Me ha visto enamorarme ferozmente
Me ha visto correr kilómetros y kilómetros,envuelta en plásticos intentando encontrarme mientras me licuaba y quería hacerme más pequeña y desapercibida.
Me ha visto reír y compartir grandes momentos con mis amigos del alma.
Me ha visto también llorar sin entender qué me pasaba, qué le pasaba a la vida, en qué consistía
Me ha visto defenderme de asedios inconvenientes y peligrosos
Me ha visto pasearle sin cansancio, regalándome un rincón de paz cuando la guerra era el presente.
Lo vi nacer como un oasis en medio nuestro desconocido desierto.
Lo vi recibirnos como un gran patio de recreo verde, fresco, sereno.
Lo vi transformarse, crecer, mejorar, hacerse mayor y "hermosearse".
Pero nunca imaginé es que él iba a volver a verme hacer todo lo que experimente tantas veces en mi adolescencia.
Nunca imaginé que volvería a disfrutarlo como lo he disfrutado tantos meses.
Nunca imaginé que volvería a ser ese oasis que me daría un respiro a cualquier hora del día.
Lo he buscado cada día, a diferentes horas, para bañarme de su luz y su artificial, quizá por eso más entrañable naturaleza.
Lo he buscado en las horas tranquilas de la siesta donde la luz iba cabalgándolo en un baño dorado de despedida
farolas me inundaban de una sensación de paz entrañable y única.
y me ha dado la fuerza de su latido y su aire limpio para retomar el día a día con la certidumbre de que allí estaría esperándome, en cualquier momento, para protegerme con sus aromas, sus árboles y sus flores.
Es un parque pequeño, modesto pero hecho a la medida de mi corazón oprimido durante estos meses duros. Una medida imponderable.