viernes, 28 de junio de 2013

Fin de curso de " mis niños"


Ayer fue otro día especial.Pasé toda la tarde en una fiesta de fin de curso con muchas actuaciones. Los aplicados participantes estaban radiantes: divertidos y preparados, con ganas de pasarlo bien y de hacer disfrutar al entregado público.

Los familiares esperábamos ilusionados que empezara el espectáculo que tantos esfuerzos, sabíamos, les había costado durante tanto tiempo antes.

Se apagan las luces y ¡¡¡¡empieza el espectáculo!!!!


EMPIEZA LA FIESTA CON LO MEJOR DE MI CASA


LAS CHICAS VUELAN


LALALA  Masiel, espectacular


ESTO ES UN ESCÁNDALO

EL TIGRE




Hay que decir que todos los trajes con los que aparecen en escena, han sido realizados por ellas mismas. Es una tarea llena de imaginación y de muchas horas de trabajo compartiendo ideas, risas, ilusiones.Muchas puntadas juntas, mucha creatividad y mucha satisfacción. Posiblemente no hay terapia mejor que ésta para hacer frente a todos los achaques y sinsabores que la vida reserva a esta edad.


Y ahora un regalito de la más mejor amigüita de "mi niña", Toñi. Que nadie diría la edad que tiene de lo guapísima que está.( Ya quisiera yo su piel para mis taitantos años actuales)

Toñi como unas castañuelas




En la fiesta hubo muchas más actuaciones: copla, "performances", teatro, danza del viente...  ¡ fue muy completa!


Y yo, me descubría entre risas, completamente emocionada. Viendo a mi madre tan guapa y disfrutando tanto, con tanta energía y tanta alegría, a pesar de todos sus achaques. Viendo a mi padre entregado, aplaudiendo, cantando, siempre con una sonrisa, a pesar de su enfermedad que también baila con él. Era la misma emoción que siento con mi hijo, la misma ternura. 

Me gustaría parar el tiempo y que este momento durara años. Me gustaría poder disfrutar de ellos así, como en bucle, muchos años más, otros cincuenta.En ese escenario donde solo hay espacio para lo bueno de la vida; donde no caben, las enfermedades, los disgustos, los miedos o preocupaciones.Quiero ese escenario para ellos cada día.Verlos así mucho tiempo más: ilusionados, felices.












Ojalá hubiera una manera de hacer que su vida fuera como esa fiesta: alegría, ilusión, disfrute,emoción. Y que el espectáculo acabara con la misma sensación de plenitud, de vida. Que se apagaran las luces dulcemente, con la sonrisa en los labios. 

jueves, 27 de junio de 2013

El vacío

Debería haber un periódico que se encargara de seguir las noticias, de ver cómo terminan, cómo continúa lo que se cuenta si no se trata de un desenlace. Se llamaría el "EL Despuesiódico". 

Alguien ha sido el protagonista de un hecho puntual, interesante sólo en ese momento; pero después, no sabemos cómo sigue la vida de esa persona. Ahora hay muchos ejemplos de esto que comento, desafortunadamente. Personas desahuciadas, personas en paro que acuden a los servicios sociales..

Hace ya algún tiempo apareció en los medios esta noticia:
Vídeo de la noticia


Una buena noticia. Heroica. Alguien había perdido los motivos para vivir.Alguien se hallaba tan angustiado, tan desesperado que quería dejar de sentir todo ese dolor, quería ponerle fin.
Un grupo de personas lograron disuadirle, le forzaron a que abandonara su intento. Es cierto que le habría dado tiempo a terminar lo que se había propuesto y no lo hizo. Algo le retenía aquí.O es que hace falta mucho valor para poner fin a lo único que tenemos. O es que las personas que sienten así, están enfermas, mal, y necesitan ayuda.
 Muchas personas intentan intentar suicidarse sólo para llamar la atención. Las que están cegadamente desesperadas lo consiguen sin grandes alharacas. En cualquier caso, todas necesitarían ayuda. Eso es seguro. Ayuda para encontrar sentido a la vida, para dejar de sentir esa distorsión que todo nubla y a todo tiñe de sinsentido.

Por eso siempre me pregunto si alguien les habrá salvado de verdad preocupándose por ellos, ocupándose de ellos, después de rescatarlos. Siempre me pregunto si las personas que "salvan" a otros no se sienten en la obligación de darles la vida otra vez, ayudándolos a iluminarla y a que salgan de ese foso en el que se revuelven entre soledad, tristeza  y vacío.


El problema es que muchas veces nadie puede ayudar realmente a la otra persona.A veces nada ni nadie puede hacer más que acompañar en la búsqueda y dar mucho cariño. Y eso es tanto...
Y esperar pacientemente a que la persona siga luchando, con terapias o no, y que gane la batalla.
De nada sirve la culpabilidad por no haber sabido anticiparse. Por no haber sido capaz de llenar ese vacío, de iluminarlo.


domingo, 23 de junio de 2013

Las magnolias

Los magnolios se desperezan tímidamente. Sus espectaculares flores los van moteando como secretos resplandecientes que se abren al sol hermosas, elegantes, voluptuosas.








Cohibidamente unas, como escondiendo un universo al que proteger.





Desvergonzadas y opulentas, otras, descaradamente abiertas en todo su esplendor, se presentan frágiles y efímeras pero dispuestas a expresarse sin pudor.
Con la despedida del sol, volverán a recogerse sobre sí mismas, cubriéndose de la oscuridad que les impide regalarnos su blancura ingenua e indescifrable.

La hermosa fugacidad de lo irrecuperable.

viernes, 21 de junio de 2013

Un presente

Tengo que hacer auténticos esfuerzos, deberes intensivos, para que el presente no se me escape perdida en reflexiones sobre el futuro y el pasado. Me instalo sin darme cuenta en la planificación del futuro inmediato o me deleito en recorrer momentos o conversaciones intensos, felices, emocionantes,  del pasado. Y así, de ese modo tan fluido, me pierdo el presente. Completamente. Es decir, ¡¡¡no vivo!!!  "Vivo sin vivir aquí".

Hoy he ido a correr a un parque en el que me gusta mucho hacerlo porque es un parque lleno de árboles de muy diferentes tipos. Un parque fresco en el que, en estos momentos, se puede gozar de la fragancia intensa de su rosaleda. Me gusta correr en él porque disfruto, al mismo tiempo, de los colores, sonidos y olores que lo pueblan y nos regala, y porque el camino está flanqueado por chopos que me acompañan en su vaivén diamantino y alegre que no me canso de contemplar cuando el sol les da de frente. He ido con la intención de disfrutar de todo esto porque correr no es, así, un simple ejercicio aeróbico mecánico. Correr se convierte  en un deleite renovado a cada zancada. 


Pero sólo lo he disfrutado en parte. Me he perdido en mis elucubraciones y con ellas también me he perdido, por momentos, el disfrute de unos árboles

que ahora están hermosos, alegres y exuberantes: las CATALPAS






Con sus flores blancas

que se abren como musicales campanillas , sus vainas y sus enormes y preciosas hojas.





En algún momento, absorta en mis pensamientos, me he perdido

-del mismo modo- el espectáculo del brillo del sol cimbreante en el murmullo de las  hojas de los chopos.

Una pena. He perdido el instante, la maravilla del momento que ya nunca será igual porque será otro. Otra la luz, otro el aroma, otra la emoción. 

Para resarcirme de aquello que ya no podía recuperar por estar en lo que ya no era y en lo que podrá ser, he buscado mi rosa.
Una rosa violeta, perfecta, con una fragancia penetrante y adictiva que siempre saludo cuando voy. Me he colmado de su belleza impactante y de su aroma único. Me he empachado de ella para recordar, con el polen todavía en mi nariz, que el presente es eso, un presente. Y aún sabiendo que  es lo único que tenemos, con frecuencia lo malgastamos en temores o nostalgias, en proyectos o remembranzas que nos impiden retener  ese regalo que se nos ofrece a cada segundo, si sabemos mirarlo y vivirlo bien.

jueves, 20 de junio de 2013

Desarraigo


 45,2 millones de refugiados. Para entender este número desmesurado y frío, podríamos pensar en toda España desplazada, fuera de su casa. Sin casa, sin raíces, sin olores, sin paisajes, sin familia, sin amigos...sin la posibilidad de volver a ellos. Con miedo, con rabia, con tristeza, con desesperación. Sin entender, sin saber quiénes son, sin sentirse aceptados, parte de algo. Mutilados,
desarraigados, rotos,convertidos en fantasmas que nadie quiere ver y  que a nadie le preocupan. Intentando injertarse en otros mundos, otros olores, otros paisajes, otras lenguas, otros corazones. Pero sabiendo que ya nada será igual y que ellos serán otros.Obligados a ser otros.

Siempre que siento que no tengo fuerzas, que no puedo seguir adelante, vuelvo a mi casa, a mis cosas, a mi refugio. Allí, el calor de todo lo que soy me devuelve la serenidad y la energía para continuar. 
No puedo imaginar cómo es una vida en la que te niegan lo que más quieres, lo que te conforma y te sustenta. Sin la esperanza de poder recuperarlo algún día.


miércoles, 19 de junio de 2013

Una pastilla

Hoy en El País aparece una noticia sobre la depresión postparto. 
  La depresión postparto.

             Al parecer ya se van sabiendo las causas que la provocan.                                                              Y me he alegrado mucho al pensar que, tal vez ahora, ahora que se saben las causas, inventarán una pastilla que ayude a que las mujeres no sientan esa zozobra en ese momento tan intenso y único.




 Horas de absoluto pavor en la más absoluta soledad con la única compañía de la sucesión de ese dolor que me atravesaba antes de que pudiera recuperarme del anterior.Contracciones que se repetían cada 3 minutos, sin descanso y que con nadie pude comentar o gritar o distraer porque aseguraron que llamarían a seguridad si el padre de la criatura se atrevía a colarse otra vez a esa habitación donde yo me hallaba sola sin saber qué hora era, ni cómo iba el proceso, ni cuánto tiempo podría dilatarse ( El parto, me refiero. Porque yo no sabía si estaba dilatada o no porque nadie aparecía ni nadie me informaba). 
Recuerdo que, en esos momentos, me acordaba de Miguel Ángel Blanco que había recibido un tiro en la cabeza de ETA y se debatía entre la vida y la muerte para hacerme entender que había situaciones peores que la mía y que la mía pasaría en unas horas.


No sé si esa pastilla podría velar mínimamente el recuerdo de una hora en el paritorio con Joaco, agarrada a su camisa (tuvimos que tirarla porque cada vez que la veía me ponía enferma), queriéndome morir. 
Ni si haría algo esa pastilla para poder olvidar la hora en el quirófano; empujando, ya exhausta, entre gritos nerviosos de los médicos porque el niño no salía y no era posible ya una cesárea; con dos médicos encima de mí, presionando sobre mi vientre con sus manos. Y ese dolor ante el que yo ya no era yo (mis gritos ya no eran humanos)y ante el que sólo quería desaparecer y me daba igual el niño,el mundo o yo.

No creo que la pastilla pudiera, ni siquiera, suavizar las emociones que sentí cuando el bebé nació y no lo oí llorar. Nada me importaba porque yo sólo quería morirme, y pensé que sería mejor que así fuera si a Raúl le hubiera pasado algo. Lloró mucho más tarde, lo vi un segundo durante el que me lo acercaron completamente morado para que le diera un beso y se lo llevaron rápidamente sin decirme nada sobre él, ni sobre  por qué esas escenas idílicas del bebé sobre el vientre de una madre satisfecha y feliz se me negaban por completo. A cambio, me ofrecieron una hora de reloj, cosiéndome. Durante esa labor "de alta costura", mis piernas se me durmieron y empezaron a temblarme y el único contacto humano que tuve fue una frase que tengo clavada y que ninguna pastilla va a hacerme olvidar: "Oye, bonita, ¿puedes dejar de mover la pierna? Así no hay quién trabaje". No  fue la única frase "cálida y solidaria" que me obsequiaron a lo largo de esa noche del 13 al 14 de julio de 1997. Otras como "Aquí viene la desequilibrada" me acompañarán para siempre.
 He de decir que todas las personas que me atendieron fueron mujeres, posiblemente madres. Mujeres que están cansadas de ver a otras mujeres sufriendo y que no le dan mayor importancia, entiendo. Pero no puedo entender el desdén, el abandono con el que me trataron.

Tampoco puedo entender por qué no me rebelé, por qué no empecé a sacar de mí todo ese dolor y ese  menosprecio de cualquier manera, durante aquellas horas tan largas. Por qué me quedé sumisa en mi camilla, llorando desesperada, esperando el milagro de que llegara alguien que me tranquilizara y me llamara por mi nombre. El miedo, supongo. El miedo y la esperanza. Empecé entonces a responderme muchas preguntas que me vengo haciendo sobre los campos de concentración y la sumisión.

Raúl nació con un test de Apgar 6 y no recuperó en la segunda prueba, lo cual era bastante preocupante. Estuvo en la incubadora con medicinas y suero aplicados en su cabecita suave y dolorida, pero salió del trance sin consecuencias. Desde entonces sabemos que es un niño muy fuerte.
 Mucho más que su madre, que se pasó un día sin verle (salvo ese minuto horrible) y que el día que lo recibió en su habitación no podía contener las lágrimas que brotaban a borbotones de pura emoción, de miedo, de amor, de tristeza profunda. Su madre que pasó la peor noche de su vida sin casi poder moverse por las heridas pero teniéndolo que hacer durante toda la noche, intentando tranquilizar a Raúl que lloraba desconsolado hora tras hora. Nadie podía quedarse con nosotros porque iba contra las normas.

No sé si esa milagrosa pastilla podrá recomponer a una madre que siente llorar  inquieto a su hijo, todo el día, durante los dos primeros meses de su vida y que no logra que duerma si no es en movimiento.(Gracias, Ina)

Es cierto que la química nos ayuda a soportar los dolores y las enfermedades. Pero aquella noche de verano y fin de semana, en la que no había anestesista para mí porque estaba de guardia,  sólo habría hecho falta un poco de sentido común y de amabilidad. Un poco de ser más personas y menos funcionarios. Una palabra cariñosa, una caricia a tiempo, una simple frase tranquilizadora. Un poco de  humanidad y el calvario inevitable por el que pasamos Raúl y yo se habría convertido en un mal trago lleno de cariño y de emociones. 
Así sólo tengo el consuelo de que , finalmente,el sufrimiento fetal de  Raúl
no tuvo consecuencias y de que la mala suerte no fue tan mala.Tan sólo fue injustamente fría y gratuitamente humillante, gracias a las profesionales que hicieron que me sintiera culpable de no saber traer a mi hijo al mundo.


Tal vez lo necesario sería inventar  una pastilla para que no olvidáramos, en muchas ocasiones, que somos personas y que vivimos entre personas. Que necesitamos ser personas y que nos traten como personas. Nada más. Y en estos tiempos que corren, esa pastilla va resultando tan imprescindible como lo hubiera sido para mí que esas "profesionales" se hubieran tomado su dosis diaria aquel día.

sábado, 15 de junio de 2013

EL CALLO






El otro día, no sé bien por qué, me acordé de una especie en completa extinción: el callo en el dedo corazón. Ese callo que nos salía a todos de tanto escribir, copiar apuntes, hacer resúmenes...etc. Quizá me lo vi de refilón, porque todavía queda un vestigio del mío casi inapreciable pero que yo todavía siento. 
Pensé que nuestros hijos ya nunca lo "sufrirán" y no me pareció un avance. No sé por qué pensé que se perdían algo. Me sorprendió mi propia reflexión, aunque como soy una nostálgica, no le di más vueltas.
Los chavales ahora no escriben a mano mucho. Sólo en matemáticas, física, química, y para hacer algunos resúmenes siguen usando el boli y el papel. Pero para los grandes proyectos o las investigaciones, el ordenador es su instrumento. 
Nosotros mismos, yo la primera, uso cada vez menos el papel, con lo que me gusta... Por eso, quizá, pensé que se estaban perdiendo algo. Porque para mí escribir es un placer y ver crecer el texto al deslizarse mi mano sobre el papel me resulta relajante y placentero.
 Y esta reflexión que era, más que nada, una intuición, se me ha materializado al encontrarme esta interesante entrada de una página que sigo en Facebook


¿Por qué es importante la escritura a mano?

En Inglaterra se vuelve a usar la e
stilográfica para que los estudiantes aprendan la grafía. En Francia también se considera que no se debe prescindir de esa habilidad, pero allí el problema reside en que ya no la dominan ni los maestros.
Aunque el mundo adulto no está aún preparado para recibir las nuevas inteligencias de los niños producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos del aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el desempeño escolar.

En la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras.

Por su parte, el escribir en letra de imprenta implica escindir lo que se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir su ritmo y su respiración.

Si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros.

Habría que educar a los niños desde la infancia en comprender que la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable. Los sistemas de escritura deberían convivir, precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser un lenguaje del alma que hace únicas a las personas. Su abandono convierte al mensaje en frío, casi descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es vehículo y fuente de emociones al revelar la personalidad, el estado de ánimo.

Posiblemente sea esto lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en la homogeneización que posibilita el recurrir a la letra de imprenta. Porque, como lo destaca Umberto Eco, que interviene activamente en este debate, la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere.

En todo caso, la resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una lentitud reflexiva.

Como en tantos otros aspectos de la sociedad actual, surge aquí la centralidad del tiempo. Un artículo reciente en la revista Time , titulado: Duelo por la muerte de la escritura a mano, señala que es ése un arte perdido, ya que, aunque los chicos lo aprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje, "nuestro objetivo es expresar el pensamiento lo más rápidamente posible. Hemos abandonado la belleza por la velocidad, la artesanía por la eficiencia.

La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín: dentro de un tiempo, no la podremos leer". Abriendo una tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a mano. Por poco tiempo...

jueves, 13 de junio de 2013

CONTRADICCIONES

Me anticipo ya, de entrada, la frustración total que sentiré al terminar esta necesidad hecha reflexión. Seré incapaz de trasladar aquí todo el cúmulo de emociones que me resulta imposible asimilar y que en este caso tampoco sabré, podré, canalizar a través de la palabra escrita. De poco me servirá en este caso enfrentarme a ello, sacarlo de mí. Pero me resulta absolutamente necesario a pesar de la previsión.

Porque es muy difícil explicar, entender, cómo se puede vivir amando desesperadamente a una personita de dieciseis años y no soportarla al mismo tiempo. Es muy desestabilizador vivir en esta especie de esquizofrenia en la que tienes que compartir la necesidad de abrazar a alguien, de sentir su calor, su compañía, su cariño; con el sentimiento urgente de querer estar a miles de kilómetros de él. Así que paso de la tristeza más profunda, esencial, a la rabia y la indignación más violentas. Mi cara, mi alma, mi corazón, se convierten, así, en una desagradable mueca que intenta conjugar la sonrisa y el afecto con la ira y la exasperación. ¿Se puede vivir así? ¿Se sabe dejar de sentir toda esa deyección que  convierte la vida en una batalla sin mapas ni trincheras? Lo llaman inteligencia emocional, creo, y yo soy completamente límite en ese campo.


¿Se puede vivir en la contradicción y sentirse bien? ¿Hay alguien que viva sin contradecirse o que no le afecte saberlo así? ¿Hay diferentes tipos de contradicciones más o menos "vivibles"? ¿Ser feliz es vivir sin contradecirse?


Yo me doy cuenta de que soy una pura contradicción.


Soy agnóstica, por supuesto estoy en contra de la Iglesia católica como institución; no me he casado, por supuesto, pero... me encantan los vestidos de novia.


Estoy a favor de la escuela pública, sin fisuras,pero...mi hijo va a un colegio privado.


Me encanta conocer sitios nuevos, disfruto mucho simplemente paseando por las ciudades, pero...odio viajar: tengo pánico a volar, detesto hacer las maletas, tengo problemas para sentirme a gusto en las habitaciones de los hoteles, me molesta el ruido...


Me aburre la monotonía, me gusta que algo diferente ocurra,pero...los cambios me desestabilizan y los rehuyo en cuanto puedo.


Me gusta ser independiente, que no me encorseten ni me compriman. Hacer las cosas a mi aire, pero... necesito contrastar lo que pienso y hago con los demás; y necesito saber que están ahí.


Y la enumeración continuaría...



Podría intentar justificarlas y  explicar que me encantan los vestidos largos, con tejidos vaporosos o bordados con pedrería, los velos... quizá tenga que ver con que me gustan las cosas bellas.


O que el  colegio de mi hijo es el que es porque quería una educación bilingüe y solo era posible en la privada.


O que necesito que se invente la teletransportación y que alguien se ocupe de esas menudencias de los viajes que me agotan y deprimen antes de comenzarlos 


O que  quiero una monotonía aderezada por algunas sorpresillas  y que esas sorpresas me digan que las personas que las hacen piensan en mí y me quieren contenta


O que quiero ser libre pero que me acompañen en ese camino para que sea más rico e interesante.


Podría explicarlo, digo, pero no sé si eso haría que  la contradicción  dejara de serlo y se convirtiera en una paleta de matices con la que pintar una vida mucho más viva y brillante. Es posible que con esas y otra deducciones pudiera llegar a la conclusión de que sí, parece que sí que se puede ser lógico en las propias contradicciones.


Lo que no podrán explicar ni difuminar esas reflexiones es la sensación de fracaso íntimo, vital, cuando siento que nunca más podré recuperar un abrazo sincero de mi hijo que es lo que más necesito cada día.


sábado, 8 de junio de 2013

UNA MILÉSIMA DE SEGUNDO

Esta semana casi atropello a un ciclista. En un paso de cebra de incorporación, en la M-40.No lo vi, ni siquiera me habría dado cuenta de lo cerca que le pasé si no hubiera sido porque tuve que esperar después un ceda el paso y escuché a mis espaldas unas increpaciones. Empecé a temblar de arriba abajo. Me paré, me disculpé y él, muy enfadado-con razón- me decía que las disculpas no le hubieran evitado el golpe  que le podría haber arruinado la vida.

 No quiero justificar lo que pasó, ni explicar que esos pasos de cebra tienen mala visibilidad y son peligrosos en sí mismos; ni hablar de que últimamente, estoy tan cansada y mi insomnio me tiene tan aturdida, que la cabeza no me va bien y no sé bien lo que hago ni lo que digo. No quiero hablar de todo lo que sentí, del miedo y la vulnerabilidad que se apoderaron de mí. 


Aquel día, a mí se me reveló otra realidad mucho más impactante.

No hace mucho incluía en mi blog esta frase: 
"Un golpe que me ha recordado algo que sé muy bien: la vida puede cambiar en un segundo y podemos perder lo que casi no apreciamos cada día y que es lo más valioso que tenemos" 
Sin embargo,nunca me había planteado, hasta ese momento, cuántas veces rozamos la tragedia sin darnos cuenta. Cuántas veces podría cambiar nuestra vida de golpe de forma dramática, y lo esquivamos sin ser conscientes. Qué decisiones tomamos que nos evitan desastres impensables.Con qué frecuencia jugamos con fuego sin saberlo y salimos indemnes en la más absoluta ignorancia. 

La vida es una lotería y frecuentemente los mazazos nos la desbaratan  para siempre y la transforman en algo opaco, doloroso. 

Pero esa lotería también nos regala con sombras que, aunque están muy cerca, pasan livianamente de largo y nos permiten seguir con nuestra denostada cotidianeidad. 

Mi vida pudo cambiar en una milésima de segundo para nunca ser igual. La vida del ciclista peligró, algo mucho más importante. Ambos nos salvamos por milésimas de segundo de vivir,de algún modo, una pesadilla. Mínima o inmensa, pero pesadilla. Una milésima de segundo habría sido suficiente.



No pasó nada pero fui consciente de lo que podría haberse desencadenado y esa consciencia me alertó y me asustó en partes iguales.Y volvió a corroborar algo que sé y que se me olvida con frecuencia, perdida en decepciones o malestares que me llevan a la queja y al descontento infantiles: soy una privilegiada. Por muchas cosas. Por todas.

Después de aquello sólo una palabra y una sensación me acompañaron ese día. Todavía me acompaña: gracias. Gracias al destino, a la vida, a la providencia, a la simple casualidad.A la vida. 

                                                              Gracias a la vida

Ahora me toca a mí corresponder y cuidar más y mejor cada milésima de segundo. Porque cualquiera de ellas es la más importante, la definitiva; y porque todas son, por igual, primordiales y únicas.




El chopo



Ocho de la mañana. Sábado. Los fines de semana mi calle se despierta lentamente y, adormecida, va  saludando a la mañana. Como yo. 
Salgo a la terraza y me recibe un cielo azul intenso que pronto acabará desvaído, anulado por nubes que se acercan. Pero ahora está exultante, coronado por un sol decidido y pleno que nos regala esa luz dorada, vehemente, que impregna los colores y los despierta en mil matices. 

La luz... y el silencio. Un silencio estrepitoso, poblado del alegre canto de los pájaros que acogen entusiasmados el nuevo día. 

En medio de ese milagro diario,busco un prodigio que sé que me espera humilde, imponente, desapercibido. Y ahí está. Alto, majestuoso, generoso y entregado. Como tantas maravillas que nos rodean, quizá pasen desapercibidos estos hermosos ejemplares: los chopos.

 Su desnudez invernal, aparentemente quebradiza, ha sabido esperar, paciente y vigorosa, que la primavera la fuera engalanando; discretamente, con sus alegres y recias hojas de clorofila penetrante. Y ahí están, cuajadas de vida y de templanza. 

Los chopos nos rodean modestos y nos regalan un espectáculo que, como ellos, de manera incomprensible, nos pasa desapercibido.
 Lo chopos, entregados, se dejan acariciar por la más pequeña brisa y en su balanceo grácil y generoso, el verde intenso de sus hojas recibe el brillo del sol en un juego de reflejos cambiante y turbador. El sol juega en sus hojas cabrilleando jubiloso y el chopo ya no es un árbol. Es una fiesta generosa en la que cada movimiento de sus hojas es una demostración de que la belleza se encierra, a menudo,en las cosas más pequeñas.


En ese juego de reverberaciones me mezo y cierro los ojos para sentir el sonido que sus ramas -flexibles y juguetonas- provocan, también, calladamente.Una música tenue y refrescante que me susurra insistente que todo es posible, que la esperanza y la vida son una misma cosa. Que vivir consiste en aceptar lo que eres y en  crecer acogiendo lo que te rodea, entregándote a ello y haciéndolo tuyo, transformándolo en algo hermoso y diferente. Con fortaleza y serenidad. Calladamente. Y en compartirlo a manos llenas sin esperar nada a cambio. 

Como el chopo de mi calle que, sin proponérselo, es un regalo generoso, único, incansable.  Que esta mañana me saluda brillante y apacible, en una melodía sinuosa,tintineante de sol,como una bengala sosegante; dándome los buenos días. Buenos días.








viernes, 7 de junio de 2013

DESPEDIDAS



Se acerca el verano. Es el momento de las despedidas. Mi profesión está llena de despedidas. Llevo años, muchos años, viviendo despedidas. Es parte del proceso: la gente viene por una temporada, vive unos años aquí, aprende español, se va. Es así. Bien. Yo no logro acostumbrarme. Siempre me coge desprevenida la sensación de vacío que me deja cuando se van cada una de las personas que he conocido en mis clases. Es un poco absurdo, como tantas cosas, pero así es. Otras llegarán (espero) pero nadie logra ocupar el hueco de los que se fueron.


Este verano será duro. Espero que ellos se acuerden un poquito de mí y me envíen de vez en cuando algún mensaje que me esponje el corazón.

¡¡¡FELIZ TRAVESÍA A TODOS!!!




domingo, 2 de junio de 2013

BOLETÍN FORO SOCIAL DE LAS ARTES



El Foro Social de las Artes se desarrolló entre enero y  marzo de 2013 en diferentes espacios de Madrid.


http://forosocialdelasartes.blogspot.com.es/

Esta fue mi contribución a su boletín: una columna cada semana a petición de César. Y de algún modo fue el embrión de este blog, así que creo que se merece un sitio en él.


LA NECESIDAD DE TEATRO

Ando yo hilvanando algunas reflexiones  sobre por qué el teatro es ahora, para mí, la experiencia más enriquecedora. No hay nada que me apetezca más que sentarme en una sala y dejarme envolver por ese otro mundo que se recrea en el escenario. Casi prefiero ir sola  para disfrutar de esa “liturgia” con todos los sentidos y hacerla mía de una manera íntima.
Busco en el teatro -como en todo, supongo- respuestas; y frecuentemente, salgo con más interrogantes, lo cual es muy estimulante. Busco despertar mis  propias emociones y dejarme sorprender por otras nuevas. Busco reflexionar, ver más allá, descubrir y aprender a ver lo que no he visto todavía o lo que sólo logro intuir. Busco encontrarme y encontrar a los demás. Pero todo esto lo busco siempre, en cada momento. ¿Por qué el teatro me lo proporciona más y mejor que cualquier otro hecho artístico? Tengo la certeza de que en este mundo cada vez más “globalizado”, pero más individualista; donde cada vez somos todos más iguales (en pautas de comportamiento, en estereotipos) y  nunca hemos estado más separados, y donde las desigualdades son parte del engranaje del sistema; en este mundo, frío, gobernado por el dinero y las máquinas, donde el contacto humano a veces desaparece eclipsado por pantallas y botones, el teatro debería ser una forma de recuperar el calor, la autenticidad, el contacto directo con los otros, con la vida.  En este mundo donde la realidad se adultera a golpe de programas informáticos o de manipulación de los hechos, de las palabras; este mundo en el que  acabamos confundiendo lo que vemos, lo que nos presentan con lo que es realmente y ya no sabemos bien qué es qué, el teatro nos debería ayudar a recuperar la esencia de la palabra y del mensaje,  a enfrentarnos con pequeños trozos de vida. (Paradójicamente, en ocasiones,la realidad que nos “presentan” los medios de comunicación es mucho menos verdad que la realidad que vemos “representada” en un teatro.)
En un mundo en que nunca hemos tenido tanto acceso a la información como ahora y en el que cada día estamos más desinformados, el teatro,  la sobriedad  de unas personas sobre un escenario haciendo suyo un texto, nos debería impulsar  a recuperar, a robustecer, el sentido crítico- cada vez más debilitado- que nos permita desenmascarar esa realidad tan deformada . En este mundo en el que cada vez más nos comunicamos con signos, “mediaspalabras”, casi grafemas; en el que el lenguaje se empobrece y con él nuestra capacidad de pensar el mundo, el teatro nos debería regalar la posibilidad de disfrutar de un texto  cuidado y hermoso; y así, contribuir a  recuperar la necesidad de las palabras, de comunicarnos, de expresarnos con las palabras, de encontrar en ellas respuestas y de hacernos preguntas. En un mundo en el que las humanidades van desapareciendo porque no son rentables (no es rentable para el poder que aprendamos a pensar)  el teatro nos debería devolver, de alguna manera, todas ellas a la vez: la filosofía, el arte, la literatura.
El teatro que a mí me gusta, el que intento disfrutar, es el teatro comprometido que posibilita todas estas incursiones en un mundo más amplio, con más criterio, más rico y más lleno de comunicación y de belleza también.

Dos de las experiencias más profunda,s emocionalmente, que he tenido en los últimos tiempos es ver a dos actores al terminar la representación, completamente “conmocionados”, sin poder salir de su papel; absolutamente tocados por lo que acababan de hacer, de vivir, de hacernos vivir. Saludaban y seguían siendo el personaje conmovido y conmovedor que habían representado. Sonreían, daban las gracias, intentando ser la persona que eran y no podían desentenderse de la profundidad en la que los había instalado su personaje. Es difícil de describir. Tal vez alguien pueda tildarlo de poco profesional. Para mí fue el ejemplo más claro de que el teatro es vida. Quizá una vida más real, más auténtica que la propia vida real.

A veces la vida se hace soportable pensando que existen ciertas personas a nuestro lado y también ciertas posibilidades. Este teatro es una de ellas. Gracias a todos los que hacéis posible que podamos encontrar, todavía, esperanzas.




EL DOLOR

Posiblemente mucho de lo que hacemos, lo hagamos para huir del dolor. Desde que lo conocemos -¿podríamos recordar nuestro primer encontronazo con él?- tal vez, la vida se nos aparezca como una búsqueda de senderos que nos alejen de él, que nos proyecten a espacios donde el dolor quede fuera o se sienta en desventaja.
El dolor del alma es difícil de esquivar, una vez que echa raíces, solo queda remontar lo que lo provoca (si es posible); o intentar silenciarlo, mitigarlo, mientras nos acompaña sordamente cada minuto del día. Hay que aprender a vivir con él, a que no invada los otros espacios de la vida y los anegue, dejándonos imposibilitados para el disfrute.
Quizá el arte, escribir, leer, el teatro, hacer teatro, ir al cine, estar con los amigos, salir a pasear, aprender algo nuevo, tomar un café, escuchar una música… no sean sino simples intentos de conjurar ese dolor que tantas veces nos acompaña, impertinente.


Pero hoy confecciono este hilván al hilo del dolor físico, el dolor del cuerpo. “Hay situaciones en la vida en las que nuestro cuerpo representa todo nuestro ser y nuestro destino” escribe Jean Amery. El dolor  que no cede, que no entendemos por qué insiste en no desprenderse de nosotros. El dolor del cuerpo te reduce, te cerca, te imposibilita. Nada resulta más prioritario que dejar de sentirse mal, recuperar la salud, volver a tener la energía, la vitalidad, que te han abandonado. Todo lo demás se nubla en esa incapacidad que te bloquea, que te impide hacer lo que hacías, ser quien eras.
Dicen que la actitud frente a las desdichas es fundamental y que echarle ganas de luchar, ayuda a vencer. Tal vez, ahí, en algún resquicio de coraje o de rebeldía podamos acudir al arte como medicina, como vitamina para recobrar la esperanza y con ella, las fuerzas para querer ganar y conseguirlo. Aunque en múltiples ocasiones se tire la toalla y el único refugio sea la desesperación y la tristeza. Un fuerte empujón para quien están en esa situación y sienten que es una lucha en solitario.
Vivir es doloroso, mirar a nuestro alrededor es doloroso porque la injusticia, la desigualdad, la impunidad, el abuso, el sinsentido, el dolor de los otros es un paraje que aparece en cuanto quieres mirar un poquito más allá. El arte puede aparecer como un camino. A veces simplemente como huida. Una evasión que nos permita olvidar, engañados por unos minutos, que el dolor está ahí. Otras veces, al sentir su armonía, su equilibrio, la serenidad y emoción que te produce, sientes que otro mundo es posible dentro de este, que hay mucho más que dolor en la vida, que merece la pena disfrutar de las cosas hermosas y, así, renovar el impulso que te permita continuar. Y otra veces, el arte nos ayuda a pensar, a entender mejor eso mismo que nos duele. Comprenderlo, meditarlo nos ayuda; si no a superarlo, a combatirlo, al menos; para saber dónde estamos y qué más “podemos”.









LITERATURA PARA CAMBIAR EL MUNDO

Siempre he necesitado escribir para explicarme el mundo, para entenderlo y entenderme. Para intentarlo. No era una opción, una posible travesía. Es la única.
Pensé que para la mayoría de la gente esto sería así también, que todo el mundo sentía la pulsión de entregar en un papel lo que nos compone y nos desbarata. Pero no lo es.
Si un libro, un poema, una frase pueden determinar una vida me atrevo a desear que la lectura, la escritura sean uno de esos resplandores que nos alumbran hacia un mundo mejor, diferente. Quizá solo sean una de las eventuales sendas. Probablemente, eso sí, la más hermosa.
Escribir. Escribir y también leer. Entonces ¿puede cambiar la literatura el mundo? ¿Puede la ficción desentrañar la realidad, entrar en ella a saco, iluminándola, sacudiéndola para que de ella se desprenda lo que oculto no veíamos? ¿Es una vía de transformación? Nunca he aprendido nada mejor que cuando lo transito en la ficción. Ningún ensayo, ningún sesudo estudio ni minuciosa estadística me han enseñado más sobre algunas realidades que un buen texto de ficción donde involucrarme   en las peripecias de los personajes y, sintiendo como ellos,  acercarme a esa otra realidad que nada tiene de ficticia.
Desde que descubrí esto, que no todo el mundo encuentra este asidero, lo disfruto como un regalo que la vida me ofrece. Un respiradero, la gatera por la que poder liberar las dudas, la confusión, el pasmo, el dolor, los descubrimientos, los desalientos, la alegría,  los desencuentros, los encuentros, las decepciones, la ilusión, las heridas, el destello de felicidad…Dejarlos fluir y recibirlos de nuevo vestidos de palabras, más precisos, menos punzantes. Aceptándolos y asumiéndolos con más luz para afrontarlos con más determinación, si hiciera falta.



INADAPTADOS
Leyendo la propuesta del foro para el viernes 8 a las 17:30, El inadaptado de Jens Lien (cine. 2006) me encontré pensando que ese mundo de ficción “desalmado” (sin alma) y frío no difería mucho del mundo en el  que vivimos. Es más, casi lo mejoraba.
Cuando hilvano esta columna no he visto la película todavía, pero leyendo su sinopsis no puedo más que sentir al protagonista muy cercano  y sentirlo casi aliviado desde ese otro lado del espejo.
Este mundo que se nos presenta inhumano, sin pasión, es el mundo en el que vivimos. En el que se ha disfrazado a los sueños como logros económicos, como éxito social. En el que el amor por el trabajo bien hecho, el amor por aprender, el deseo de ser no valen nada si no se cuantifican en rendimientos, beneficios, intereses. En el que no sabemos bien qué comemos y en el que disfrutar de la comida se ha convertido en una lucha sin tregua, de recuento de calorías. En el que una imagen, artificial, (cirugías estéticas, photoshop..), vale más que cualquier realidad. En el que el amor se diluye en la rutina, y se acepta casi como convención social. En el que las relaciones sociales, las relaciones personales, se convierten en meras transacciones de mensajes vacíos cuando no, en diálogos simulados, impostados. Donde se habla sin decir nada y el corazón se encoge ante el árido desierto de palabras huecas que no van ni quieren ir a ninguna parte.
Y al parecer, ese mundo ficticio que nos presenta la película; ese mundo organizado, mecanizado, tiene la suerte de vivirse sin estrés, sin presión. Nosotros, por el contrario, además de respirar en el vacío, corremos sin descanso tras la zanahoria sin realmente pensar si realmente la queremos o quién nos la azuza y por qué. Somos unos inadaptados perfectamente adaptados sin saberlo o sin quererlo saber.



Experiencias como las del Foro, nos demuestran que hay gente valiente dispuesta a buscar algo diferente. Experiencias como las del Foro,  nos alejan de ese mundo irreflexivo, impuesto, infrahumanizado, para reunirnos en un espacio de emociones y de encuentros; de reflexiones y de contrastes, donde sólo es posible pensar, compartir y sentir; y así, crecer. Crecer como personas críticas y darnos  calor y esperanza en medio de un mundo frío, cruel, injusto y poco comprometido.
Tal vez, otro mundo sea posible si nos empeñamos en ello.




 LO POPULAR I 
Tal vez nunca el arte ha estado tan disponible para todo tipo de público. Tal vez nunca el arte sido más accesible para el pueblo. Vamos a dejar a un lado las posibles discusiones sobre la definición de arte en las que entraríamos en bucle posiblemente, estamos reflexionando sobre el llamado arte popular. Cada vez la gente tiene acceso a las expresiones artísticas de manera masiva. Exposiciones de todo tipo, representaciones teatrales y cine de libre acceso en centros culturales y diferentes organismos; conciertos de música clásica y de música actual, conferencias... El muestrario en amplio. Es decir, de ha dado la posibilidad de disfrutar de, arte a la mayoría de la población. Bien, aparecen varias cuestiones aquí: ¿esta situación nos permitiría hablar de que el arte es , en general, popular? Y otra quizá más interesante ¿cuál es el objetivo de las instituciones, de los organismos, del poder, al hacer del arte un "producto" de consumo popular?

Intentar reflexionar sobre estos temas, nos lanza inevitablemente a una espiral de interrogantes que darían para más de lo que aquí pretendemos. Por ejemplo, hasta que punto no se trata de intentar confundir y hacernos pensar que todos somos uno y lo mismo. O de que manera nos congraciamos con esas fundaciones que se benefician de esa labor social para lavar otras actividades  y se convierten en corporaciones socialmente reconocidas.
Creo que esta política cultural promociona el arte como producto de consumo, que distrae de la realidad y atrofia el sentido crítico. El arte popular sería el hecho para el pueblo o hecho por el pueblo. Es el que permite a la mayoría entender el mundo en el que vivimos y nos ayuda a cuestionar, a pensar , a entender, a emocionarnos, nos ayuda a superar las condiciones que nos determinan de manera injusta sin necesidad de una elaboración intelectual previa. El arte que nos invita a mirarnos en el y vernos en un juego de espejos que nos llevan a ver más allá.Y por supuesto es el arte hecho por el pueblo, por las personas de a pie, con una intención estética en la que expresar necesidades, anhelos. Al hacer se integra en la vida y acaban confluyendo.
Justamente ahora que el pueblo se siente abandonado, perdido, engañado, necesitamos de un arte hecho por y para nosotros, que nos produzca un escalofrío de emoción al tiempo que nos permita entender dónde estamos y hacia dónde podemos ir. Os dejo con un ejemplo, un clásico que sigue haciéndonos temblar de emoción y de rabia. Quizá sea eso lo que más necesitemos ahora

Ayer amaneció el pueblo
desnudo y sin qué ponerse,
hambriento y sin qué comer,
el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente.

Miguel henandez


LO POPULAR II
Hablamos del arte como nos gustaría que fuera, del arte que podría abrir un canal diferente de referencia y de acción. Una nueva vía para pensar y canalizar lo que de otro modo no es fácil transitar, más en estos momentos.
Sin embargo, la realidad aparece muy diferente. desconsoladoramente diferente. Si echamos un vistazo a las representaciones artisticas más frecuentadas podemos llegar a la conclusión de que lo que la gente demanda masivamente no es un arte reflexivo que nos ayude a entender el mundo en el que vivimos, que nos ayude a ver qué hay más allá de lo que parece que nos quieren hacer ver. Las películas, las obras de teatro,las exposiciones  más demandadas son las de evasión. “ La gente necesita y más con lo que está cayendo, olvidarse de sus problemas y reirse”, escuchamos frecuentemente como publicidad de esos eventos. Parecería que nada se puede hacer y que solo en la evasión podremos descansar de lo que nos ha tocado vivir. Como si no hubiera que pedir cuentas, ni hacerlas ni pensarlas. La risa como catarsis vacua. Autentica gimnasia facial que nos ayude a olvidarnos de las penas. No a superarlas, no a  entender de dónde vienen o por qué. En esta tarea, las peliculas americanas (estadounidenses) cumplen un gran papel: los malos son los otros y nosotros, no se nos olvide, estamos con los buenos.
Baste mencionar dos ejemplos de esto que decimos. Una pelcula en la que el protagonista es un oso de peluche (impresentable) TED y la española más taquillera: LOS TORRENTES. Humor fácilón, grosero, autocomplaciente.
Hay dos armas que funcionan a la perfección para inmovilizar y fortalecer el status quo: el miedo y la incapacidad para pensar. Este tipo de “arte”, de arte para masas cumple perfectamente ambas funciones. Enmascaran el miedo de forma que parece que no existe por unos momentos e impiden ir más allá de una realidad que se escamotea y disfraza. “Bastantes problemas hay ya en la vida real como para también llevármelos a una butaca”  Ya Napoleon y Hitler supieron muy bien cómo usar el arte en beneficio de sus propios intereses. Esperemos que términos como solidaridad, reflexión, y emoción nos ayuden a diferenciarnos de la masa sin criterio.









EL ARTE
Siempre me he hecho  preguntas que no dejan de inquietarme. Tendría que reconocer que casi he llegado a obtener una respuesta no muy alentadora: no hay respuesta para estas preguntas, si no es desde una perspectiva puramente personal.
¿Qué es el arte? Para mí arte es cualquier expresión humana que me emocione. Muy pobre, parece. Vacío de contenido. Pero ando más tranquila desde que un buen amigo me convenció de que es tan importante la reflexión intelectual como la intuición
Hilvano esta vez sin ningún hilo y sólo tengo preguntas. Van surgiendo unas de otras.
¿Belleza y estética son indisolubles?¿Todo lo que me emociona es bello, es estético? ¿El arte siempre es bello? ¿Qué entendemos por belleza?  ¿No existe para mí la belleza en lo que no me remueve, me estimula, me perturba de algún modo? ¿La estética está también en el contenido o sólo en la forma?¿Es sólo estético lo bello? ¿Puede haber en lo terrible, en lo feo, belleza? Aquí siento un escalofrío al recordar las declaraciones de un soldado estadounidense al contemplar el bombardeo nocturno al que estaban sometiendo a Irak en la primera guerra del golfo, como un espectáculo de luces de gran belleza. ¿Nos puede alejar lo estético de la realidad? ¿Puede hacernos ver la realidad deformada?

En medio de estas reflexiones siempre recuerdo películas de una dureza casi brutal tanto en el contenido, como visualmente: La cinta blanca de Michael Haneke y Anticristo de Lars Von Trier. Ambas me parecen una obra de arte fotograma a fotograma, en particular la película de Haneke. Es una película en blanco y negro de una belleza abrumadora: cada fotograma parece un cuadro, de una belleza incontestable.

La estética, para mí, conecta directamente con el corazón. La  belleza me lleva a la emoción, la emoción a la reflexión desde otra óptica, la reflexión a la toma de conciencia. No hay arte (ni belleza) sin corazón.

(Nada me gustaría más que saber la opinión sobre todas estas reflexiones, de los estáis leyendo esta columna. Sería la única forma de ir hilvanando con algo de hilo)




LA LENGUA
"Los locos son más sensibles a las catástrofes” y logran verlas venir. Esta frase que forma parte de la obra La lengua madre (texto de Juan José Millás), quizá nos ayude a componer y entender al personaje que da vida Juan Diego, en un monólogo brillante y protagonizado por las palabras. Se trata de un conferenciante, mayor,  de verbo reposado, contenido; que reflexiona sobre la lengua. Se mueve entre lo cómico, lo ingenuo, y la tragedia del que se siente amenazado y ya casi, herido de muerte. Esa montaña rusa de reflexiones que nos llevan desde la carcajada al llanto, solo hablando de palabras, tal vez únicamente cobra sentido si entendemos a ese venerable, inocente y peculiar hombre, como un” loco” sensible . A través de un viaje por el diccionario, iniciamos un viaje por la vida del personaje,en la que las palabras han formado y conformado su visión del mundo. El pasado nos aparece, así, hilarante y distinto. El presente, y lo que es más inquietante, el futuro se nos muestran como una estafa dolorosa contra la que deberíamos ponernos a salvo defendiendo las palabras. Se nos alerta de cómo el poder manipula el lenguaje y así, avanza en la manipulación de la realidad, de la vida, de nuestra concepción del mundo. Somos palabra, parece decirnos; y nos están destruyendo, vaciando, ensuciando.

Con una puesta en escena simple (una mesa, una silla, una jarra de agua y un vaso, unos papeles) sobre un fondo rojo que cambia de tonalidad, Juan Diego, llena un escenario con una interpretación soberbia. Nos hace pasar de la risa, la sonrisa o la carcajada al nudo en la garganta. Pero entendemos que el humor que nos transmite está traspasado continuamente de un sentimiento de pérdida, de derrota, de dolor. El dolor de sentir que algo muy íntimo ha sido violado impunemente: la palabra, y todo lo que ello conlleva.

Es una interesante reflexión sobre la lengua como un ecosistema que sufre, como un bien común que nos conforma y determina. Como una herramienta para comprender el mundo que están pervirtiendo, destruyendo. Y en esa perversión podemos intuir la catástrofe que ya estamos viviendo. Hemos dejado que nos engañen (también y sobre todo) con el lenguaje y caemos cada día en “trampas verbales al servicio de oscuros intereses”.

El personaje nos pide perdón por compartir su angustia, “una angustia que nos atenaza a todos” y nos anima desde el escenario a defender la palabra como algo nuestro que nos ayuda a pensar, a entender, a ser críticos y a reaccionar. Porque como dijo Juan Diego, emocionado, al despedirse: “Nos queda la palabra”. Todavía.





Odio a los indiferentes
Antonio Gramsci · · · · ·

29/04/07


Hace ahora 70 años, el 27 de abril de 1937, moría Antonio Gramsci en un hospital penitenciario, apenas 6 días después de haber recobrado formalmente la libertad, tras cumplir, en situación penosísima, más de 10 años de cárcel de los más de 20 a que le condenó un tribunal mussoliniano. Acaso sea Gramsci hoy, junto con Walter Benjamin, el clásico del socialismo marxista más grotesca e ignorantemente manipulado por unas “humanidades” académicas franco-norteamericanas olvidadizas de la historia del movimiento obrero europeo. Para conmemorar su muerte -dada a conocer al mundo por las emisoras de radio de la Barcelona revolucionaria- hemos elegido un característico textito suyo de juventud (publicado por vez primera el 11 de febrero de 1917 e inédito en castellano) que, entre varias otras, tiene la virtud de no ser fácilmente pasible de manoseo pseudoacadémico.


Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes.
La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?
Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.
Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el  pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.
www.sinpermiso.info, 27 abril 2007





Es difícil no sentirse apelado al escuchar o leer este artículo que casi cumple ya cien años. Parecería un texto escrito ayer  y tiene ahora tanta fuerza y es casi tan necesario como lo era cuando fue escrito. Quizá es ahora cuando más necesario es. En un mundo de medias tintas, de manipulación y desvirtuación del lenguaje y de la política, de escamoteo de la realidad y de sus imbricaciones; en un mundo de lo políticamente correcto y lo inmoralmente aceptado, necesitamos mensajes claros, contundentes y que nos interpelen tan directamente como éste lo hace.
Nos quieren hacer creer que nada diferente es posible, que el engranaje se mueve por fuerzas poderosas e indeterminadas (mercados financieros, por ejemplo) que se rigen por leyes inmutables e inmejorables ante las que nada se puede hacer, y que es este sistema del  que formamos parte, el único posible. Parece que no podríamos hacer nada frente a estas leyes ignotas que crean y destruyen mundos sin más posibilidades. Parece que ante lo indeterminado e inevitable no hay cabida para la acción y el compromiso. Nos han hecho pensar que si el engranaje se fisura o se desmorona, peligra la humanidad. Así que, inmersos en el miedo que han sembrado, que cada día se encargan de alimentar, nos quedamos inmóviles, bloqueados; esperando que esas leyes que nos rigen nos pasen rozando, sin grandes consecuencias personales, hasta que el sistema se equilibre. El miedo impide pensar, impide ver más allá.
Por eso, este texto es imprescindible hoy. Porque ayuda a entender el lastre que supone no pensar, no actuar, no comprometerse por cambiar esta manipulación y abuso permanente. Y Gramsci lo expresa tan bien, tan claramente, que después de leerlo o escucharlo es imposible no estar de acuerdo con él y no cambiar mínimamente de perspectiva. Es un texto que golpea, despierta y nos hace vernos a nosotros mismos como parte del problema y, esto es lo interesante, como parte de la solución.