sábado, 27 de julio de 2013

EL ÁRBOL


Siempre que veo este árbol me quedo clavada mirándolo.
 Me impacta y me emociona sin saber muy bien por qué. Seguro que después de esta entrada lo entenderé mejor.


Su forma ya llama la atención, de entrada. El árbol ha ido buscando su camino, empeñado en perder la horizontalidad, como queriendo curiosear qué pasa por ahí debajo; qué tipo de vida llevan esos seres que lo rodean, lo cuidan o maltratan a veces. Como queriendo jugar con esos niños que se cuelgan de él y lo disfrutan.

Cuando lo veo solo, me parece una metáfora de lo que es este barrio. Un barrio en el que nací y he vivido la parte más importante de mi vida. Como al árbol, he visto a este barrio encogerse, envejecer. Como a sus propios habitantes. Paseo este barrio con ternura, como recorriendo un hermoso pasado del que ya va quedando poco. Veo a las personas que forman parte del barrio, encorvadas, resistentes;
como el árbol. Cercanos ya  a la tierra,  sosteniéndose con un bastón.


Me emociona, porque veo en él la generosa decisión de ser diferente sin dejar de ser él, para ser parte de la gente y del paisaje que lo conforma.

Me emociona porque veo en esa transformación tan drástica, tan radical, dolor. El dolor propio de ser diferente, de forzar su naturaleza; y el dolor ante la cruel indiferencia de los demás.

Me emociona porque me enternece al recordarme a todas esas personas que han sido parte de mi vida y de este barrio y ya han desaparecido o envejecido inevitablemente.

Me emociona porque es una belleza y un símbolo de resistencia. Muy cerquita del suelo, no lo toca ni pierde del todo su fortaleza, su vigor.

Se acerca a nosotros , "nos mira a los ojos" y nos recuerda que estamos aquí para ser lo que queramos ser, pero cerca de los que nos rodean, siendo parte de ellos.