Un pardo terciopelo
La tierra lleva muchos días sin recibir el repiqueteo de las gotas de lluvia como un mensaje cifrado. Hace muchos días que no se empapa de frescor y descanso. Aparece ya reseca, como herida. Necesitada de la caricia dulce del agua que la esponje y la alivie.
Sin embargo el mar del campo está todavía hermoso. Algunas espigas rubias como el oro se niegan a marchitarse.
Y otras, oscurecidas ya, mantienen su brío y manchan el paisaje con retazos de terciopelo marrón y pardo que visten el campo de oropeles suaves recortados por el blanco balanceo de esas espigas orgullosas y el azul exultante de un cielo que parece bajar a saludarnos y a llenarnos la esperanza de color.
Pasear por el campo ya seco nos permite todavía disfrutar de un mar de terciopelo castaño y dorado que se mece al compás del arrullo del viento.
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