lunes, 17 de octubre de 2016

Barro

Cielos grises
Cambio de estación
Una tristeza lo empapa todo, pesadamente.
No hay motivo para esperarla o los hay todos. 
El caso es que está. Impregnándolo todo.
Tirando de todo. Hacia abajo.
Cargada de ternura y sin futuro.
No es necesario. El futuro.
Pasará. Como casi todo.
Como todo lo que ya ha pasado.
Transformándolo todo de modo que
ya nadie podrá conocerlo.
Tampoco importa.
Lo que es , es; y solo en el soy, es.
Nadie podrá nunca conocerte.
Nadie será parte de todo lo que ahora eres.
Nadie, pero no nada.
La tristeza te conoce y te habita. 
Y ahora te empuja para abajo.
Saldrás a flote. Seguro. Porque 
algo te remueve la ternura y te permite
embeberla, esponjarla; dejarte ir y descansar.
Porque alguien te acaricia y te permite 
cerrar los ojos y esperar a que escampe 
mientras se pone al mando del timón,
braceando con sus propias pesadumbres.
Acorralándolas.
Sin preguntar. Sin pedir explicaciones.
Más silencio. Sólo silencio.
EL de no hablar para no preocupar.

El de no hablar para no herir
EL de no hablar para no ser inorportuno.
El de no hablar por no saber expresar
El de no hablar por no querer saber
El no hablar por haber extraviado las palabras
y el camino de vuelta al corazón compartido.
El de no hablar por haber perdido todas las fes.

No pasa nada. 
Llueve.
Y está bien.

El barro de tus entretelas ya no es 
el único barro.


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