miércoles, 19 de abril de 2017

"Emito mis alaridos por los techos de este mundo"

No te detengas

   No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
   No te dejes vencer por el desaliento.

   No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.


   No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.

   No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.


   Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.

   Somos seres llenos de pasión.
   La vida es desierto y oasis.

   Nos derriba, nos lastima,

nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
   Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
   Tu puedes aportar una estrofa.
   No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.

   No caigas en el peor de los errores:
el silencio.

   La mayoría vive en un silencio espantoso.
   No te resignes.
   Huye.
   “Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.


   Valora la belleza de las cosas simples.

   Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
   Eso transforma la vida en un infierno.

   Disfruta del pánico que te provoca

tener la vida por delante.
   Vívela intensamente,
sin mediocridad.
   Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.

   Aprende de quienes puedan enseñarte.

   Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
   La sociedad de hoy somos nosotros:
   Los “poetas vivos”.

   No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas …


WALT WHITMAN (1819-1892)



Emito mis alaridos y encuentro mi propio eco. 

Un eco aterrador que es más silencio que el propio silencio.

Dejo de creer en las palabras. 


Y caigo en el peor de los errores. Y no le digo a mi padre lo que él no quiere saber ni entender.

Y no le digo a mi madre el dolor que me ha pillado a traspie.
Y no le muestro a nadie la carcasa de despojos en la que me he convertido. A nadie le puedo explicar la losa que llevo dentro y sepulta todo lo que puedo ser o ya fui. Porque las palabras no pueden gritar todo ese lamento.

Mis palabras se agazapan, se encogen. Porque son ingenuas y esperan. Yo trato de convencerlas de que no podemos permitirnos la esperanza. Pero ellas que son bastones poderosos no entienden la vida sin esperanza y a ella se lanzan. Al vacío casi siempre. Y se pierden.

NO hay nada más doloroso que una palabra cargada de esperanza, perdida. Nada que cave más profundo la tumba de los sentimientos y las relaciones.

Por eso son tan peligrosas las palabras que esperan. Por eso duelen y se agazapan y van perdiendo la fe.   





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