El Foro Social de las Artes se desarrolló entre enero y marzo de 2013 en diferentes espacios de Madrid.
LA NECESIDAD DE TEATRO
Ando yo hilvanando algunas reflexiones sobre por qué el teatro es ahora, para mí, la
experiencia más enriquecedora. No hay nada que me apetezca más que sentarme en
una sala y dejarme envolver por ese otro mundo que se recrea en el escenario.
Casi prefiero ir sola para disfrutar de
esa “liturgia” con todos los sentidos y hacerla mía de una manera íntima.
Busco en el teatro -como en todo, supongo- respuestas; y
frecuentemente, salgo con más interrogantes, lo cual es muy estimulante. Busco
despertar mis propias emociones y
dejarme sorprender por otras nuevas. Busco reflexionar, ver más allá, descubrir
y aprender a ver lo que no he visto todavía o lo que sólo logro intuir. Busco
encontrarme y encontrar a los demás. Pero todo esto lo busco siempre, en cada
momento. ¿Por qué el teatro me lo proporciona más y mejor que cualquier otro
hecho artístico? Tengo la certeza de que en este mundo cada vez más “globalizado”,
pero más individualista; donde cada vez somos todos más iguales (en pautas de
comportamiento, en estereotipos) y nunca
hemos estado más separados, y donde las desigualdades son parte del engranaje del
sistema; en este mundo, frío, gobernado por el dinero y las máquinas, donde el
contacto humano a veces desaparece eclipsado por pantallas y botones, el teatro
debería ser una forma de recuperar el calor, la autenticidad, el contacto
directo con los otros, con la vida. En
este mundo donde la realidad se adultera a golpe de programas informáticos o de
manipulación de los hechos, de las palabras; este mundo en el que acabamos confundiendo lo que vemos, lo que nos
presentan con lo que es realmente y ya no sabemos bien qué es qué, el teatro
nos debería ayudar a recuperar la esencia de la palabra y del mensaje, a enfrentarnos con pequeños trozos de vida. (Paradójicamente,
en ocasiones,la realidad que nos “presentan” los medios de comunicación es
mucho menos verdad que la realidad que vemos “representada” en un teatro.)
En un mundo en que nunca hemos tenido tanto acceso a la
información como ahora y en el que cada día estamos más desinformados, el
teatro, la sobriedad de unas personas sobre un escenario haciendo
suyo un texto, nos debería impulsar a
recuperar, a robustecer, el sentido crítico- cada vez más debilitado- que nos
permita desenmascarar esa realidad tan deformada . En este mundo en el que cada
vez más nos comunicamos con signos, “mediaspalabras”, casi grafemas; en el que
el lenguaje se empobrece y con él nuestra capacidad de pensar el mundo, el
teatro nos debería regalar la posibilidad de disfrutar de un texto cuidado y hermoso; y así, contribuir a recuperar la necesidad de las palabras, de
comunicarnos, de expresarnos con las palabras, de encontrar en ellas respuestas
y de hacernos preguntas. En un mundo en el que las humanidades van
desapareciendo porque no son rentables (no es rentable para el poder que
aprendamos a pensar) el teatro nos debería
devolver, de alguna manera, todas ellas a la vez: la filosofía, el arte, la
literatura.
El teatro que a mí me gusta, el que intento disfrutar, es el
teatro comprometido que posibilita todas estas incursiones en un mundo más
amplio, con más criterio, más rico y más lleno de comunicación y de belleza
también.
Dos de las
experiencias más profunda,s emocionalmente, que he tenido en los últimos
tiempos es ver a dos actores al terminar la representación, completamente “conmocionados”,
sin poder salir de su papel; absolutamente tocados por lo que acababan de
hacer, de vivir, de hacernos vivir. Saludaban y seguían siendo el personaje
conmovido y conmovedor que habían representado. Sonreían, daban las gracias, intentando
ser la persona que eran y no podían desentenderse de la profundidad en la que
los había instalado su personaje. Es difícil de describir. Tal vez alguien
pueda tildarlo de poco profesional. Para mí fue el ejemplo más claro de que el
teatro es vida. Quizá una vida más
real, más auténtica que la propia vida real.
A veces la vida se hace soportable pensando que existen
ciertas personas a nuestro lado y también ciertas posibilidades. Este teatro es
una de ellas. Gracias a todos los que hacéis posible que podamos encontrar,
todavía, esperanzas.
EL DOLOR
Posiblemente mucho de lo que hacemos, lo hagamos para huir
del dolor. Desde que lo conocemos -¿podríamos recordar nuestro primer
encontronazo con él?- tal vez, la vida se nos aparezca como una búsqueda de
senderos que nos alejen de él, que nos proyecten a espacios donde el dolor
quede fuera o se sienta en desventaja.
El dolor del alma es difícil de esquivar, una vez que echa
raíces, solo queda remontar lo que lo provoca (si es posible); o intentar
silenciarlo, mitigarlo, mientras nos acompaña sordamente cada minuto del día.
Hay que aprender a vivir con él, a que no invada los otros espacios de la vida
y los anegue, dejándonos imposibilitados para el disfrute.
Quizá el arte, escribir, leer, el teatro, hacer teatro, ir
al cine, estar con los amigos, salir a pasear, aprender algo nuevo, tomar un
café, escuchar una música… no sean sino simples intentos de conjurar ese dolor
que tantas veces nos acompaña, impertinente.
Pero hoy confecciono este hilván al hilo del dolor físico,
el dolor del cuerpo. “Hay situaciones en la vida en las que nuestro cuerpo
representa todo nuestro ser y nuestro destino” escribe Jean Amery. El dolor que no cede, que no entendemos por qué insiste
en no desprenderse de nosotros. El dolor del cuerpo te reduce, te cerca, te
imposibilita. Nada resulta más prioritario que dejar de sentirse mal, recuperar
la salud, volver a tener la energía, la vitalidad, que te han abandonado. Todo
lo demás se nubla en esa incapacidad que te bloquea, que te impide hacer lo que
hacías, ser quien eras.
Dicen que la actitud frente a las desdichas es fundamental y
que echarle ganas de luchar, ayuda a vencer. Tal vez, ahí, en algún resquicio
de coraje o de rebeldía podamos acudir al arte como medicina, como vitamina
para recobrar la esperanza y con ella, las fuerzas para querer ganar y
conseguirlo. Aunque en múltiples ocasiones se tire la toalla y el único refugio
sea la desesperación y la tristeza. Un fuerte empujón para quien están en esa
situación y sienten que es una lucha en solitario.
Vivir es doloroso, mirar a nuestro alrededor es doloroso
porque la injusticia, la desigualdad, la impunidad, el abuso, el sinsentido, el
dolor de los otros es un paraje que aparece en cuanto quieres mirar un poquito
más allá. El arte puede aparecer como un camino. A veces simplemente como
huida. Una evasión que nos permita olvidar, engañados por unos minutos, que el
dolor está ahí. Otras veces, al sentir su armonía, su equilibrio, la serenidad
y emoción que te produce, sientes que otro mundo es posible dentro de este, que
hay mucho más que dolor en la vida, que merece la pena disfrutar de las cosas
hermosas y, así, renovar el impulso que te permita continuar. Y otra veces, el
arte nos ayuda a pensar, a entender mejor eso mismo que nos duele. Comprenderlo,
meditarlo nos ayuda; si no a superarlo, a combatirlo, al menos; para saber dónde
estamos y qué más “podemos”.
LITERATURA PARA CAMBIAR EL MUNDO
Siempre he necesitado escribir para explicarme el mundo,
para entenderlo y entenderme. Para intentarlo. No era una opción, una posible
travesía. Es la única.
Pensé que para la mayoría de la gente esto sería así también,
que todo el mundo sentía la pulsión de entregar en un papel lo que nos compone
y nos desbarata. Pero no lo es.
Si un libro, un poema, una frase pueden determinar una vida
me atrevo a desear que la lectura, la escritura sean uno de esos resplandores
que nos alumbran hacia un mundo mejor, diferente. Quizá solo sean una de las
eventuales sendas. Probablemente, eso sí, la más hermosa.
Escribir. Escribir y también leer. Entonces ¿puede cambiar
la literatura el mundo? ¿Puede la ficción desentrañar la realidad, entrar en
ella a saco, iluminándola, sacudiéndola para que de ella se desprenda lo que
oculto no veíamos? ¿Es una vía de transformación? Nunca he aprendido nada mejor
que cuando lo transito en la ficción. Ningún ensayo, ningún sesudo estudio ni
minuciosa estadística me han enseñado más sobre algunas realidades que un buen
texto de ficción donde involucrarme en las peripecias de los personajes y,
sintiendo como ellos, acercarme a esa
otra realidad que nada tiene de ficticia.
Desde que descubrí esto, que no todo el mundo encuentra este
asidero, lo disfruto como un regalo que la vida me ofrece. Un respiradero, la
gatera por la que poder liberar las dudas, la confusión, el pasmo, el dolor,
los descubrimientos, los desalientos, la alegría, los desencuentros, los encuentros, las
decepciones, la ilusión, las heridas, el destello de felicidad…Dejarlos fluir y
recibirlos de nuevo vestidos de palabras, más precisos, menos punzantes.
Aceptándolos y asumiéndolos con más luz para afrontarlos con más determinación,
si hiciera falta.
INADAPTADOS
Leyendo la propuesta del foro para el viernes 8 a las 17:30, El inadaptado de
Jens Lien (cine. 2006) me
encontré pensando que ese mundo de ficción “desalmado” (sin alma) y frío no
difería mucho del mundo en el que
vivimos. Es más, casi lo mejoraba.
Cuando hilvano esta
columna no he visto la película todavía, pero leyendo su sinopsis no puedo más que
sentir al protagonista muy cercano y
sentirlo casi aliviado desde ese otro lado del espejo.
Este mundo que se nos
presenta inhumano, sin pasión, es el mundo en el que vivimos. En el que se ha
disfrazado a los sueños como logros económicos, como éxito social. En el que el
amor por el trabajo bien hecho, el amor por aprender, el deseo de ser no valen
nada si no se cuantifican en rendimientos, beneficios, intereses. En el que no
sabemos bien qué comemos y en el que disfrutar de la comida se ha convertido en
una lucha sin tregua, de recuento de calorías. En el que una imagen,
artificial, (cirugías estéticas, photoshop..), vale más que cualquier realidad.
En el que el amor se diluye en la rutina, y se acepta casi como convención
social. En el que las relaciones sociales, las relaciones personales, se
convierten en meras transacciones de mensajes vacíos cuando no, en diálogos
simulados, impostados. Donde se habla sin decir nada y el corazón se encoge
ante el árido desierto de palabras huecas que no van ni quieren ir a ninguna
parte.
Y al parecer, ese
mundo ficticio que nos presenta la película; ese mundo organizado, mecanizado,
tiene la suerte de vivirse sin estrés, sin presión. Nosotros, por el contrario,
además de respirar en el vacío, corremos sin descanso tras la zanahoria sin
realmente pensar si realmente la queremos o quién nos la azuza y por qué. Somos
unos inadaptados perfectamente adaptados sin saberlo o sin quererlo saber.
Experiencias como las del Foro, nos
demuestran que hay gente valiente dispuesta a buscar algo diferente.
Experiencias como las del Foro, nos
alejan de ese mundo irreflexivo, impuesto, infrahumanizado, para reunirnos en
un espacio de emociones y de encuentros; de reflexiones y de contrastes, donde
sólo es posible pensar, compartir y sentir; y así, crecer. Crecer como personas
críticas y darnos calor y esperanza en
medio de un mundo frío, cruel, injusto y poco comprometido.
Tal vez, otro mundo sea posible si nos
empeñamos en ello.
LO POPULAR I
Tal vez nunca el arte ha estado tan disponible
para todo tipo de público. Tal vez nunca el arte sido más accesible para el
pueblo. Vamos a dejar a un lado las posibles discusiones sobre la definición de
arte en las que entraríamos en bucle posiblemente, estamos reflexionando sobre
el llamado arte popular. Cada vez la gente tiene acceso a las expresiones
artísticas de manera masiva. Exposiciones de todo tipo, representaciones
teatrales y cine de libre acceso en centros culturales y diferentes organismos;
conciertos de música clásica y de música actual, conferencias... El muestrario
en amplio. Es decir, de ha dado la posibilidad de disfrutar de, arte a la
mayoría de la población. Bien, aparecen varias cuestiones aquí: ¿esta situación
nos permitiría hablar de que el arte es , en general, popular? Y otra quizá más
interesante ¿cuál es el objetivo de las instituciones, de los organismos, del
poder, al hacer del arte un "producto" de consumo popular?
Intentar reflexionar sobre estos temas, nos lanza inevitablemente a una espiral
de interrogantes que darían para más de lo que aquí pretendemos. Por ejemplo,
hasta que punto no se trata de intentar confundir y hacernos pensar que todos
somos uno y lo mismo. O de que manera nos congraciamos con esas fundaciones que
se benefician de esa labor social para lavar otras actividades y se
convierten en corporaciones socialmente reconocidas.
Creo que esta política cultural promociona el
arte como producto de consumo, que distrae de la realidad y atrofia el sentido
crítico. El arte popular sería el hecho para el pueblo o hecho por el pueblo.
Es el que permite a la mayoría entender el mundo en el que vivimos y nos ayuda
a cuestionar, a pensar , a entender, a emocionarnos, nos ayuda a superar las
condiciones que nos determinan de manera injusta sin necesidad de una
elaboración intelectual previa. El arte que nos invita a mirarnos en el y
vernos en un juego de espejos que nos llevan a ver más allá.Y por supuesto es
el arte hecho por el pueblo, por las personas de a pie, con una intención
estética en la que expresar necesidades, anhelos. Al hacer se integra en la
vida y acaban confluyendo.
Justamente ahora que el pueblo se siente abandonado, perdido,
engañado, necesitamos de un arte hecho por y para nosotros, que nos produzca un
escalofrío de emoción al tiempo que nos permita entender dónde estamos y hacia
dónde podemos ir. Os dejo con un ejemplo, un clásico que sigue haciéndonos
temblar de emoción y de rabia. Quizá sea eso lo que más necesitemos ahora
Ayer amaneció el pueblo
desnudo y sin qué ponerse,
hambriento y sin qué comer,
el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente.
Miguel
henandez
LO
POPULAR II
Hablamos del
arte como nos gustaría que fuera, del arte que podría abrir un canal diferente
de referencia y de acción. Una nueva vía para pensar y canalizar lo que de otro
modo no es fácil transitar, más en estos momentos.
Sin embargo, la
realidad aparece muy diferente. desconsoladoramente diferente. Si echamos un
vistazo a las representaciones artisticas más frecuentadas podemos llegar a la
conclusión de que lo que la gente demanda masivamente no es un arte reflexivo
que nos ayude a entender el mundo en el que vivimos, que nos ayude a ver qué
hay más allá de lo que parece que nos quieren hacer ver. Las películas, las
obras de teatro,las exposiciones más
demandadas son las de evasión. “ La gente necesita y más con lo que está
cayendo, olvidarse de sus problemas y reirse”, escuchamos frecuentemente como
publicidad de esos eventos. Parecería que nada se puede hacer y que solo en la
evasión podremos descansar de lo que nos ha tocado vivir. Como si no hubiera
que pedir cuentas, ni hacerlas ni pensarlas. La risa como catarsis vacua.
Autentica gimnasia facial que nos ayude a olvidarnos de las penas. No a
superarlas, no a entender de dónde
vienen o por qué. En esta tarea, las peliculas americanas (estadounidenses)
cumplen un gran papel: los malos son los otros y nosotros, no se nos olvide,
estamos con los buenos.
Baste mencionar
dos ejemplos de esto que decimos. Una pelcula en la que el protagonista es un
oso de peluche (impresentable) TED y la española más taquillera: LOS TORRENTES.
Humor fácilón, grosero, autocomplaciente.
Hay dos armas
que funcionan a la perfección para inmovilizar y fortalecer el status quo: el
miedo y la incapacidad para pensar. Este tipo de “arte”, de arte para masas
cumple perfectamente ambas funciones. Enmascaran el miedo de forma que parece
que no existe por unos momentos e impiden ir más allá de una realidad que se
escamotea y disfraza. “Bastantes problemas hay ya en la vida real como para
también llevármelos a una butaca” Ya
Napoleon y Hitler supieron muy bien cómo usar el arte en beneficio de sus
propios intereses. Esperemos que términos como solidaridad, reflexión, y
emoción nos ayuden a diferenciarnos de la masa sin criterio.
EL ARTE
Siempre me he hecho preguntas que no dejan de inquietarme. Tendría
que reconocer que casi he llegado a obtener una respuesta no muy alentadora: no
hay respuesta para estas preguntas, si no es desde una perspectiva puramente
personal.
¿Qué es el arte? Para mí arte es
cualquier expresión humana que me emocione. Muy pobre, parece. Vacío de
contenido. Pero ando más tranquila desde que un buen amigo me convenció de que
es tan importante la reflexión intelectual como la intuición
Hilvano esta vez sin ningún
hilo y sólo tengo preguntas. Van surgiendo
unas de otras.
¿Belleza y estética son indisolubles?¿Todo
lo que me emociona es bello, es estético? ¿El arte siempre es bello? ¿Qué
entendemos por belleza? ¿No existe para
mí la belleza en lo que no me remueve, me estimula, me perturba de algún modo?
¿La estética está también en el contenido o sólo en la forma?¿Es sólo estético
lo bello? ¿Puede haber en lo terrible, en lo feo, belleza? Aquí siento un
escalofrío al recordar las declaraciones de un soldado estadounidense al
contemplar el bombardeo nocturno al que estaban sometiendo a Irak en la primera
guerra del golfo, como un espectáculo de luces de gran belleza. ¿Nos puede
alejar lo estético de la realidad? ¿Puede hacernos ver la realidad deformada?
En medio de estas reflexiones siempre
recuerdo películas de una dureza casi brutal tanto en el contenido, como visualmente:
La cinta blanca de Michael Haneke y Anticristo de Lars Von Trier. Ambas me
parecen una obra de arte fotograma a fotograma, en particular la película de
Haneke. Es una película en blanco y negro de una belleza abrumadora: cada
fotograma parece un cuadro, de una belleza incontestable.
La estética, para mí, conecta
directamente con el corazón. La belleza
me lleva a la emoción, la emoción a la reflexión desde otra óptica, la
reflexión a la toma de conciencia. No hay arte (ni belleza) sin corazón.
(Nada me gustaría más que saber la
opinión sobre todas estas reflexiones, de los estáis leyendo esta columna.
Sería la única forma de ir hilvanando con algo de hilo)
LA LENGUA
"Los locos son más
sensibles a las catástrofes” y logran verlas venir. Esta frase que forma parte
de la obra La lengua madre (texto de Juan José Millás), quizá nos ayude a
componer y entender al personaje que da vida Juan Diego, en un monólogo
brillante y protagonizado por las palabras. Se trata de un conferenciante,
mayor, de verbo reposado, contenido; que
reflexiona sobre la lengua. Se mueve entre lo cómico, lo ingenuo, y la tragedia
del que se siente amenazado y ya casi, herido de muerte. Esa montaña rusa de
reflexiones que nos llevan desde la carcajada al llanto, solo hablando de
palabras, tal vez únicamente cobra sentido si entendemos a ese venerable,
inocente y peculiar hombre, como un” loco” sensible . A través de un viaje por
el diccionario, iniciamos un viaje por la vida del personaje,en la que las
palabras han formado y conformado su visión del mundo. El pasado nos aparece,
así, hilarante y distinto. El presente, y lo que es más inquietante, el futuro
se nos muestran como una estafa dolorosa contra la que deberíamos ponernos a
salvo defendiendo las palabras. Se nos alerta de cómo el poder manipula el
lenguaje y así, avanza en la manipulación de la realidad, de la vida, de
nuestra concepción del mundo. Somos palabra, parece decirnos; y nos están destruyendo,
vaciando, ensuciando.
Con una puesta en
escena simple (una mesa, una silla, una jarra de agua y un vaso, unos papeles)
sobre un fondo rojo que cambia de tonalidad, Juan Diego, llena un escenario con
una interpretación soberbia. Nos hace pasar de la risa, la sonrisa o la
carcajada al nudo en la garganta. Pero entendemos que el humor que nos
transmite está traspasado continuamente de un sentimiento de pérdida, de
derrota, de dolor. El dolor de sentir que algo muy íntimo ha sido violado
impunemente: la palabra, y todo lo que ello conlleva.
Es una interesante
reflexión sobre la lengua como un ecosistema que sufre, como un bien común que
nos conforma y determina. Como una herramienta para comprender el mundo que
están pervirtiendo, destruyendo. Y en esa perversión podemos intuir la
catástrofe que ya estamos viviendo. Hemos dejado que nos engañen (también y
sobre todo) con el lenguaje y caemos cada día en “trampas verbales al servicio
de oscuros intereses”.
El personaje nos pide
perdón por compartir su angustia, “una angustia que nos atenaza a todos” y nos
anima desde el escenario a defender la palabra como algo nuestro que nos ayuda
a pensar, a entender, a ser críticos y a reaccionar. Porque como dijo Juan
Diego, emocionado, al despedirse: “Nos queda la palabra”. Todavía.
Odio a los indiferentes
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Antonio Gramsci · · · · ·
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29/04/07
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Hace ahora 70 años, el 27 de abril de 1937, moría
Antonio Gramsci en un hospital penitenciario, apenas 6 días después de haber
recobrado formalmente la libertad, tras cumplir, en situación penosísima, más
de 10 años de cárcel de los más de 20 a que le condenó un tribunal
mussoliniano. Acaso sea Gramsci hoy, junto con Walter Benjamin, el clásico
del socialismo marxista más grotesca e ignorantemente manipulado por unas
“humanidades” académicas franco-norteamericanas olvidadizas de la historia
del movimiento obrero europeo. Para conmemorar su muerte -dada a conocer al
mundo por las emisoras de radio de la Barcelona revolucionaria- hemos elegido
un característico textito suyo de juventud (publicado por vez primera el 11
de febrero de 1917 e inédito en castellano) que, entre varias otras, tiene la
virtud de no ser fácilmente pasible de manoseo pseudoacadémico.
Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar
partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y
partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no
vida. Por eso odio a los indiferentes.
La indiferencia es el peso muerto de la historia. La
indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero
opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas,
y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de
la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque
la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de
leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de
hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora
por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a
todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que
sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente.
Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o
muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad,
habría pasado lo que ha pasado?
Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su
lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han
acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han
hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser
inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con
ellos mis lágrimas.
Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los
de mi parte el pulso de
la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en
ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella
sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de
los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y
la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma
partido, odio a los indiferentes.
www.sinpermiso.info, 27 abril 2007
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Es difícil no sentirse apelado al escuchar o leer este artículo
que casi cumple ya cien años. Parecería un texto escrito ayer y tiene ahora tanta fuerza y es casi tan
necesario como lo era cuando fue escrito. Quizá es ahora cuando más necesario
es. En un mundo de medias tintas, de manipulación y desvirtuación del lenguaje
y de la política, de escamoteo de la realidad y de sus imbricaciones; en un
mundo de lo políticamente correcto y lo inmoralmente aceptado, necesitamos
mensajes claros, contundentes y que nos interpelen tan directamente como éste
lo hace.
Nos quieren hacer creer que nada diferente es posible, que
el engranaje se mueve por fuerzas poderosas e indeterminadas (mercados
financieros, por ejemplo) que se rigen por leyes inmutables e inmejorables ante
las que nada se puede hacer, y que es este sistema del que formamos parte, el único posible. Parece
que no podríamos hacer nada frente a estas leyes ignotas que crean y destruyen
mundos sin más posibilidades. Parece que ante lo indeterminado e inevitable no
hay cabida para la acción y el compromiso. Nos han hecho pensar que si el
engranaje se fisura o se desmorona, peligra la humanidad. Así que, inmersos en
el miedo que han sembrado, que cada día se encargan de alimentar, nos quedamos
inmóviles, bloqueados; esperando que esas leyes que nos rigen nos pasen rozando,
sin grandes consecuencias personales, hasta que el sistema se equilibre. El
miedo impide pensar, impide ver más allá.
Por eso, este texto es imprescindible hoy. Porque ayuda a
entender el lastre que supone no pensar, no actuar, no comprometerse por
cambiar esta manipulación y abuso permanente. Y Gramsci lo expresa tan bien,
tan claramente, que después de leerlo o escucharlo es imposible no estar de
acuerdo con él y no cambiar mínimamente de perspectiva. Es un texto que golpea,
despierta y nos hace vernos a nosotros mismos como parte del problema y, esto
es lo interesante, como parte de la solución.