sábado, 7 de noviembre de 2015

Los nadadores nocturnos

Esa aliteración de la "n" se extiende y abarca la sensación con la que termino al apagarse las luces e iniciarse los aplausos: "No hay futuro".
En el coloquio lo digo e intento "nadar" entre las intenciones, el mensaje, la visión del autor y la directora. Ellos, como todos lo autores, remisos a dar su versión de los hechos para no contaminar a sus espectadores y que haya tantas obras como espectadores, no me sacan de dudas.

Los nadadores nocturnos se reunen en la piscina cada noche, cargados con losas de  soledad y  dolor. Les cuesta nadar en la vida y se zambullen en el líquido elemento para aligerarse.Y para follar. Pero no lo consiguen. El grupo, la compañía, no les alivia ni les protege. Follar no les cohesiona. Les amontona. Les animaliza. Se encuentran, rebotan y salen expelidos del otro, como bolas de billar; con más soledad, si cabe, por ese conato de ilusión, de encuentro. 


No se nos dice por qué están malheridos. De dónde les nace ese dolor. Algunas pinceladas y el marco de una ciudad que ha sido saqueada por las multinacionales que dan nombre a sus calles y sus lugares de encuentro, nos ayudan a entender. No esperamos entender del todo el porqué; pero sí seguimos sus andaduras, en medio de músicas, danzas y brazadas poéticas, esperando una salida, esperando a la esperanza. Pero no llega. Nada culmina a pesar del drástico final carente, también, de sentido. Sin salida.

En esa piscina,  en esa "secta", todos esperan que alguno no vuelva y se haya cortado las venas. Así es como ellos mismos viven esa comunión en el líquido elemento: como un callejón sin salida. Asfixiante. 

Para mí todo encaja. El mensaje es demoledor. El grupo no nos salva. La búsqueda del otro, la única esperanza, no nos ayuda a encontrar la salida. Nos precipita a más vacío. Sin futuro. No nos queda nada. 
Hay una frase que preside la obra:
"Cuando oscurece siempre se necesita a alguien"
que cuando "cae el telón", se siente como incompleta y debería añadir, "aunque nunca aparezca".

Espero el debate con interés. Somos pocos. Hablamos. La voz de una chica, rota por la emoción, les da las gracias por ese espejo doloroso en el que algo de ella se ha visto reflejado y en el que se ha sentido acompañada renovando, así, sus ganas de salir de ahí, de bracear, de luchar. De buscar ese futuro, esa salida que la obra no nos ofrece. Es otra forma de verlo. Y, sin compartir su esperanzada experiencia, agradezco esa desnudez de emociones, ese llanto que tanto entrega y tanto desvela. Un tierno abrazo por parte de un actor es el galardón a su desnuda generosidad.


El teatro. Siempre el teatro. La palabra. Personas hechas de palabras, poniéndolas en pie y sosteniéndose en ellas. La vida encaramada a unos cuerpos que se tejen en palabras y nos arropan con ellas. El teatro. Siempre tan hermoso. Incluso si es fallido. El teatro rellenando ese zanja onerosa y viscosa que a veces resulta la vida. Un magma que nos arma y nos fortalece aunque no nos dé respuestas.





A la salida no pude por menos que saludar a mi tocaya-tocaya: "Esther Ortega" era una de las actrices del elenco y me resultó imposible no compartirlo con ella.
Nos abrazamos divertidas, echando el telón a ese encuentro con esas casualidades que son como un guiño en el camino. Para seguir avanzando porque quién sabe qué otros guiños nos esperan, traviesos,  más adelante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por acompañarme.