viernes, 1 de noviembre de 2013

EL OTOÑO

Hace semanas que los chopos se adelgazan anticipándonos la desnudez total que seguirá al otoño.
En el metro, pegados a la pantalla del ordenador, sucumbidos en nuestras propias preocupaciones y prisas, cabe la posibilidad de que nos pase desapercibida la generosidad de este momento luminoso y desprendido. El dulce aprendizaje de desasirse de lo que nos conforma para sobrevivir a tiempos duros y oscuros.
Los árboles,vigías silenciosos, nos dan esta lección cuya pertinencia  es, este año, dolorosa y esperanzadora.

Salgo a la calle en estas mañanas frías de otoño. El sol calienta mi agradecido cuerpo y lo despierta. Voy a correr y pierdo el paso embelesada en pinceladas de luz que ninguna paleta podría abarcar. Los árboles se desnudan en tonos variados, intensos y vivos; y ahora puedo identificarlos, significados en ese todo verde que antes componían. Amarillos luz, naranjas terciopelo, rojos insensatos, verdes desleídos...sucesión de colores imposibles.Cada árbol un color y mil tonos.



El arte de perder. La belleza de desposeerse.
Un estallido jubiloso que antecede el vacío de unas ramas  que esperarán ateridas el sol persistente que les devuelva de lo que ahora se despojan. Desprenderse de lo que nos habita para sobrevivir.
Parece que es posible aprender a vivir en el vacío y el frío. Tal vez estos árboles pueden soportarlo porque saben que volverá el sol con su abundancia y calor. Tal vez nosotros podamos aprender de ellos y soportarlo sostenidos por la esperanza de aprender a crear otros mundos diferentes a los que ahora nos laceran.