martes, 25 de enero de 2022

Su amiga del Alma. Porque no me cabe en el cuerpo lo que ya sé

 El mundo se ha caído y no lo sabe.

Lo sabemos quienes te conocimos y a quienes la vida se  nos ha quedado, para siempre, mutilada porque el mundo se ha caído.

Como un Atlas, único, generoso, a contracorriente, fiel, incansable, íntegro...lo sujetabas y el viernes se cayó para siempre.

Lo sostenías para tantos... Sabías de la necesidad de crearlo y lo hacías. Creabas mundo para los demás y para hacerte vivible este en el que no encajabas ni querías encajar.

Pagabas un precio muy alto. Tú para quien las cosas no tenían precio, sólo valor, sabías que estabas pagando un portazgo enorme por vivir coherentemente, de la única forma que sabías hacerlo. Has pagado con lo único que realmente te pertenecía. La propia vida.

Estoy aquí para estar cerca de ti.                                                Todavía no me creo que podamos seguir adelante sin ti. Porque sé que esta mierda de mundo, esta vida absurda, no se sustenta sin ti. 

Estoy aquí para aullarle al mundo -que no lo sabe- que sin ti, es mucho menos respirable. Mucho menos vivible. Mucho menos hermoso y mucho más frío e inhóspito.

Ni siquiera esto  ayuda. ¿Qué podrá hacerlo? 

Pero que el mundo lo sepa: se ha caído de manera irreversible.        La orfandad para los que te queremos será insoportable el resto de nuestras vidas.

 Y yo, que quiero creer que nos podremos encontrar en otro tiempo y otro espacio, y que necesito pensar que la muerte será otra puerta hacia otra posibilidad, sé, ahora lo sé, que no será así. Y que nunca más podré recibir unos de esos abrazos en los que descansaba todo mi sensintido, en los que recuperaba pie y sabía que podía seguir adelante. En los que vivía plenamente el significado de la palabra amistad. Cuánto amor sembrabas en cada abrazo...

Hace mucho que no los tenía. Podía vivir sin ellos sabiendo que estabas ahí, repartiéndolos por el mundo.

Lloro y escribo y nada me reconcilia con este dolor y con el dolor de no haberte tenido hacía ya demasiado tiempo.                                  Me gusta pensar que el destino ha querido ser amable conmigo para robarme tu compañía estos últimos años y que no me precipitara al desgarro de perderte de una vez, a bocajarro. Y para que  este vacío inclemente sea una simple pesadilla inasumible, no un precipicio de ausencia insoportable.                                                                                        El destino nos alejó para que yo pudiera aprender a vivir sin tu presencia en mi vida. Nada podría haberme preparado para vivir sin tu presencia en el mundo.No sé si algún día lo estaré.                               Me duele no haberte saboreado más en los últimos tiempos pero tengo la certeza de que nada en nuestro amor había languidecido. A pesar de los desencuentros (otro oxímoron en mi vida), casi hueros, que nos" distanciaron".                                                                             Tú me lo explicabas pacientemente: el amor no tiene tiempo ni espacio. Y a esa idea. inconcebible para mí, me aferro con desesperación.                                                                                       ¿ Cuántas veces he pensado en ti y en lo que pensarías de mi última vida.¿Podría afirmar, sin vacilación, que cada día estabas en mi pensamiento?                                                                                                     Cuántas veces sentí que mi conformista egoismo no se merecía el bravo aliento luchador de tu amistad.                                                                                 

 Y vuelvo a estas líneas como si fueran un código secreto entre tu ahora y la nada entre la que braceo desde hace dos días. Porque lo es. Porque tú me descubriste que lo era. Que la palabra sanaba, reparaba, construía, tendía puentes, rompía esquemas, tejía redes.                        Tú, inopinadamente, amabas mi escritura. Tú, que detestabas la literatura masturbatoria del yomímeconmigo, me animabas a escribir y te emocionabas con algunos textos. Y eso para mí fue tan impactante como revelador. No lo sé, pero es probable que a ti te deba este regalo de la vida que es mi necesidad de escribir.Por todo el amor que pusiste en ella y que yo no descubrí hasta que no lo iluminaste con tu admiración y apoyo. Gracias. Te debo tanto...

Y aquí llevo dos días, enredada en mil recuerdos que me llevan a ti , me conectan contigo con el corazón cuajado de pena y de amor. Sólo encuentro algo de paz entre estas líneas. Contigo.                             El hilvan más doloroso e infinito que nunca más voy a tejer.


"No sé si quiero vivir en un mundo sin él", repetía yo cuando me llegó esta bomba de racimo al corazón. Como una letanía. No sé si podré.                                                                                                                          ¿Cómo despedirse de alguien como tú?                                ¿Cómo despedirme de mi amigo del alma?                              ¿Cómo continuar sin alguien como tú, con todo lo que eras?

Eras una mente prodigiosa. Un descubridor de mundos y de estelas. Eras un intelectual  honesto y comprometido.                                  Eras un hombre valiente, desaforado a veces porque no te permitían los foros donde poder gritar la verdad que encrespaba esta sociedad idiotizada por el dios dinero.                                                                         Creías en lo que creías y eras incombustible pero quemabas. Quemabas de verdad, de justicia, de honestidad, de pura coherencia.

Eras un hombre íntegro y eras un niño, preguntando evidencias. Emocionado ante pequeños tesoros. Perdido en mundos transitados por todos. Sin recordar el nombre de los parentescos (quizá porque para ti la familia era la amistad), sin querer salir en las fotos, sin querer celebrar los cumpleaños ni las fechas impuestas... Un niño admirado por una piedra bonita o un color divertido.                                               Cualquiera que haya sido bendecido por la sonrisa de tu mirada, sabrá del niño del que hablo.


Eras un maestro sin pretensión de serlo. 
Aprendí pilares fundamentales a tu lado.                                              Aprendí qué es estar alienado y aceptarlo vilmente.                 Aprendí que la cantidad no desdibuja la calidad y que más vale uno auténtico que mil porquesí.                                                        Aprendí que lo que se hace con convencimiento y pasión tiene valor en sí mismo, independientemente de los resultados.                             
Aprendí que todos podemos aprender de todos y no sobra nadie.    Aprendí la belleza y la necesidad de lo humilde.                      Aprendí la coherencia y la verdad.                                              Aprendí que hay más mundos y que si no nos gustan hay que inventarlos.                                                                                Aprendí que cada acto  es un acto político. Lo sepamos o no. Lo queramos saber o no. Lo queramos o no.
Aprendí que el amor verdadero es inalterable a pesar de nosotros mismos. 

He leído por ahí que también eras el único comunista que quedaba. No de boquilla. Auténtico, en tu forma de vivir. De compromiso con la realidad insoportable.                                                                           A los que no te conozcan y a aquellos a quienes les da miedo la palabra comunista, quiero decirles que tú también luchabas por ellos. Porque para ti la única lucha posible era por "lo común". Sabías que si nadie sostenía lo común, nos caíamos todos. Incluso los que lo ignorabamos e ibamos por la vida como si fuera una selva inevitable. Lo común era tu meta. Cuidarlo, sostenerlo, crearlo. Y lo conseguiste. Sin vender tu alma al diablo, nunca.                                             Las has pasado putas pero has ganado. Incluso perdiendo la vida, la has ganado. 

No todo el mundo puede decir que realmente ha vivido cuando se va. Tú sí. Es tan así que no me caben en el cuerpo ambas palabras juntas.

Muere Cesar de Vicente

 Un oxímoron clavado a traición en el vacío que dejas,  en la tarde de un viernes, no lejos del mar que tanto amabas.


He dormido abrazada a una foto de hace casi 40 años. Una foto que tú me hiciste y que me diste. Una foto en la que salgo yo y parte de ti. El único objeto que tengo tuyo en estos momentos.

  Nunca entendí por qué decidiste que querías ser mi amigo. MI amigo del alma.                                                                                                Yo, una niña perdida, completamente ajena a tu mundo de principios inquebrantables, de lucha constante y de creación sin tregua.                                                                                                                    Lo decidiste. Hace casi cuarenta años. Como una intuición. Y me buscaste y supiste incluirme en ese mundo que ahora ya no está. Yo, despistada, sin entenderlo del todo, te seguía admirada, deslumbrada, perpleja. Y siempre fue así.                                    Nunca te entendí del todo y nunca entendí tu admiración y amor incondicional hacia mí. Nunca entendí cómo podía yo darte a ti ni una porción de todo lo que tú me prodigabas.

Nunca entendí el misterio de que me tuvieras entre tus amigos. Tu amiga del alma... Te la entregaba, es cierto. Posiblemente nadie me conozca como lo hiciste tú. Pero era tan pobre, tan mezquina a tu lado que no entendía cómo la amabas y la cuidabas.                                           Cómo podía ser yo la amiga del alma de un ser tan especial , tan complejo, tan único e irrepetible. Tan milagrosamente tú.

                     Siempre encontrabas tiempo para mis miserias (te enfadarías al escucharme decir esto) .                                                                    En tu mundo de mil ocupaciones, compromisos, sin horas para dormir, siempre estabas para mí.                                                                  Frecuentemente después de nuestros encuentros, yo me iba revuelta, inquieta, esperanzada.                                                                                            Esperanzada de amor y de agradecimiento. A ti. A la vida por tenerte a ti.                                                                                                        Revuelta e inquieta porque era incapaz de seguirte, de comprenderte del todo y sentía mis contradicciones, mi falta de compromiso con la verdad y la honestidad intelectual , como una sombra lacerante.

 Estar a tu lado era inevitablemente un espejo. Y tu honestidad, tu inabarcable compromiso para mejorar este mundo y transformarlo justamente, destapaba los sobornos a los que los demás nos sometíamos para vivir más cómodos y aborregados. 

Hablo por mí. Y por mi falta de coraje y de herramientas para tirar a tu lado de ese carro pesado y luminoso al que nunca abandonaste ni para descansar y en el que nos acogías siempre con una sonrisa que podía convertirse en un látigo de realidad que nunca escatimabas.                      Ese carro construía mundo y nos permitía, a los que intentábamos no perderlo, creer que era posible otro mundo mejor y más humano. Y lo considerábamos así porque, en él, lo era.                              Todavía no me creo que ya no estés ahí, tirando de él. Y el carro no sé si lo sabe, pero se ha esfumado al saberse solo. Sin ti. Será otra cosa. Pero no ese rincón de reflexión, de entrega pura, de esperanza y justicia posible. En pequeñas dosis. Minúsculos sorbos que me atragantaban el corazón y espoleaban mi mente y mi alma. 

Y tengo miedo, terror a descubrir, como intuyo, que no supe estar a la altura de tu amiga del alma. Así me llamabas. Y ahora, comprenderás, comprendo, que te la has llevado. La parte más auténtica y valiente de mi alma. Como tú.


Escribo para respirar pero ninguna de las dos cosas me permiten asumir que ya no estás.                                                                      No puedo, no quiero. no sé.

Todos los que te queríamos sabemos que te dejaste el corazón en sobrevivir en medio de tanta podredumbre. En sobrevivir dignamente, de acuerdo a tu manera de entender el mundo. Siendo coherente y ayudando a los demás a serlo mínimamente.                            Te has dejado el corazón sostiendo un mundo que te hería y al que tú le dabas sentido y mejorabas.                                                             Te has dejado el corazón de pura fuerza para seguir adelante, sin desfallecer ante lo que se imponía, manteniendo en pie tus principios que eran tu corazón.                                                                                      Tu corazón no ha podido más de tanta lucha, de tanta luz, de tanto intentarlo. 

Viviste pleno de conciencia, ávido de verdad y de lucha.               Sólo le pido al destino que te fueras fulminado, sin visos de esa conciencia que te hacía analizarlo todo, desnudarlo, transformarlo, enriquecerlo.                                                                                                  Sin tiempo para advertir que ese dolor no podrías superarlo, que esa batalla estaba perdida.                                                                         "Si no le diste una oportunidad para remontar, ten la grandeza de habertelo llevado sin sufrimiento. Te lo pido con rabia: ten compasión y haznos saber que fue así, para poder perdonarte. Algún día".

    Ahora a ver qué hace el mundo caído, destartalado, sin nadie como tú que lo pegue a trocitos y lo vuelta a inventar y cree espacios de encuentro, de calor, de esperanza, de reflexión y de cambio.

A ver ahora qué hacemos sin ti. 

Sin tus abrazos.

Sin tu calor.

Sin tu alegría.

Sin tu generosidad.

A ver qué hago yo para aceptar que no estarás nunca más esperándome.                                                                                             De momento sigues aquí y te tengo mirándome desde la calle al balcón de mi casa, al lado de tu moto, mientras me esperabas.           Y te tengo aquí, apoyado en tu brazo, escuchándome atentamente con los ojos brillantes de alegría.                                                       Te tengo aquí en esta dentellada en la que se ha convertido mi alma, a mi lado. Muy cerquita.                                                                     Te tengo aquí y nada nunca volverá a ser lo que era, mi amigo del alma.                                                                                                              Pero te juro que siempre estarás aquí, a mi lado, hasta mi último aliento. El último aliento de mi alma que te pertenece.


tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.


Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

...
.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta

...

A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


Te quiero. Te necesito. 

Muere Cesar de Vicente


César de Vicente Hernando


Su voz


.