martes, 19 de abril de 2016

El Centro

Se oye la música desde la calle. Tienen las ventanas abiertas. 
Entro. Directa al salón de donde sale la música. Busco entre las muchas personas que bailan dentro.
No la veo, pero debería estar ahí. Donde hay música y baile mi madre tiene que estar. Pero no la veo.
Voy a preguntar porque tenían un campeonato de cartas y quizá... Y antes de darme la vuelta viene corriendo hacia mí. Ella no me esperaba pero me ha visto no sé bien cómo ni desde dónde.

Están en el Centro de Mayores del barrio.
De mayores pero más activos y más vivos que muchos jóvenes. Un pequeño lugar donde suceden muchas cosas. Donde los mayores dejan fuera sus penas, sus enfermedades, su soledad, sus miedos...o los llevan con ellos, de tan dentro que los sienten, pero los comparten y logran bromear y reírse de ellas y así las penalidades son menos, más ligeras.

Bailan, hacen reuniones, meriendas, preparan sus ropas, sus espectáculos, juegan a las cartas...todos los días pueden ser una excusa para organizar algo. Se mantienen activos, motivados, sintiéndose parte de un grupo que vive las mismas experiencias vitales. 
Personas que han trabajado toda la vida desde jovencitos. Mucho. Trabajadores incansables que no sabían lo que era darse un capricho. Ahora disfrutan de excursiones, viajes, carnavales, teatros... con el entusiasmo de unos niños.

Mientras escribo esto mi madre, que ahora tiene guasap, me dice que mi padre ha quedado campeón de dominó.
Mi padre cuya enfermedad y sordera le tienen completamente disminuido, campeón de dominó...

Eso es la felicidad para mí ahora: verlos bien. Fastidiados con sus múltiples achaques pero viviendo una vida plena. 
Eso es la felicidad para mí: ver a mi madre correr hacia mí, contenta, llena de vida y de alegría. Saber que está bien y que disfruta. 

A veces las nuevas tecnologías permiten hablar al corazón. Cobarde, escondido tras la pantalla, se atreve a decir lo que grita pero le da pudor expresar mirando a los ojos: " te quiero mucho". Tanto es el pudor que mi madre se ha preguntado si me pasaba algo al escribírselo esta mañana. Como una auténtica necesidad.

Ella no lo sabe, aunque algo puede intuir, supongo. Ella no sabe que hay días en los que no sonrío. Muchos días en los que la tristeza no me deja llorar. Y verlos contentos, disfrutando con sus amigos es casi como recuperar la ilusión de ver a tu niño correr por el parque llenando sus pulmones de vida y contagiándotela.

A mí, hay días, que ellos, verlos bien, es lo único que me los llena.Y voy coleccionando momentos plenos. Mi madre corriendo hacia mí arrebolada, mi padre dando palmas al ritmo de la música del espectáculo que está viendo... Siendo tan consciente de que son cada día más preciados y preciosos.