martes, 16 de mayo de 2017

Una habitación propia

Con Virginia Woolf me pasa como con Kafka. Comienzo a leerla y siento un manto viscoso que me cubre y me ahoga.
Descubren el mundo. Ese que no se ve, que se intenta esconder y que es parte de la realidad. De la vida.

Virginia nos avisó muy pronto de lo necesario que es tener una habitación propia.
Una simple frase que abarca la única verdad que no siempre es tan simple.

Si no puedes tener una habitación propia, te has quedado sin vida.

Hoy sé perfectamente que es así.

Por eso entiendo dolorosamente bien las piedras en los bolsillos de Virginia. Cada uno refleja un dolor insoportable que te lleva a querer descansar bajo aguas que fluyen, lejos de la ciénaga en la que se puede convertir la vida.


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