en la ficción. Ningún ensayo, ningún sesudo estudio ni minuciosa estadística me han enseñado más sobre algunas realidades que un buen texto de ficción donde involucrarme   en las peripecias de los personajes y, sintiendo como ellos,  acercarme a esa otra realidad que nada tiene de ficticia.
Desde que descubrí esto, que no todo el mundo encuentra este asidero, lo disfruto como un regalo que la vida me ofrece. Un respiradero, la gatera por la que poder liberar las dudas, la confusión, el pasmo, el dolor, los descubrimientos, los desalientos, la alegría,  los desencuentros, los encuentros, las decepciones, la ilusión, las heridas, el destello de felicidad…Dejarlos fluir y recibirlos de nuevo vestidos de palabras, más precisos, menos punzantes. Aceptándolos y asumiéndolos con más luz para afrontarlos con más determinación, si hiciera falta.



INADAPTADOS
Leyendo la propuesta del foro para el viernes 8 a las 17:30, El inadaptado de Jens Lien (cine. 2006) me encontré pensando que ese mundo de ficción “desalmado” (sin alma) y frío no difería mucho del mundo en el  que vivimos. Es más, casi lo mejoraba.
Cuando hilvano esta columna no he visto la película todavía, pero leyendo su sinopsis no puedo más que sentir al protagonista muy cercano  y sentirlo casi aliviado desde ese otro lado del espejo.
Este mundo que se nos presenta inhumano, sin pasión, es el mundo en el que vivimos. En el que se ha disfrazado a los sueños como logros económicos, como éxito social. En el que el amor por el trabajo bien hecho, el amor por aprender, el deseo de ser no valen nada si no se cuantifican en rendimientos, beneficios, intereses. En el que no sabemos bien qué comemos y en el que disfrutar de la comida se ha convertido en una lucha sin tregua, de recuento de calorías. En el que una imagen, artificial, (cirugías estéticas, photoshop..), vale más que cualquier realidad. En el que el amor se diluye en la rutina, y se acepta casi como convención social. En el que las relaciones sociales, las relaciones personales, se convierten en meras transacciones de mensajes vacíos cuando no, en diálogos simulados, impostados. Donde se habla sin decir nada y el corazón se encoge ante el árido desierto de palabras huecas que no van ni quieren ir a ninguna parte.
Y al parecer, ese mundo ficticio que nos presenta la película; ese mundo organizado, mecanizado, tiene la suerte de vivirse sin estrés, sin presión. Nosotros, por el contrario, además de respirar en el vacío, corremos sin descanso tras la zanahoria sin realmente pensar si realmente la queremos o quién nos la azuza y por qué. Somos unos inadaptados perfectamente adaptados sin saberlo o sin quererlo saber.



Experiencias como las del Foro, nos demuestran que hay gente valiente dispuesta a buscar algo diferente. Experiencias como las del Foro,  nos alejan de ese mundo irreflexivo, impuesto, infrahumanizado, para reunirnos en un espacio de emociones y de encuentros; de reflexiones y de contrastes, donde sólo es posible pensar, compartir y sentir; y así, crecer. Crecer como personas críticas y darnos  calor y esperanza en medio de un mundo frío, cruel, injusto y poco comprometido.
Tal vez, otro mundo sea posible si nos empeñamos en ello.




 LO POPULAR I 
Tal vez nunca el arte ha estado tan disponible para todo tipo de público. Tal vez nunca el arte sido más accesible para el pueblo. Vamos a dejar a un lado las posibles discusiones sobre la definición de arte en las que entraríamos en bucle posiblemente, estamos reflexionando sobre el llamado arte popular. Cada vez la gente tiene acceso a las expresiones artísticas de manera masiva. Exposiciones de todo tipo, representaciones teatrales y cine de libre acceso en centros culturales y diferentes organismos; conciertos de música clásica y de música actual, conferencias... El muestrario en amplio. Es decir, de ha dado la posibilidad de disfrutar de, arte a la mayoría de la población. Bien, aparecen varias cuestiones aquí: ¿esta situación nos permitiría hablar de que el arte es , en general, popular? Y otra quizá más interesante ¿cuál es el objetivo de las instituciones, de los organismos, del poder, al hacer del arte un "producto" de consumo popular?

Intentar reflexionar sobre estos temas, nos lanza inevitablemente a una espiral de interrogantes que darían para más de lo que aquí pretendemos. Por ejemplo, hasta que punto no se trata de intentar confundir y hacernos pensar que todos somos uno y lo mismo. O de que manera nos congraciamos con esas fundaciones que se benefician de esa labor social para lavar otras actividades  y se convierten en corporaciones socialmente reconocidas.
Creo que esta política cultural promociona el arte como producto de consumo, que distrae de la realidad y atrofia el sentido crítico. El arte popular sería el hecho para el pueblo o hecho por el pueblo. Es el que permite a la mayoría entender el mundo en el que vivimos y nos ayuda a cuestionar, a pensar , a entender, a emocionarnos, nos ayuda a superar las condiciones que nos determinan de manera injusta sin necesidad de una elaboración intelectual previa. El arte que nos invita a mirarnos en el y vernos en un juego de espejos que nos llevan a ver más allá.Y por supuesto es el arte hecho por el pueblo, por las personas de a pie, con una intención estética en la que expresar necesidades, anhelos. Al hacer se integra en la vida y acaban confluyendo.
Justamente ahora que el pueblo se siente abandonado, perdido, engañado, necesitamos de un arte hecho por y para nosotros, que nos produzca un escalofrío de emoción al tiempo que nos permita entender dónde estamos y hacia dónde podemos ir. Os dejo con un ejemplo, un clásico que sigue haciéndonos temblar de emoción y de rabia. Quizá sea eso lo que más necesitemos ahora

Ayer amaneció el pueblo
desnudo y sin qué ponerse,
hambriento y sin qué comer,
el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente.

Miguel henandez


LO POPULAR II
Hablamos del arte como nos gustaría que fuera, del arte que podría abrir un canal diferente de referencia y de acción. Una nueva vía para pensar y canalizar lo que de otro modo no es fácil transitar, más en estos momentos.
Sin embargo, la realidad aparece muy diferente. desconsoladoramente diferente. Si echamos un vistazo a las representaciones artisticas más frecuentadas podemos llegar a la conclusión de que lo que la gente demanda masivamente no es un arte reflexivo que nos ayude a entender el mundo en el que vivimos, que nos ayude a ver qué hay más allá de lo que parece que nos quieren hacer ver. Las películas, las obras de teatro,las exposiciones  más demandadas son las de evasión. “ La gente necesita y más con lo que está cayendo, olvidarse de sus problemas y reirse”, escuchamos frecuentemente como publicidad de esos eventos. Parecería que nada se puede hacer y que solo en la evasión podremos descansar de lo que nos ha tocado vivir. Como si no hubiera que pedir cuentas, ni hacerlas ni pensarlas. La risa como catarsis vacua. Autentica gimnasia facial que nos ayude a olvidarnos de las penas. No a superarlas, no a  entender de dónde vienen o por qué. En esta tarea, las peliculas americanas (estadounidenses) cumplen un gran papel: los malos son los otros y nosotros, no se nos olvide, estamos con los buenos.
Baste mencionar dos ejemplos de esto que decimos. Una pelcula en la que el protagonista es un oso de peluche (impresentable) TED y la española más taquillera: LOS TORRENTES. Humor fácilón, grosero, autocomplaciente.
Hay dos armas que funcionan a la perfección para inmovilizar y fortalecer el status quo: el miedo y la incapacidad para pensar. Este tipo de “arte”, de arte para masas cumple perfectamente ambas funciones. Enmascaran el miedo de forma que parece que no existe por unos momentos e impiden ir más allá de una realidad que se escamotea y disfraza. “Bastantes problemas hay ya en la vida real como para también llevármelos a una butaca”  Ya Napoleon y Hitler supieron muy bien cómo usar el arte en beneficio de sus propios intereses. Esperemos que términos como solidaridad, reflexión, y emoción nos ayuden a diferenciarnos de la masa sin criterio.









EL ARTE
Siempre me he hecho  preguntas que no dejan de inquietarme. Tendría que reconocer que casi he llegado a obtener una respuesta no muy alentadora: no hay respuesta para estas preguntas, si no es desde una perspectiva puramente personal.
¿Qué es el arte? Para mí arte es cualquier expresión humana que me emocione. Muy pobre, parece. Vacío de contenido. Pero ando más tranquila desde que un buen amigo me convenció de que es tan importante la reflexión intelectual como la intuición
Hilvano esta vez sin ningún hilo y sólo tengo preguntas. Van surgiendo unas de otras.
¿Belleza y estética son indisolubles?¿Todo lo que me emociona es bello, es estético? ¿El arte siempre es bello? ¿Qué entendemos por belleza?  ¿No existe para mí la belleza en lo que no me remueve, me estimula, me perturba de algún modo? ¿La estética está también en el contenido o sólo en la forma?¿Es sólo estético lo bello? ¿Puede haber en lo terrible, en lo feo, belleza? Aquí siento un escalofrío al recordar las declaraciones de un soldado estadounidense al contemplar el bombardeo nocturno al que estaban sometiendo a Irak en la primera guerra del golfo, como un espectáculo de luces de gran belleza. ¿Nos puede alejar lo estético de la realidad? ¿Puede hacernos ver la realidad deformada?

En medio de estas reflexiones siempre recuerdo películas de una dureza casi brutal tanto en el contenido, como visualmente: La cinta blanca de Michael Haneke y Anticristo de Lars Von Trier. Ambas me parecen una obra de arte fotograma a fotograma, en particular la película de Haneke. Es una película en blanco y negro de una belleza abrumadora: cada fotograma parece un cuadro, de una belleza incontestable.

La estética, para mí, conecta directamente con el corazón. La  belleza me lleva a la emoción, la emoción a la reflexión desde otra óptica, la reflexión a la toma de conciencia. No hay arte (ni belleza) sin corazón.

(Nada me gustaría más que saber la opinión sobre todas estas reflexiones, de los estáis leyendo esta columna. Sería la única forma de ir hilvanando con algo de hilo)




LA LENGUA
"Los locos son más sensibles a las catástrofes” y logran verlas venir. Esta frase que forma parte de la obra La lengua madre (texto de Juan José Millás), quizá nos ayude a componer y entender al personaje que da vida Juan Diego, en un monólogo brillante y protagonizado por las palabras. Se trata de un conferenciante, mayor,  de verbo reposado, contenido; que reflexiona sobre la lengua. Se mueve entre lo cómico, lo ingenuo, y la tragedia del que se siente amenazado y ya casi, herido de muerte. Esa montaña rusa de reflexiones que nos llevan desde la carcajada al llanto, solo hablando de palabras, tal vez únicamente cobra sentido si entendemos a ese venerable, inocente y peculiar hombre, como un” loco” sensible . A través de un viaje por el diccionario, iniciamos un viaje por la vida del personaje,en la que las palabras han formado y conformado su visión del mundo. El pasado nos aparece, así, hilarante y distinto. El presente, y lo que es más inquietante, el futuro se nos muestran como una estafa dolorosa contra la que deberíamos ponernos a salvo defendiendo las palabras. Se nos alerta de cómo el poder manipula el lenguaje y así, avanza en la manipulación de la realidad, de la vida, de nuestra concepción del mundo. Somos palabra, parece decirnos; y nos están destruyendo, vaciando, ensuciando.

Con una puesta en escena simple (una mesa, una silla, una jarra de agua y un vaso, unos papeles) sobre un fondo rojo que cambia de tonalidad, Juan Diego, llena un escenario con una interpretación soberbia. Nos hace pasar de la risa, la sonrisa o la carcajada al nudo en la garganta. Pero entendemos que el humor que nos transmite está traspasado continuamente de un sentimiento de pérdida, de derrota, de dolor. El dolor de sentir que algo muy íntimo ha sido violado impunemente: la palabra, y todo lo que ello conlleva.

Es una interesante reflexión sobre la lengua como un ecosistema que sufre, como un bien común que nos conforma y determina. Como una herramienta para comprender el mundo que están pervirtiendo, destruyendo. Y en esa perversión podemos intuir la catástrofe que ya estamos viviendo. Hemos dejado que nos engañen (también y sobre todo) con el lenguaje y caemos cada día en “trampas verbales al servicio de oscuros intereses”.

El personaje nos pide perdón por compartir su angustia, “una angustia que nos atenaza a todos” y nos anima desde el escenario a defender la palabra como algo nuestro que nos ayuda a pensar, a entender, a ser críticos y a reaccionar. Porque como dijo Juan Diego, emocionado, al despedirse: “Nos queda la palabra”. Todavía.





Odio a los indiferentes
Antonio Gramsci · · · · ·

29/04/07


Hace ahora 70 años, el 27 de abril de 1937, moría Antonio Gramsci en un hospital penitenciario, apenas 6 días después de haber recobrado formalmente la libertad, tras cumplir, en situación penosísima, más de 10 años de cárcel de los más de 20 a que le condenó un tribunal mussoliniano. Acaso sea Gramsci hoy, junto con Walter Benjamin, el clásico del socialismo marxista más grotesca e ignorantemente manipulado por unas “humanidades” académicas franco-norteamericanas olvidadizas de la historia del movimiento obrero europeo. Para conmemorar su muerte -dada a conocer al mundo por las emisoras de radio de la Barcelona revolucionaria- hemos elegido un característico textito suyo de juventud (publicado por vez primera el 11 de febrero de 1917 e inédito en castellano) que, entre varias otras, tiene la virtud de no ser fácilmente pasible de manoseo pseudoacadémico.


Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes.
La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?
Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.
Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el  pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.
www.sinpermiso.info, 27 abril 2007





Es difícil no sentirse apelado al escuchar o leer este artículo que casi cumple ya cien años. Parecería un texto escrito ayer  y tiene ahora tanta fuerza y es casi tan necesario como lo era cuando fue escrito. Quizá es ahora cuando más necesario es. En un mundo de medias tintas, de manipulación y desvirtuación del lenguaje y de la política, de escamoteo de la realidad y de sus imbricaciones; en un mundo de lo políticamente correcto y lo inmoralmente aceptado, necesitamos mensajes claros, contundentes y que nos interpelen tan directamente como éste lo hace.
Nos quieren hacer creer que nada diferente es posible, que el engranaje se mueve por fuerzas poderosas e indeterminadas (mercados financieros, por ejemplo) que se rigen por leyes inmutables e inmejorables ante las que nada se puede hacer, y que es este sistema del  que formamos parte, el único posible. Parece que no podríamos hacer nada frente a estas leyes ignotas que crean y destruyen mundos sin más posibilidades. Parece que ante lo indeterminado e inevitable no hay cabida para la acción y el compromiso. Nos han hecho pensar que si el engranaje se fisura o se desmorona, peligra la humanidad. Así que, inmersos en el miedo que han sembrado, que cada día se encargan de alimentar, nos quedamos inmóviles, bloqueados; esperando que esas leyes que nos rigen nos pasen rozando, sin grandes consecuencias personales, hasta que el sistema se equilibre. El miedo impide pensar, impide ver más allá.
Por eso, este texto es imprescindible hoy. Porque ayuda a entender el lastre que supone no pensar, no actuar, no comprometerse por cambiar esta manipulación y abuso permanente. Y Gramsci lo expresa tan bien, tan claramente, que después de leerlo o escucharlo es imposible no estar de acuerdo con él y no cambiar mínimamente de perspectiva. Es un texto que golpea, despierta y nos hace vernos a nosotros mismos como parte del problema y, esto es lo interesante, como parte de la solución.