viernes, 9 de septiembre de 2016

Ramas

Te caes. Por mucho que sepas que puede pasar porque vagabas bordeando el abismo, te precipitas desprevenido.
Caes. 
Perplejo.
Casi como si no fueras tú. 
Pero lo eres. La sangre que te bombea el estómago, el cráneo, los ojos, te dice que eres tú. El aliento que te abandona, también. 
Te despeñas. 
Tu reacción , confundida por tu estupor, es lenta. Te abandonas al horror casi como un espectador. 
Pero el dolor te devuelve a la realidad e intentas sostenerte. 
Logras atajar el miedo al recordar que en ese precipicio hay ramas a las que asirte. 
A tu esperanzada desesperanza, le da una tregua el terror que alcanza a intuir que las ramas- que saben que estás ahí, cayendo- te van a sostener, van a  mitigar esos golpes aunque tú no puedas pensar, ni verlas, ni agarrarlas. Ellas lo harán por ti. Porque están ahí también para eso. 
Y solo puedes escuchar el latido loco de tu corazón y el crujido de las pocas ramas que continúan ahí y no han sabido sostenerte. No son adivinas, te dirán. Son solo ramas o espejismos.

Caes sabiendo ya que el golpe es solo tuyo.
Te quedará el aliciente de levantarte. Cuando puedas. 
Sanar las heridas y recomponer las fracturas.
 Al daño se sumaran el desconsuelo y la decepción. 
Y un silencio hermoso que te acompañará con la fortaleza de los que ya nada esperan ni son esperados.