martes, 17 de noviembre de 2020

Parque

 Me ha visto enamorarme ferozmente

 Me ha visto correr kilómetros y kilómetros,envuelta en plásticos         intentando encontrarme mientras me licuaba y quería hacerme        más pequeña y desapercibida.

 Me ha visto reír y compartir grandes momentos con mis amigos         del alma.

 Me ha visto también llorar sin entender qué me pasaba, qué le             pasaba a la vida, en qué consistía

 Me ha visto defenderme de asedios inconvenientes y peligrosos

 Me ha visto pasearle sin cansancio, regalándome un rincón de paz     cuando la guerra era el presente.


 Lo vi nacer como un oasis en medio  nuestro desconocido                 desierto.

 Lo vi recibirnos como un gran patio de recreo verde, fresco,             sereno.

 Lo vi transformarse, crecer, mejorar, hacerse mayor y                         "hermosearse".


 Pero nunca imaginé es que él iba a volver a verme hacer todo lo         que experimente tantas veces en mi adolescencia.

 Nunca imaginé que volvería a disfrutarlo como lo he                     disfrutado tantos meses.

Nunca imaginé que volvería a ser ese oasis que me daría un                respiro a cualquier hora del día.



 Lo he buscado cada día, a diferentes horas, para bañarme de su luz     y su artificial, quizá por eso más entrañable naturaleza.


 Lo he buscado en las horas tranquilas de la siesta donde la luz iba     cabalgándolo en un baño dorado de despedida




Lo he buscado en las noches donde sus modestas y bellísimas   

farolas me inundaban de una sensación de paz entrañable y única.





Me ha permitido disfrutar de su modesto esplendor

y me ha dado la fuerza de su latido y su aire limpio para retomar el día a día con la certidumbre de que allí estaría esperándome, en cualquier momento, para protegerme con sus aromas, sus árboles y sus flores.

Es un parque pequeño, modesto pero hecho a la medida de mi corazón oprimido durante estos meses duros. Una medida imponderable.

Acumpleaños "Violeta"

Recuerdo apenas el lindo restaurante donde te esperamos. Teníamos la tarde por delante. Tú, otra persona y yo a quienes nos corría Música en Vena por las venas. Por las mías también corría la admiración absoluta por ambas y un cariño inmenso por esas dos mujeres que representaban para mí, en aquel momento, lo mejor de la vida.

Esos días hermosos estaban empañados por la muerte de Zerolo. Una muerte que nos impresionaba por la larga sombra que ejercía. Ese mismo día supe que la otra mujer que nos acompañaba no era tan especial como pensaba y exudaba una falta de sensibilidad y tacto absolutamente gratuitos que convirtieron algunos de sus comentarios en infantiles faltas de respeto lacerantes. Así las viví yo y así intenté torearlas ante tu estoica, valiente y siempre mesurada actitud y respuesta.

Comimos. Tomamos un café. Pasamos la tarde juntas. Supe más de ti. De tu inimaginable batalla. De tu coraje más grande que tú y tu enfermedad. Supe del martirio en el que se había convertido tu vida y en cómo lo burlabas día a día con paseos interminables, actividades continuas, noches en vela, pasión por la vida.

Fue un día de terciopelo. Dulce, auténtico y enorme. Enorme porque pude conocerte mejor, estar cerca de ti y sentirte parte para siempre de mi vida. Luego pasaron muchas más cosas que  reafirmaron a mi corazón todo lo que de ti me decía.

Es posible que no haya un solo día desde que te fuiste en el que no te recuerde. 

Hoy te recuerdo inevitablemente. Y recuerdo ese día donde todo era posible todavía desde la fuerza de tu impulso y tus ganas de ganar. Hoy, hermosa mujer, los días se van tiñendo de "Violeta" y tu ausencia es más poderosa bajo ese nombre. Creo que ella te conocerá bien a pesar de todo. Nadie podrá dejar de hablarle de quién fuiste, de cómo fuiste, de todo lo que aquí dejaste y siempre estará presente en todos los que te tuvimos cerca.

Felicidades, amiga. Y gracias. A veces con dos patitas también se puede sujetar una mesa. La mía sigue aquí, en pie, contigo.