miércoles, 11 de junio de 2014

Un pardo terciopelo

La tierra lleva muchos días sin recibir el repiqueteo de las gotas de lluvia como un mensaje cifrado. Hace muchos días que no se empapa de frescor y descanso. Aparece ya reseca, como herida. Necesitada de la caricia dulce del agua que la esponje y la alivie.

Sin embargo el mar del campo está todavía hermoso. Algunas espigas rubias como el oro se niegan a marchitarse.

Y otras, oscurecidas ya, mantienen su brío y manchan el paisaje con retazos de terciopelo marrón y pardo que visten el campo de oropeles suaves recortados por el blanco balanceo de esas espigas orgullosas y el azul exultante de un cielo que parece bajar a saludarnos y a llenarnos la esperanza de color.

Pasear por el campo ya seco nos permite todavía disfrutar de un mar de terciopelo castaño y dorado que se mece al compás del arrullo del viento.