Me encanta agosto con la tranquilidad que se respira en todas partes. El edificio casi vacío, la calle permanentemente adormecida, Madrid con otro ritmo y más accesible.
Agosto como un paréntesis donde aparcar las inquietudes, las prisas, los agobios y los miedos.
Agosto para el descanso, la lectura, las horas sin reloj.
Agosto, un espejismo del que me cuesta despedirme.
Y ya está aquí septiembre y de golpe aparecen todas las urgencias, las turbaciones, las preocupaciones, los desasosiegos... No me gustan los primeros días de septiembre y, como una colegial, se me encoge el estómago y me cuesta levantarme.
Voy a intentar neutralizar estas malas vibraciones con un baño en la piscina y esta entrada.
No deja de sorprenderme cómo coincido con algunos escritores/pensadores, de alguna manera. Aunque suscribo completamente todo lo que dice y por eso lo apunto.
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