miércoles, 9 de febrero de 2022

El perrito

 Yo tengo un perro. Una cosita peluda y pequeña que acompaña mis días como una sombra. Siempre ahí, desapercibidamente.

Yo tengo un perro y como las vivencias mágicas que casi no te crees, te da miedo verbalizarlas por si el mal destino que siempre acecha, las descubriera hechas palabra y las quisiera  hacer explotar como desaparece el espejismo de una pompa de jabón al tocarla.

Yo tengo un perro y cada mañana le doy gracias a la vida por permitirme tener en ella una experiencia única. Como lo es enamorarse o tener buenos amigos.

Yo tengo un perro y tengo mucho más. Un perro puede parecer poca cosa. Un capricho. Una opción. Una simple ocurrencia.                      LO que puede parecer y lo que es...                                                    Mi perro , cada día, me recuerda lo importante.                                  Él, que nada pide y pasa horas enroscado adormilado, es como un cincel que define la auténtica vida en firmes trazos.

El trazo de no esperar nada 

El trazo de estar ahí siempre

El trazo de una mirada profunda que te protege

El trazo de la compañía sin más

El trazo de lamerse las heridas sin molestar

El trazo de disfrutar de la serenidad de un baño de sol

El trazo de confiar

El trazo de disfrutar con los demás, simplemente así: estando con los demás.

El trazo de vivir a pierna suelta sin porqués, sin más.

El trazo de la alegría desmedida por ser, por estar

Yo tengo un perro y la vida se endulza y expande gracias a él. La vida de todos los que lo disfrutamos.


Miko, pequeño perrito, estás aliviando muchos corazones sólo con estar cerca de ellos. Corazones cansados que se saben en la recta final y que, muchos días, no encuentran motivos para la alegría y se  topan con ella de sopetón cuando te abalanzas sobre ellos moviendo tu colita como si no hubiera nada más importante en la vida que dar círculos emocionados alrededor de ellos. Y los cuidas, les das todo el cariño que necesitan y les permites expresar su amor, su gratitud, que el pudor frena entre humanos.

Miko, el perrito, un abuelo se nos ha ido. Eras su amigo. Has pasado muchas horas de su vida anclado a la silla de ruedas que era, desde hace años, sus piernas. Dejando pasar las horas, tomando el aire, respirando juntos y viendo la vida pasar a su lado. Has pasado muchas horas debajo de su silla, esperando alguna recompensa en forma de trocito de comida que podía  caerse de sus ya, torpes manos. Has pasado muchas horas encima de él, en la cama, dándole los buenos días a lengüetazos, dándole calor entre sus piernas hasta que llegaba la hora de enfrentar el día.

El abuelo llevaba años perdiéndose a sí mismo. Perdiendo los nombres, las palabras. La movilidad, la autonomía. La mente. La vida. Por eso no recordaba tu nombre y preguntaba por ti , por el perrito, cuando no te veía. Y te hablaba. Y en ese otro mundo paralelo en el que habitaba no olvidaba que te encanta la manzana y te animaba a pedírmela.

Miko, has sido su escudero y lo protegías cuando las personas se acercaban a sus silla, como si supieras que él no podría hacer frente a una agresión y te anticipabas con tus ladridos para alejar esos posibles peligros. 

Ya nunca más podrás hacerlo. Y lo sabes. En tu corazón sabio y más cálido que el de muchos humanos sabes que el abuelo está pasando por algo que no te gusta. Y lo echas de menos. 

Y , como todo lo que haces, sabiamente, sin molestar, lo esperas pacientemente para recordarle que no hace falta estar presente para estar y que él estará aunque no esté y lo seguirás acompañando, protegiendo y queriendo desde este mundo que creas, haces tuyo y da tanto sentido al nuestro- absurdo, egoísta, exigente- que tiene la suerte de tenerte cerca para que nos recuerdes todo lo que el amor puede hacer con una simple presencia.



Seguro que tú ya lo sabes, Miko, porque los dos tenías un lenguaje secreto y os entendíais. El abuelo te da las gracias por tanto... Y yo también por tanto, tanto...

Miko jamás se puso debajo de esa silla mientras mi padre vivía. El día de su muerte, mi chico se lo encontró ahí. Velándolo. Echándolo de menos y diciéndole que él estaba a su lado por lejos que estuviera. Las personas que no quieran entender que los perros son seres especiales que nos hacen mejores y nos ayudan a vivir, se pierden un don de la vida. Las personas que no vivan el amor de un perro, su compañía y su sensibilidad, no sabrán lo que es un corazón completo. Las compadezco. 

Miko sabía que mi padre tenía una vida demediada, que estaba en inferioridad de condiciones, que sufría. Y lo acompañaba y lo protegía. Y lo hizo hasta el final. Todavía lo hace.Miko ha cuidado y acompañado a mi padre mucho más que personas que dicen quererlo mucho. Muchísimo más.

 Y a mi este perro no me cabe en el alma. Me la limpia, me la sana, me desborda de emociones bonitas y simples que me hacen ser mejor humana, cada día.

Repito, Miko nunca se tumbaba ahí cuando mi padre podía ocupar esa silla, su silla.Nunca. Ahí tumbado, esperando, despidiéndose me lo devolvió por un instante. 

Desde que Miko está en mi vida, creo en los milagros. Y mientras Miko esté en mi vida, yo querré seguir a su lado.






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