En el metro, pegados a la pantalla del ordenador, sucumbidos en nuestras propias preocupaciones y prisas, cabe la posibilidad de que nos pase desapercibida la generosidad de este momento luminoso y desprendido. El dulce aprendizaje de desasirse de lo que nos conforma para sobrevivir a tiempos duros y oscuros.
Los árboles,vigías silenciosos, nos dan esta lección cuya pertinencia es, este año, dolorosa y esperanzadora.
El arte de perder. La belleza de desposeerse.
Un estallido jubiloso que antecede el vacío de unas ramas que esperarán ateridas el sol persistente que les devuelva de lo que ahora se despojan. Desprenderse de lo que nos habita para sobrevivir.
Parece que es posible aprender a vivir en el vacío y el frío. Tal vez estos árboles pueden soportarlo porque saben que volverá el sol con su abundancia y calor. Tal vez nosotros podamos aprender de ellos y soportarlo sostenidos por la esperanza de aprender a crear otros mundos diferentes a los que ahora nos laceran.
Hermosa metáfora la de los árboles. Tal vez nosotr@s, cuando aprendamos a desposeernos de todo aquello que nos encadena a un modelo de vida sin futuro, podremos iniciar el nuevo rumbo hacia otro mundo verdaderamente mejor, si es que aún no es demasiado tarde...
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