sábado, 19 de septiembre de 2020

Ejército de salvación

 Desde pequeña escuchaba hablar de este peculiar ejército a través de las películas americanas. Era eso: algo de las pelis americanas. En mi ciudad o país nunca había visto a este ejército que, en sí mismo, me sonaba a oxímoron sin yo saberlo.
Ahora me he estado informando y resulta que no tiene nada que ver con lo que mi imaginación había pergeñado a través de la pantalla, nada tiene que ver con la realidad.

Y el caso es que nada de esto tiene importancia.
 Lo que sí la tiene es por qué ha vuelto a mí esta idea, estas dos palabras de las que nada conocía: ejército de salvación.
Cada día cuando abandonan mi casa las personas que vienen a echarme una mano en el cuidado de mis padres, les doy las gracias y les deseo que todo vaya bien, de corazón. Ellas son mi particular ejército de salvación. Es por ellas que me vino a la cabeza esta institución. 

Digo ellas, porque son mujeres en su totalidad. Y son muchas. Casi todas son sudamericanas, con historias personales duras. Todas ellas son amables, generosas, profesionales, eficientes...Y a mí me han salvado. Me han salvado de muchas cosas y sobre todo me han salvado de sentirme sola y agotada en todo este periplo personal.

Son muchas y salvan a mucha gente: son el verdadero ejército de salvación.
Son las trabajadoras de SAD. Seguramente con condiciones laborales no extraordinarias que podrían mejorar . Y ya digo, con historias personales y familiares de migración, duras.Trabajan con alegría, solícitas, sabiendo muy bien lo que hacen y con generosidad.

Quiero hacerles mi pequeño homenaje desde aquí. Quiero que sepan que las estimo y que han sido unos ángeles para mí.Lo son.      Durante el primer mes fueron mi única ayuda y compañía (Ruth y Luz) y creo que sin ellas no lo habría conseguido.

Han estado al pie del cañón cuando muchas otras personas, por miedo al COVID, se quedaban en casa. Ellas tenían que trabajar pero también pensaban en las personas mayores que se quedarían desatendidas si ellas no iban.                                                                               Han arriesgado su salud y la de su familia porque nadie las protegía especialmente ni las hizo la prueba ni nada de nada. Trabajaron a pelo y con la misma dedicación. 

Estas mujeres luchadoras, trabajadoras, a quienes algunos desalmados prepotentes, ignorante y xenófobos se atreven a insultar con ocurrencias como "panchitas", son la sal de la vida para muchos mayores y sus familias cuyas vidas serían  más complicadas y tristes  sin ellas. Y mucho más en estos momentos. 


Ojalá la sociedad sepamos valorar vuestra labor y vuestro sacrificio y os devolvamos, algún día, un poquito de todo lo que vosotras nos estáis dando.

Gracias. Gracias, Ruth . Gracias, Luz. Gracias Marta. Gracias, Gianina. Gracias, Saray. Gracias, Teresa. Gracias, Griselda. Con vuestra ayuda, vuestro cariño y vuestro tierno y musical español me habéis alegrado estos meses tan, tan duros. Me habéis salvado y seguís haciéndolo. Sois mi ejército de salvación.


PD: No sé si será suerte, pero TODAS las personas que han pasado por mi casa para echarme una mano son personas maravillosas.Incluyo también a terapeutas, Fátima y, Eva; fisios, Justo y otras personas que se han acercado a echarme una mano, Sheila. Increíblemente profesionales y generosas.Confío en ellas plenamente y las considero parte, para siempre, de mi paisaje emocional.

 No me olvido de mi asistente social maravillosa, Gema y de la doctora de mis padres, Marta, que no puede ser más solícita y encantadora. Entre tanta podredumbre humana como he descubierto estos meses, estas personas brillan como diamantes bajo el sol. Y lo son.